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ERES HIJO DE DIOS

ERES HIJO DE DIOS

Algo más, mucho más, “hipermegamás” que simple criatura humana, eres hijo de Dios.

Recuerdo —hace ya medio siglo— oír lo que dijo un obrero a otro, que blasfemaba contra Dios: “Si quieres, te metes con mi padre o con el tuyo, pero no te consiento que lo hagas con el de los dos.” Aquel joven demostró, con una obra (acto) de fe, que amaba a Dios sobre todas las cosas y personas; en definitiva, cumplía, sin ningún miramiento y en todo momento, con el Primer Mandamiento. ¡Aplícate el cuento!

Pero no eres “un hijo más”, del multimillón que puebla la Tierra, no eres fruto de una “paternidad global”, eres hijo predilecto de una Paternidad especial, celestial, porque tu Padre Dios te quiere como a hijo amado, aunque tengas muchos hermanos (por cierto, que ama igual que a ti).

Es fácil entender la Paternidad, infinitamente Responsable, de Dios, que desea muchísimas almas para poder darles su Amor; por eso, “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. Digo que es fácil de entender —perdón, me fui por las ramas— para un padre terráqueo, que espera el nacimiento de sus hijos, con la ilusión de poder amarlos, cuidarlos y educarlos en el amor de Dios.

Si tienes un momento, coge el Salmo II (como éste no hay dos) y verás cómo y cuánto te ama Dios.

Tu Padre Dios te ama tanto, que Jesús hubiera muerto sólo por ti para abrirte las puertas del Paraíso, cerradas por la insensatez de Adán (el primer ecologista fracasado), soberbio y egoísta, que “se salió de la pista”.

Por su pecado sostenible, y para el Cielo ganar, tuvo que ir a trabajar (no había crisis laborales, por aquellos andurriales) para ganarse el pan, con el sudor de su frente… ¡Ojo!, no “con el sudor del de enfrente”.

QUÉ TE PARECE si te propones vivir la alegría de saberte hijo de Dios, dando muchas alegrías a tu Padre Dios… y para conseguirlo en un primer intento, procuras cumplir con el Primer Mandamiento.

Si lo consigues, en su momento, San Pedro te hará un monumento.