Saltar al contenido

6 Biblia y meditación

La Biblia
LA HISTORIA DEL GÉNERO HUMANO
Los hijos de Dios y las hijas de los hombres
Génesis 6, 1-4.

Capítulo 6

1 Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas,
2 los hijos de Dios vieron que estas eran hermosas, y tomaron como mujeres a todas las que quisieron.
3 Entonces el Señor dijo: «Mi espíritu no va a permanecer activo para siempre en el hombre, porque este no es más que carne; por eso no vivirá más de ciento veinte años».
4 En aquellos días –y aún después– cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y ellas tuvieron hijos, había en la tierra gigantes: estos fueron los héroes famosos de la antigüedad.

Meditación:

LA HISTORIA DEL GÉNERO HUMANO
Los hijos de Dios y las hijas de los hombres – Génesis 6, 1-4.

Toda concupiscencia trae desórdenes, y el gigantismo es uno de ellos. Porque se dieron al sexo por el sexo, al placer de la belleza femenina y al libertinaje de un uso natural como es el sexual, que como todo lo hecho por Dios, es para servirlo a Él.

Pero los hombres de Dios, que Dios creo a Adán, al hombre, de sus propias manos, usando el fango y soplando su halito, la esencia de Dios mismo, por sus narices y así tuvo alma y tuvo vida, y la mujer salió del hombre que Dios había hecho, salió de una costilla suya, para que el hombre que Dios había creado, no estuviera sólo y le dió la compañía necesaria para ser entre los dos y los dos: una sola carne y así poblar la tierra.

Mas, en vez de poblar la tierra se dieron a la concupiscencia, a usar de dos del  sexo, no para que continuara la especie, sino para disfrutar y divertirse y vivir la vida. Y Dios no quiso eso, no quiere eso, porque todo lo que Dios ha creado es para Él. Como el trabajo que hacemos y nos agrada y lo amamos, queremos que nos sirva, que nos respete y que haga por lo que lo hemos hecho. Así mismo Dios quiere lo mismo de nosotros: Su obra magnífica, sus amados hijos.

Pero olvidándose de Dios, el hombre, salido de las propias manos de Dios, buscó a cuantas mujeres quería e iba con todas. ¿Abusaba de ellas? ¿Las tenía por nada? Él también, el hombre, también les daba su placer; y en eso vemos que ambos eran reos de su propia esclavitud, el hombre de su pasión y la mujer de su belleza y los dos de su concupiscencia.

Cansado Dios de que lo que ama no lo amaba, sino que se amaba a sí mismo, le redujo los días de vida, y por eso, y en señal y en recuerdo de eso, no hay hombre que viva más de 120 años. Esa señal nos debería bastar para recordar que somos criaturas de Dios, porque sólo hay un Dios y aunque nos hizo a su imagen y semejanza, sólo Él es Dios. Así que abandonemos estos aires de grandeza y prepotencia y de dioses y asimilemos de una vez por todas, la verdad de la realidad: somos criaturas de Dios que no vivimos más de 120 años.

P. Jesús

© copyright