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EXISTE EL INFIERNO…

EXISTE EL INFIERNO

Y existe el Malvado, que odia al hombre por Dios creado. ¿Ya te habías enterado?

Perdona que toque un asunto tan candente en este caliente mes de Agosto, en el que posiblemente descanses a gusto, y te lleves algún susto, porque no quiero ser como el “perro mudo” que predica el Evangelio con espíritu navideño y pascual, obviando a la Serpiente infernal.

El Diablo, empiezan obviándolo y acaban olvidándolo, por eso es muy católico el ir recordándolo.

Muchos pasan “de puntillas” sobre el tema para no quemarse los pies, esos pies que deberían anunciar el Evangelio sin restricciones mentales pastorales. Negar la Verdad, ocultándola, es pecado muy grave.

Jesús habla del Infierno sin tapujos ni eufemismos ridículos, y siempre exhortando a la vigilancia y a la conversión.

Como no predican sobre los Mandamientos ni sobre la gravedad del pecado mortal, ¿para qué hablar del Infierno? Además, “las cosas han cambiado”, y allí deben tener aire acondicionado.

No hablan del tema para no asustar al personal, y eso está pero que muy mal, porque bendito susto el que salva un alma. No aman a los fieles porque no buscan su salvación; son los mismos que no facilitan la confesión.

Si no crees en Satanás, menudo susto tendrás.

Leyendo el Evangelio, entenderás que quien no está con Dios, está con Satanás.

Después de leer el Evangelio, no creer en el Infierno es de ilusos o de merluzos.

La existencia del Infierno no es una metáfora simbólica, es de fe católica.

El terrorismo infernal no es asunto banal, y ceder a su presión, lleva a la condenación.

“Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al Infierno”. (Mt. 5, 29)

“Y si tu mano te escandaliza, córtatela. Más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos acabar en el Infierno, en el fuego inextinguible.” (Mc. 9, 43) ¡Caramba!, parece que allí no hay carámbanos.

“Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden.” (Jn. 15, 6)

“El pecado mortal entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno…” (Catecismo).

“Dios no predestina a nadie a ir al Infierno; para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final.” (Catecismo).

Van al Infierno los que no figuran en el “Libro de Familia”: (“Todo el que no figuraba escrito en el libro de la vida era arrojado al estanque de fuego.”) Apoc. 20, 15.

De “ignorar” a Satanás, pronto te arrepentirás.

Quien vive para agradar al Diablo, merece vivir en un establo, porque aunque Satanás es un ser espiritual, es bastante “animal.”

Si no crees en el Infierno, cuando mueras tendrás un susto de Muerte.

Jesús no engaña, mira la parábola de la cizaña: “El enemigo que la sembró es el diablo. La cizaña son los hijos del Maligno… y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. Quien tenga oídos, que oiga” (Mat. 13, 37…). Pero no hay peor sordo que quien no quiere oír, y al Infierno quiere ir.

Cuando mueras, que quien descanse en paz no sea el Diablo.


QUE TE PARECE:

Podemos alcanzar la salvación (y evitar la condenación) mediante la conversión de corazón, seguida de una buena confesión. “¡Dios nos pille confesados!”, dice el refrán.

Es estimulante y reconfortante pensar que existe el Infierno, porque vemos que no estamos tan mal aquí, pese a los virus, a los impuestos y a los políticos funestos.

No me seas vacilón, que hay muerte y condenación, y también hay salvación.

Vive en estado de alerta, con la conciencia despierta, que Satanás no ha muerto, desaparece de la pantalla.

Ve con la mirada atenta y piensa por tu cuenta.


Javier Bellido

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