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¿Temer a la muerte?

¿Temer a la muerte?

Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre.”
Mahatma Gandhi

¿Tiene sentido temer a la muerte?

La muerte es parte de la vida, es más, sigue siendo vida, aunque sólo es la vida del alma. Dejamos el cuerpo aquí en la tierra, y el alma va ante Dios.

Si amamos a Dios sobre todas las cosas y personas, no tendremos miedo a la muerte, sino que cuando nos llegue la hora, nos alegraremos de poder ver cara a cara a Nuestro Gran Amor, ¡qué emoción! ¡Qué alegría! Poder estar ante Dios y abrazarle, decirle “soy yo Padre, aquí me tienes tal cual soy”. Será maravilloso vivir por siempre envuelto de la energía del Amor de Dios. Vale la pena sufrir por su amor aquí en la tierra, sí vale la pena, por un Amor tan Grande y Verdadero.

Si nos acostumbramos a estar siempre ante la presencia de Dios, a actuar pensando sólo en Dios, ya empezaremos a vivir nuestra parcela del Cielo aquí en la tierra, nos acostumbraremos a nuestro trato con Dios, y al morir, en el Cielo, seguirá nuestra relación amorosa, pero allí; Dios podrá darse completamente a nosotros y tenernos dentro de Su Amor. Ya que Él es el Cielo, Todo Él lo envuelve todo, lo abarca. No es como aquí en la tierra, donde cada uno tiene su parcela, allí, todos estaremos en Dios, unidos en su Amor, que es lo que une a los santos, pero a la vez cada uno estaremos dentro de Dios de manera individual, es decir, de manera íntima cada uno disfrutaremos y nos gozaremos en el Amor individual de Dios para con nosotros. ¡Qué bien estaremos con Santa María! ¡Cuánto cariño podremos darle y nos dará Ella!

Según la medida de nuestro Amor por Dios, así seremos felices al morir. Si en esta vida es Dios nuestro primer Amor SOBRE TODO Y TODOS; viviremos aquí de manera paralela a este Amor que da vida, y por ello estaremos vivos en la Verdad, en el  Amor Verdadero: En Dios.

Hablemos con Dios durante todo el día, hablemos con Santa María, mientras andamos, mientras comemos o pensamos, que nos lleven siempre de la mano y nos guíen en este camino de prueba: la vida terrena. No estamos solos, confiemos en Dios y pongámonos en las manos de nuestro ángel de la guarda, este gran amigo que siempre está con nosotros.

Montserrat Bellido Durán
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