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BIENVENIDA MISS MORTEM

BIENVENIDA MISS MORTEM

La muerte será bienvenida, si deseas la otra Vida, si sabes que es el punto de partida para tan maravilloso Lugar, del que nadie quiere regresar.

Hay dos días, entre tantos, que van seguidos y juntos, el día de Todos Santos, y el de los fieles Difuntos.

“Aquí todo se acabó, Fulanito nos dejó”. Dos frases muy ordinarias que resultan lapidarias, gozo de las funerarias, que aumentan su capital cuando se muere un mortal.

Ahora te digo yo: Fulanito no murió y ahora todo empezó. Fulanito no murió, porque, como tú y como yo, tiene mucha vida por delante, toda una eternidad… Sólo ocurrió que su alma inmortal, espiritual y personal, se ha liberado de un pesado fardo, se ha quitado un muerto de encima.

“La muerte tiene la última palabra”. ¡Falso! La última palabra la tiene Dios, Señor de la vida y de la muerte, y también tenemos cada uno, nuestra propia última palabra, porque, con nuestra conducta en vida, decidimos dónde queremos pasar el resto de nuestra larguísima vida, si en el Cielo o en el Infierno.

La muerte es la puerta de la eternidad, una puerta giratoria que acaba con nuestra historia, porque en el más allá no hay tiempo, ni batallitas que narrar, pese a que algún hortera crea que se reencarnará en forma de alcachofera.

No temer a la muerte es una gracia y una suerte, la suerte de un buen hijo que va al encuentro de su Padre Dios.

Algunos están tan arraigados en tierra, que piensan que vivirán, que vegetarán aquí para siempre, que no los cortarán, para que den semilla. Otros dicen que la esperanza de vida se alarga (“las ciencias avanzan, qué barbaridad”). También falso, porque hay una bíblica sentencia divina que dice que la vida del hombre no se alargará más de ciento veinte años; es Palabra de Dios. Si sabes de alguien que pase de esta edad, dímelo, que iré a ver cómo ha falsificado su carnet de identidad.

No temamos a la muerte, es como un segundo parto, un segundo nacimiento, pero a Mejor Vida. Dios nos espera, nos tiene reservada nuestra parcela en ese lugar extremadamente maravilloso, el reino del Amor. Allí también nos espera Santa María, con los ángeles, los santos de todos los tiempos, y nuestros seres queridos. Nos lo pasaremos en grande y para siempre. Vale la pena morir, para allí poder ir.

Hay quien piensa, con estulticia, que la muerte es una injusticia. Olvida que Dios, infinitamente Justo, nos la envía en el momento preciso, en el mejor momento de nuestra vida, para darnos oportunidad de salvación, que es lo que a Él más le interesa (“Dios quiere que todos los hombres se salven…”). Si nos sorprende la muerte de una persona buena, pensemos que era necesario, por ser su mejor momento.

Para los incondicionales de la moda y de las novedades, conviene recordar que la muerte no pasa de moda y es la última novedad, un novísimo de primer orden: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria.

Después de la muerte, inmediatamente después, Jesús te juzgará por el amor, amor a Dios y al prójimo, resumido en los Mandamientos. Te pedirá cuenta de los talentos que recibiste, de lo que hiciste o dejaste de hacer… Aquí coloco una cuña: Haz aquello que quisieras haber hecho cuando mueras. Piensa que, si quieres, puedes. Tienes la gracia sacramental, un poderoso antivirus divino que nos dejó Jesucristo, para superar la infección contagiosa, la maligna virosis satánica que azota la tierra.

Tengo que exprimir la memoria para recordar la última vez en que escuché practicar una obra de misericordia —“Enseñar al que no sabe”— predicando sobre el Infierno y el Purgatorio, porque, hablando de la muerte, muchos parecen haber perdido el “juicio”, omitido el Infierno, olvidado el Purgatorio, teniendo recordatoria y excesiva memoria para predicar la Gloria. 

No se habla del morir, muchas veces por no herir; se dicen vanalidades, por no herir “sensibilidades”, y el infierno y purgatorio, son dos palabras tabú… Llegados a este extremo, les recuerdo el Rascayú: “Rascayú, Rascayú, cuando mueras ¿qué harás tú?

Hay quien lee el Catecismo con una cierta dislexia, e interpreta a la ligera, la doctrina de la Iglesia.

Si a Fulano has enterrado, no te quedes ahí parado, que aparte del tanatorio, puede pasar por el Purgatorio. Si le quieres ayudar, en vez de flores comprar, tienes mucho que rezar y alguna Misa encargar, no lo vayas a olvidar.

   

QUÉ TE PARECE:

Recuerda en esa ocasión, a la hora de la muerte, la importante lección que nos dio un ladrón con suerte, que estando en crucifixión, “robó” a Dios el Corazón. Su mejor imitación es una buena confesión.