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39 Biblia y meditación

La Biblia
El matrimonio de Isaac y Rebeca
Génesis 24, 1-67

Capítulo 24

1 Abraham ya era un anciano de edad avanzada, y el Señor lo había bendecido en todo.

2 Entonces dijo al servidor más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes: «Coloca tu mano debajo de mi muslo,

3 y júrame por el Señor, Dios del Cielo y de la tierra, que no buscarás una esposa para mi hijo entre las hijas de los cananeos, con los que estoy viviendo,

4 sino que irás a mi país natal, y de allí traerás una esposa para Isaac».

5 El servidor le dijo: «Si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿debo hacer que tu hijo regrese al país de donde saliste?».

6 «Cuídate muy bien de llevar allí a mi hijo», replicó Abraham.

7 «El Señor, Dios del cielo, que me sacó de mi casa paterna y de mi país natal, y me prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes, enviará su Ángel delante de ti, a fin de que puedas traer de allí una esposa para mi hijo.

8 Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre del juramento que me haces; pero no lleves allí a mi hijo».

9 El servidor puso su mano debajo del muslo de Abraham, su señor, y le prestó juramento respecto de lo que habían hablado.

10 Luego tomó diez de los camellos de su señor, y llevando consigo toda clase de regalos, partió hacia Aram Naharaim, hacia la ciudad de Najor.

11 Allí hizo arrodillar a los camellos junto a la fuente, en las afueras de la ciudad. Era el atardecer, la hora en que las mujeres salen a buscar agua.

12 Entonces dijo: «Señor, Dios de Abraham, dame hoy una señal favorable, y muéstrate bondadoso con mi patrón Abraham.

13 Yo me quedaré parado junto a la fuente, mientras las hijas de los pobladores de la ciudad vienen a sacar agua.

14 La joven a la que yo diga: «Por favor, inclina tu cántaro para que pueda beber», y que me responda: «Toma, y también daré de beber a tus camellos», esa será la mujer que has destinado para tu servidor Isaac. Así reconoceré que has sido bondadoso con mi patrón».

15 Aún no había terminado de hablar, cuando Rebeca, la hija de Betuel –el cual era a su vez hijo de Milcá, la esposa de Najor, el hermano de Abraham– apareció con un cántaro sobre el hombro.

16 Era una joven virgen, de aspecto muy hermoso, que nunca había tenido relaciones con ningún hombre. Ella bajó a la fuente, llenó su cántaro, y cuando se disponía a regresar,

17 el servidor corrió a su encuentro y le dijo: «Por favor, dame un trago de esa agua que llevas en el cántaro».

18 «Bebe, señor», respondió ella, y bajando el cántaro de su hombro, se apresuró a darle de beber.

19 Después que lo dejó beber hasta saciarse, añadió: «También sacaré agua hasta que tus camellos se sacien de beber».

20 En seguida vació su cántaro en el bebedero, y fue corriendo de nuevo a la fuente, hasta que sacó agua para todos los camellos.

21 Mientras tanto, el hombre la contemplaba en silencio, deseoso de saber si el Señor le permitiría lograr su cometido o no.

22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo, y lo colocó en la nariz de la joven; luego le puso en los brazos dos pulseras de diez siclos.

23 Después le preguntó: «¿De quién eres hija? ¿Y hay lugar en la casa de tu padre para que podamos pasar la noche?».

24 Ella respondió: «Soy la hija de Betuel, el hijo que Milcá dio a Najor».

25 Y añadió: «En nuestra casa hay paja y forraje en abundancia, y también hay sitio para pasar la noche».

26 El hombre se inclinó y adoró al Señor,

27 diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de mi patrón Abraham, que nunca dejó de manifestarle su amor y su fidelidad. El ha guiado mis pasos hasta la casa de sus parientes».

28 Entretanto, la joven corrió a llevar la noticia a la casa de su madre.

29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán.

30 Este, apenas vio el anillo y las pulseras que traía su hermana, y le oyó contar todo lo que el hombre le había dicho, salió rápidamente y se dirigió hacia la fuente en busca de él. Al llegar, lo encontró con sus camellos junto a la fuente.

31 Entonces le dijo: «¡Ven, bendito del Señor! ¿Por qué te quedas afuera, si yo he preparado mi casa y tengo lugar para los camellos?».

32 El hombre entró en la casa. En seguida desensillaron los camellos, les dieron agua y forraje, y trajeron agua para que él y sus acompañantes se lavaran los pies.

33 Pero cuando le sirvieron de comer, el hombre dijo: «No voy a comer, si antes no expongo el asunto que traigo entre manos». «Habla», le respondió Labán.

34 El continuó: «Yo soy servidor de Abraham.

35 El Señor colmó de bendiciones a mi patrón y lo hizo prosperar, dándole ovejas y vacas, plata y oro, esclavos y esclavas, camellos y asnos.

36 Y su esposa Sara, siendo ya anciana, le dio un hijo, a quien mi patrón legó todos sus bienes.

37 Ahora bien, mi patrón me hizo prestar un juramento diciendo: «No busques una esposa para mi hijo entre las hijas de los cananeos, en cuyo país resido.

38 Ve, en cambio, a mi casa paterna, y busca entre mis familiares una esposa para mi hijo».

39 «¿Y si la mujer se niega a venir conmigo?», le pregunté.

40 Pero él me respondió: «El Señor, en cuya presencia he caminado siempre, enviará su Angel delante de ti, y hará que logres tu cometido, trayendo para mi hijo una esposa de mi propia familia, de mi casa paterna.

