Saltar al contenido

I. El deseo de Dios – 29

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

I. El deseo de Dios 

29 Pero esta «unión íntima y vital con Dios» (GS 19,1) puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos (cf. GS 19-21): la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (cf. Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (cf. Gn 3,8-10) y huye ante su llamada (cf. Jon 1,3).

Meditación:

I. El deseo de Dios 

Si uno no se une a Dios en una relación íntima, ¡muere!

No se puede vivir sin amor.

No se puede vivir sin que sientas el amor con que Dios te ama.

Una persona no vive, cuando no conoce y ama a Dios.

Dios no nos necesita para nada, pero nos quiere. Por eso, los mandamientos de la Ley de Dios, no son para hacerlo feliz a Él, Dios se basta a sí mismo para ser feliz, es Él quien hace felices a los demás, si esos demás, nosotros, le amamos sobre todas las cosas. Los mandamientos son para que estemos vivos, viviendo según el plan de Dios, que nos creó por amor. La ley de Dios es para que siguiéndola, podamos sentir, vivir, el amor de Dios. El pecado nos aparta de Dios, por eso no es bueno para nosotros; el pecado nos niega la felicidad porque al pecar, no podemos sentir el amor con que Dios nos ama, porque el amor verdadero, el amor de Dios es puro y bueno, y sólo quien es puro y bueno, puede disfrutarlo; por eso Dios tuvo la bondad de darnos las leyes, sus Leyes, la Ley de Dios, para que sepamos cómo hallar el amor, su amor, el Amor verdadero.

La unión con Dios es una unión vital, porque vivimos de Él, por Él, para Él. Sin Él, sin Dios, morimos. Así de claro os lo digo, amados hermanos en Cristo: Sin el amor de Dios en nosotros, nos morimos, y para tener su amor, debemos cumplir los mandamientos. ¡No hay otra!

Si no nos unimos a Dios, morimos, pero unidos a Cristo, Él murió por nosotros. Su muerte vale por cada una de las muertes de cada hombre nacido de mujer. Antes de la venida de Cristo, las personas morían, y morían, no tenían la posibilidad de regresar a Dios; por eso Satanás perseguía la vida de Jesús, utilizando de malas personas que deseaban su muerte antes de tiempo; recordemos a Herodes, que les dijo a los Reyes Magos que lo avisaran cuando encontraran al Mesías. Y ¿qué hizo? Hizo matar a todos los niños menores de dos años. La mano de Satanás empuñó la firma que selló la muerte de los inocentes.

Volvamos a la muerte, antes de la muerte de Dios, eso era la muerte; después de morir Dios, en el cuerpo de Jesús, hay vida, vida en el Cielo o en el Infierno, pero la vida sigue fuera del cuerpo. El amor regresa al Amor; y quien no es capaz de volver a sí mismo, (que cada uno es amor salido de Dios, porque Dios lo creó con amor), entonces va al Infierno, a vivir sin amor, ¡sin Dios! Es así de claro, es renunciar al Amor, a sentirse amados por Dios Creador, Salvador y Redentor.

Y Dios nos llama, Dios Espíritu Santo, después de morir Jesús, Dios nos lo envió para consolarnos. ¿De qué? De la pérdida del Amor, al vivir en la vida terrena, en la esencia humana. Dios Espíritu Santo ha venido a amarnos, es Dios mismo que ha venido a amarnos, pero sólo lo podemos hallar en los sacramentos; quien no es católico, éste no puede sentir el amor de Dios; puede sentir sus deseos propios de amarlo, porque toda criatura busca al Amor, pero es, son, sus propios deseos de amor; el amor verdadero sólo está en Dios, y Dios sólo está en los sacramentos, está allí verdaderamente presente. Y, ¿por qué no se nos entrega Dios a todos y cada uno? Lo hace, Dios se entrega a todos y a cada uno, pero ése uno debe usar de los sacramentos, porque es la única vía de conducta humana que puede conseguir que nos unamos a Dios mismo, porque Dios no es de este mundo humano; vivió en este mundo humano por 33 años, y la única vía de ir a Él, a Dios, es a través de Dios mismo en Jesús. Debéis comprender esto, debéis comprender que sois de otro mundo; hemos venido de otro mundo a vivir a la tierra, para pasar las pruebas que le van a demostrar a Dios que su amor, el amor salido de Él, regresa a Él; libremente lo ha encontrado, libremente lo ha buscado y lo ha hallado, y libremente dice “Sí, Serviam”. Y lo cumple, y sirve a Dios; ¿cómo, cómo, si Dios no necesita de nadie? Sirviendo a los demás. Así se le demuestra a Dios que se le ama, haciendo lo que Él hizo; se hizo humilde y sirvió a Dios Padre, cumpliendo todos los mandamientos de la Ley, siendo Él, la misma Ley, cumplida también. No es difícil de entender, es fácil; medítalo, que seguiré con ello. Pero mientras no vuelvo a escribir, piensa eso, piensa que Dios te ama, que eres amado por Dios, sencillamente porque eres su amor. Él te ama y tú eres su amor, y dejó libre al amor con que Él ama a cada uno de los hombres, para que ese amor, ¡tú!, amor de Dios salido de Él mismo, regrese libremente a Dios, de donde salió, porque eres amor, ¡amor!, el amor con que Dios te ama; eso eres tú, Amor, y sin amor, sin lo que eres, y eres el amor con que Dios te ama, no puedes vivir, no eres, porque tu esencia es amor; los que van al Infierno son los que se han olvidado completamente de Dios; ese amor que son, desapareció, y olvidándose de Dios, se llenó de esencia de lo contrario del amor, de odio, y el odio no va a Dios, va a Satanás, que es su padre, el padre de la negación de ser amados por Dios, de ser hijos de Dios por amor, porque Dios Padre nos creó de ese mismo amor que es Él y que ama, y esa manifestación de amor en cada uno de nosotros, es Alma, nuestra alma, que es amor de Dios y es para Dios, y hasta que no reconoce a Dios, se juega la vida, en la Eternidad de Dios, que es Amor.

Quien tenga sentimientos, los escudriñe, y quien tenga fe, crea en que Dios lo ama y es amor de Dios. Eso eres tú, amor de Dios.

P. Jesús

© copyright