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14 Biblia y meditación

La Biblia
El sacrificio de Noé
Génesis 8, 20-22.

Capítulo 8

20 Luego Noé levantó un altar al Señor, y tomando animales puros y pájaros puros de todas clases, ofreció holocaustos sobre el altar.
21 Cuando el Señor aspiró el aroma agradable, se dijo a sí mismo: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos desde su juventud; ni tampoco volveré a castigar a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo.
22 De ahora en adelante, mientras dure la tierra, no cesarán la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche».

Meditación:

El sacrificio de Noé – Génesis 8, 20-22. 

Cuando Dios te bendice, da gracias a Dios, alábalo con tus palabras y tu corazón.  Da testimonio con tus obras de que estás agradecido de las bendiciones que Dios te da. Y, todo lo bueno que tienes, incluso tu inteligencia, es una bendición de Dios. Entonces, de continuo da gracias a Dios, de continuo alaba a Dios, de continuo, se bueno con Dios, porque Dios es bueno contigo.

Dios es bueno con el hombre, le ha dado una tierra para vivir y alimentarse y desarrollar su inteligencia.

A Noé le hizo construir un Arca, y a ti te va a dar un coche y una casa y un buen trabajo para que con todo ello des gloria a Dios y lo alabes cada día de tu vida. ¡Alaba a Dios! Que tu corazón proclame al mundo las bendiciones que de Él, de Dios recibes, y ensalza a la Madre de Dios, porque por Ella, Dios te da todo lo que pides, si lo pides en nombre de su Hijo, en nombre de Jesús. Por eso ya no hacen falta sacrificios para dar gracias a Dios por sus bendiciones, porque el Sacrificio fué hecho ya para siempre jamás, el sacrificio voluntario de la entrega del Hijo de Dios como prenda de amor del mismo Dios a los hombres. No tuviste que morir tú, ni tú, ni tu padre, ni tu madre, ni tu hijo, un tu abuelo o bisabuelo: ¡ningún antepasado tuyo tuvo que verter su sangre para que Dios y tú estuvierais tan cerca como lo estáis en la Eucaristía, en la Mesa del Altar, donde el sacerdote, siendo en nombre de Cristo, entrega al Hijo de Dios a la Cruz nuevamente, cada vez que se celebra una Misa, y tú me estás distraído pensando en otras cosas, mientras Dios, Jesús, sigue muriendo por ti, como la vez que murió, y pasa nuevamente esa misma vez ante los ojos de Dios Padre, que da su visto bueno y sigue la promesa de la vida del hombre en la tierra, para que tenga tiempo de que por sus obras y palabras se gane el Cielo Eterno.

Ahí está la promesa de Dios cumpliéndose en cada Misa; la de la salvación del hombre por la Sangre derramada de Jesús, por el cuerpo atormentado de Jesús, que se hace pan en la Eucaristía, para que tú, saciándote de Dios, puedas salvarte; tú y tu generación.

¡Aleluya!

Dios nos salva por su Amor.

¡Aleluya! Dios hizo una alianza contigo: individualmente contigo: ¡Te salvó! Promesa de Dios para toda generación del hombre.

P. Jesús

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