41 Para quedar libre del juramento que me haces, debes visitar primero a mis familiares. Si ellos no quieren dártela, el juramento ya no te obligará».

42 Por eso hoy, al llegar a la fuente, dije: «Señor, Dios de mi patrón Abraham, permíteme llevar a cabo la misión que he venido a realizar.

43 Yo me quedaré parado junto a la fuente, y cuando salga una joven a buscar agua, le diré: Déjame beber un poco de agua de tu cántaro.

44 Y si ella me responde: Bebe, y también sacaré agua para que beban tus camellos, esa será la mujer que tú has destinado para el hijo de mi señor».

45 Apenas terminé de decir estas cosas, salió Rebeca con un cántaro sobre el hombro. Y cuando bajó a la fuente para sacar agua, le dije: «Por favor, dame de beber».

46 Ella se apresuró a bajar el cántaro de su hombro y respondió: «Bebe, y también daré de beber a tus camellos». Yo bebí, y ella dio agua a los camellos».

47 Después le pregunté: «¿De quién eres hija?». «Soy hija de Betuel, el hijo que Milcá dio a Najor», respondió ella. Yo le puse el anillo en la nariz y las pulseras en los brazos,

48 y postrándome, adoré y bendije al Señor, el Dios de Abraham, que me guió por el buen camino, para que pudiera llevar al hijo de mi patrón una hija de su pariente.

49 Y ahora, si ustedes están dispuestos a ofrecer a mi patrón una auténtica prueba de amistad, díganmelo; si no, díganmelo también. Así yo sabré a qué atenerme».

50 Labán y Betuel dijeron: «Todo esto viene del Señor. Nosotros no podemos responderte ni sí ni no.

51 Ahí tienes a Rebeca: llévala contigo, y que sea la esposa de tu patrón, como el Señor lo ha dispuesto:.

52 Cuando el servidor de Abraham oyó estas palabras, se postró en tierra delante del Señor.

53 Luego sacó unos objetos de oro y plata y algunos vestidos, y se los obsequió a Rebeca. También entregó regalos a su hermano y a su madre.

54 Después él y sus acompañantes comieron y bebieron, y pasaron la noche allí. A la mañana siguiente, apenas se levantaron, el servidor dijo: «Déjenme regresar a la casa de mi patrón».

55 El hermano y la madre de Rebeca respondieron: «Que la muchacha se quede con nosotros unos diez días más. Luego podrás irte».

56 Pero el servidor replicó: «No me detengan, ahora que el Señor me permitió lograr mi cometido. Déjenme ir, y volveré a la casa de mi patrón».

57 Ellos dijeron: «Llamemos a la muchacha, y preguntémosle qué opina».

58 Entonces llamaron a Rebeca y le preguntaron: «¿Quieres irte con este hombre?». «Sí», respondió ella.

59 Ellos despidieron a Rebeca y a su nodriza, lo mismo que al servidor y a sus acompañantes,

60 y la bendijeron, diciendo: «Hermana nuestra, que nazcan de ti millares y decenas de millares; y que tus descendientes conquisten las ciudades de sus enemigos».

61 Rebeca y sus sirvientas montaron en los camellos y siguieron al hombre. Este tomó consigo a Rebeca, y partió.

62 Entretanto, Isaac había vuelto de las cercanías del pozo de Lajai Roí, porque estaba radicado en la región del Négueb.

63 Al atardecer salió a caminar por el campo, y vio venir unos camellos.

64 Cuando Rebeca vio a Isaac, bajó del camello

65 y preguntó al servidor: «¿Quién es ese hombre que viene hacia nosotros por el campo?». «Es mi señor», respondió el servidor. Entonces ella tomó su velo y se cubrió.

66 El servidor contó a Isaac todas las cosas que había hecho,

67 y este hizo entrar a Rebeca en su carpa. Isaac se casó con ella y la amó. Así encontró un consuelo después de la muerte de su madre.

Meditación:

El matrimonio de Isaac y Rebeca

Para Dios no hay nada imposible, y siempre ayuda a los suyos en su vocación al santo matrimonio. Pero como a Abraham, el padre de Isaac, no debe convencerte ninguna mujer que no sea de la estirpe de tu vocación. Amarás a Dios sobre todas las cosas, y Dios te llenara de bendiciones y bienes y alegría en la dicha del amor romántico. Pero no te des en desigualdad, si tú eres de los que desean formar un hogar feliz, sin discusiones y con hijos que sean la alegría de Dios y tus mayores. La Iglesia Católica permite, con licencia, que contraigas matrimonio con una persona que no practique tu fe, que no sea de la misma, pero que se comprometa a respetarte y dejar que vuestros hijos sean católicos y reciban la doctrina de su fe. Aunque para regocijo de tu alma, disfruta ella de las caricias y la dicha de una persona que como tú ame a Dios sobre todas las cosas. Si tardas en encontrarla, haz como el siervo fiel Abraham, y haz un pacto con Dios, pidiéndole insistentemente te haga feliz con la persona de la que te enamores, y ella de ti. Porque el amor conyugal es tierno y placentero cuando ambos esposos tienen puesta su mirada en el mismo punto: la Cruz de Cristo.

Todo está bien para los que ponen a Dios como principal causa de su amor, y Dios bendice a los hijos que, sabiendo esperar y buscar, buscan por cónyuge a quien tiene en su corazón a la misma Madre de Dios.

Pocas cosas son más agradables en esta tierra, que encontrar un cónyuge a quien admirar y con quien compartir la vida, la fe y la educación de los hijos en el amor de Dios, y todo por y con caridad.

P. Jesús

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