Saltar al contenido

101 Biblia y meditación

La Biblia
El primer encuentro de José con sus hermanos
Génesis 42, 6-26

6 José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra.
7 Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. «¿De dónde vienen?», les preguntó. Ellos respondieron: «Venimos de Canaán para abastecernos de víveres».
8 Y al reconocer a sus hermanos, sin que ellos lo reconocieran a él,
9 José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos. Entonces les dijo: «Ustedes son espías, y han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
10 «No, señor», le respondieron. «Es verdad que tus servidores han venido a comprar víveres.
11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además, personas honradas. No somos espías».
12 Pero él insistió: «No, ustedes han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
13 Ellos continuaron diciendo: «Nosotros, tus servidores, somos doce hermanos, hijos de un hombre que reside en Canaán. El menor está ahora con nuestro padre, y otro ya no vive».
14 Pero él volvió a insistir: «Ya les he dicho que ustedes son espías.
15 Por eso van a ser sometidos a una prueba: juro por el Faraón que ustedes no quedarán en libertad, mientras no venga aquí su hermano menor.
16 Envíen a uno de ustedes a buscar a su hermano, los demás quedarán prisioneros. Así será puesto a prueba lo que ustedes han afirmado, para comprobar si dicen la verdad. De lo contrario, no habrá ninguna duda de que ustedes son espías».
17 E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días. 
18 Al tercer día, José les dijo: «Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios.
19 Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias.
20 Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán». Ellos estuvieron de acuerdo.
21 Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: «¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia».
22 Rubén les respondió: «¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre».
23 Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete.
24 José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos.
25 Después José mandó que les llenaran las bolsas con trigo y que repusieran el dinero en la bolsa de cada uno. También ordenó que les entregaran provisiones para el camino. Así se hizo.
26 Ellos cargaron sus asnos con los víveres y partieron.

Meditación:

El primer encuentro de José con sus hermanos

Se denominaban a sí mismos, los hermanos de José, como personas honradas, y habiendo hecho con su hermano José lo que le hicieron, todo y así, en voz alta ante el poderoso José, decían que eran honrados. ¿Es que no tenían conciencia de su grave pecado?… ¿y tú, puede que a ti te pase igual, que no tengas conciencia del daño hecho a tu hermano?…

¿Hizo bien José en tratarlos como espías?… ¿Tenía que haberse mostrado humilde y darles todo lo que pedían por el hecho de haberles perdonado?…

José, al cabo de tres días de estar bajo custodia, les habla y les pide, por ser un hombre temeroso de Dios, que certifiquen que no mienten; quiere obras de su verdad, obras que respalden sus palabras de honradez, que pronunciaron ante el que maltrataron,  ¡su propio hermano José!, que les pidió ayuda y clemencia, estando en el pozo donde le pusieron sus hermanos años atrás, cuando él confiaba plenamente en ellos, tanto, que incluso les contaba sus sueños; y ellos, furiosos por los sueños de José, su hermano, y por el trato que le daba su padre, le dañaron despiadadamente, injustamente, dándole la hiel que contenía su corazón cobarde e infiel, aunque eran parte del pueblo de Dios, elegido para ser de la estirpe de Cristo, ¡el Rey de los Judíos, el Dios de todos!

Los asustó José, exigiéndoles la verdad y diciéndoles que, de decirla, no morirían. ¡Cuánto poder tenía ahora José!, ese mismo José, abandonado, humillado, solo, y falto de todo afecto humano. Ahora él podía hacer venganza y la ley estaría siempre de acuerdo con él, porque él representaba la ley egipcia, tenía poder para hacer y deshacer; era el Gran José, mientras sus hermanos hablaban de él como un hombre muerto.

Se dieron cuenta sus hermanos que venía sobre ellos la hora terrena de la justicia, porque todo se paga también en esta vida; la historia de los hombres lo testifica; da valor a esta creencia de que quien siembra, recoge su siembra; tarde o pronto, la vida pasa cuentas de los hechos y, a veces, también de las palabras que han dañado al inocente que es temeroso de Dios.

Leemos: “José se alejó de ellos para llorar”. ¿Aún le quedaban lágrimas a José, después de más de veinte años sufriendo y llorando?, ¡clamando al Cielo por la paz de su corazón en duelo!

Las lágrimas de los buenos, como José, siempre viven, porque la misericordia tiene su faceta espiritual, que protege al corazón de embrutecerse y lo mantiene envuelto en lágrimas para que no se endurezca y llegue a ser más perverso que. los que pervirtiendo la fe, hicieron mal y lo malo al bueno que hace el bien.

Si tú, como José, tienes unos hermanos así de malos, ¡que hay!, aún hoy hay, y te han dañado, ¡benditas sean tus lágrimas, que por ellas, jamás serás como ellos!, ¡JAMÁS!

P. Jesús

© copyright