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HAY MISERICORDIA DE LA BUENA

HAY MISERICORDIA DE LA BUENA

La misericordia es un atributo de Dios, que perdona. Nuestro Padre, Dios, es infinitamente misericordioso: se entregó, en su Hijo, a la muerte para abrirnos las puertas del Cielo, y tuvo misericordia de sus verdugos; por misericordia hacia nosotros, pecadores de nacimiento, se hizo Pan eucarístico para “Dar de comer al hambriento” en el camino hacia el Paraíso, e inventó la confesión, sacramento de misericordia y perdón, para curarnos de cualquier resbalón.

Es misericordioso a secas, quien se conduele y compadece de los males del prójimo. Esto es mera misericordia filantrópica o pura “solidaridad” (frívola sustituta de la caridad), pero la auténtica, la buena misericordia, es caritativa —y no paga IVA—, es un amor “de rebote”: amamos a los demás por amor a Dios, y somos misericordiosos en la medida que nos empapemos de la misericordia divina.

Este es el espíritu de las Bienaventuranzas, y de las preguntas del examen final. ¿Te vas a perder el Cielo?

QUÉ TE PARECE si en vez de tanto postureo y pastoreo, acudes humilde y confiadamente a echarte en los brazos amorosos de tu Padre, Dios, que te espera pacientemente en un confesonario, muchas veces polvoriento, por tu culpa.