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NO TE LO MERECES

NO TE LO MERECES

Escuchamos muchas veces el “Tú te lo mereces” y otras sandeces, como: “Merecéis ser felices”; ¡tiene narices!, ¿será como las perdices o, tal vez, las meretrices?

Mola subirse a la parra y merecer ir de farra. Por la vía de los hechos, merecemos los derechos, y no hacemos alusiones a nuestras obligaciones.

El mérito o el demérito, son la justa retribución de nuestros actos.

No tenemos ningún mérito frente a Dios, porque todo lo que somos y tenemos son dones recibidos del Creador. Fuera, hasta la más ínfima ínfula.

Dice el refrán, que “El fracaso es huérfano”, y así, pensamos que somos progenitores del éxito.

Todo mérito es de Dios, y todo demérito, nuestro. Lo nuestro, lo humano, es el pecado, la deuda (“Padre nuestro…, perdónanos nuestras deudas…”). Incluso los méritos de nuestras buenas obras, son dones de la bondad divina.

No merecemos ni la primera gracia (del Bautismo), pero bajo la moción del Espíritu Santo y de la caridad, podemos después merecer gracias para nuestra santificación y salvación.

Por el Bautismo, somos meritísimos hijos de Dios y de la Iglesia. Si nuestros méritos son pura gracia, nuestros deméritos, pura desgracia.

El Amor de Cristo es la fuente “sostenible” de todos nuestros méritos, y si vivimos unidos a Él, nuestros actos tendrán un mérito sobrenatural.

Muchos, incluso católicos, tienen la visión de un Jesucristo emérito, olvidando que sigue Reinando (Cristo, ayer, hoy, siempre).

Para merecer, hay que meritar (meditar, orar, amar, obrar con fe). ¿Sabes lo que te mereces? Lo que Dios te dará con creces, cuando con fe, reces. Recuerda el milagro de los peces.

No merecemos el inmenso y gratuito amor que Dios nos tiene, ni su perdón, paciencia y misericordia.

“El Señor es compasivo y benigno, lento para el castigo, rico en amor”. “Dios olvida nuestras culpas (confesadas), no castiga como merecen nuestros pecados”.

Merecemos el cielo, por gracia de Dios y los méritos de Jesucristo, si cumplimos los Mandamientos.

Los méritos de Cristo empiezan con su nacimiento en Belén, circuncisión, huída a Egipto, años de trabajo artesanal, predicación del Evangelio, Pasión y Muerte.

Inseparablemente, nos beneficiamos de los méritos de todos los mártires y santos; de manera especialísima, de María Santísima, Corredentora, cuyos méritos van unidos cronológicamente a las etapas de la vida de Jesús; sus lágrimas al pie de la Cruz, son de un valor incalculable.

¡Oh preciosísima Sangre de mi Dios, misericordia por el mundo entero! Y ya, como colofón, la lección del buen ladrón:

A- El LADRÓN AL OTRO: “¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios?” (Luc. 23, 40). El santo temor de Dios exige temor al virus peccati.

B- CONTINUACIÓN: “Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal”. La humildad crece cuando uno sabe lo que se merece.

C- CONCLUSIÓN: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Luc. 23,42). Todos somos ladronzuelos, le tenemos robado el Corazón a Dios. Nos ha dado la vida por amor (somos un deseo suyo); nos dio a su Hijo para salvarnos, y al Espíritu Santo para amarnos, y espera abrazarnos en el Paraíso.


QUE TE PARECE:

Mucha gente piensa, erróneamente, que los caprichos los merecemos; y, por otra parte, los beneficios no los agradecemos.

Menos merecimiento, y más agradecimiento, que “Es de bien nacido, ser agradecido”. ¿Crees que alguien se merece algo bueno? La Suma Bondad, Dios, se lo merece todo. ¡DEO OMNES GLORIA!


Javier Bellido

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