Saltar al contenido

EXISTEN VARIAS CERCANÍAS

EXISTEN VARIAS CERCANÍAS

Como suele decirse, “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Esta es una cercanía física, natural, que resulta buena, beneficiosa, por tratarse de un buen árbol de sombra. Podemos arrimarnos a un mal árbol, resinoso, que “tiene mala sombra” y, encima, nos mancha de resina. Como se diría, es esta una mala cercanía.

Tratándose de personas, la cercanía física acostumbra a transmitir virus, aborregamiento, aburrimiento y aburramiento, y, conste, que no miento.

Hay otro tipo de cercanía, la “química” o sentimental, que puede llamarse compañía (o acompañamiento) —compañía del sentimiento— que es compatible con la lejanía física; aquella canción: “Lejos de aquel instante, lejos de aquel lugar, al corazón amante, siento resucitar…” O la otra: “Poco a poco me voy acercando a ti…”

Cuando damos nuestro pésame a alguien, decimos: “Le acompaño en el sentimiento”. Esta cercanía nos mueve a la compasión, a la comprensión; a la admiración, a la comunicación; a la empatía y a la amistad, al enamoramiento. Aquí encaja el, nunca mejor dicho, dicho popular: “Dime con quién andas, y te diré quién eres”, o, en mi versión particular: “Dime con quién andas, y te diré de quién son esas manchas”. No sé si te han manchado, pero “Mejor solo, que mal acompañado”.

Finalizando esta analítica de la cercanía, encontramos, en tercer lugar, una que es de primer orden, la cercanía espiritual. Es la cercanía en “3D”, que incorpora la tercera dimensión, la vertical, que mira hacia el Reino Celestial. Se nutre de la caridad, de la piedad y del afán de santidad, y es regada copiosamente con la humildad (a modo de humedad, que la hace crecer).

En esta cercanía espiritual —compañía del alma— destaca la mejor, la compañía de Jesús, el gran Amor, Dios, nuestro Señor. La necesidad de esta cercanía, Cristo la plasmó en alegoría (la unión del sarmiento a la vid). La inhabitación trinitaria en el alma en gracia, es este excelso acompañamiento que no nos deja solos en ningún momento. Tenemos también la amorosa y solícita compañía de nuestra Madre, María, y del ángel de la guarda (“dulce compañía”).

La cercanía de Dios es bien patente, aunque, a veces, pensemos que está ausente: “Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado…” (San Josemaría; Camino, 267).

Los evangelistas nos cuentan cómo la gente se acercaba a Jesús: “… porque sanaba a tantos, que todos los que tenían enfermedades se le echaban encima para tocarle.” (Marcos 3,10). 

La “divina aproximación” es el mejor medio de santificación y de evangelización (acercar las almas a Dios, acercándolas a la Iglesia Católica y a los sacramentos). Dios es un Dios “de proximidad”, digamos, de “kilómetro cero” (ahora que está de moda esta horterada); puedes encontrarle en todos los sagrarios de las iglesias católicas, y, si vives en gracia santificante, le llevas dentro, muy dentro de ti. ¡VIVA LA ALEGRÍA DE LA BUENA COMPAÑÍA!

El católico puede ser evangelizante, siendo un buen acompañante: Siendo sal para alegrar la vida, luz para clarificar el camino, bálsamo para el herido, bastón para el tullido, samaritano para echar una mano.

Las obras de misericordia son las mejores obras de acompañamiento, y las mejores como tales, son las espirituales, por delante de las corporales.

Jesús se compadecía de las multitudes “porque eran como ovejas sin pastor”, no porque fueran como ovejas sin pastar.

Las siete obras de misericordia espirituales, que deben aprender mayores y chavales, son, por este orden: Enseñar al que no sabe, Dar buen consejo al que lo ha de menester, Corregir al que yerra, Perdonar las injurias, Consolar al triste, Sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas de nuestros prójimos, y Rogar a Dios por los vivos y muertos. ¿Has oído predicarlas en estos últimos cuarenta años?

Si en tu vida quieres alegrías, búscate y practica buenas compañías.   

QUÉ TE PARECE:

Busca la divina compañía en la Comunión, el Sagrario y la Oración; y en toda ocasión, en tu alma y corazón. ¡Ah!, y súbete al tren “de cercanías”, que es un convoy de “lejanías”, un tren de alta velocidad, el tren de la eterna y Alta felicidad… pero no te olvides del billete, la fidelidad.