Saltar al contenido

Gracias ¡Oh, mi Dios!

 

GRACIAS ¡OH, MI DIOS!

Lo deseé,
y enardecí mi deseo
para que se cobijase dentro, muy adentro…,
en el corazón;
y al abrirse pétalo a pétalo en mi interior,
bebía yo de mi deseo, de sentir a Dios.

Dejé de buscar fuera,
lo que tenía germinando dentro.

Hoy… soy libre,
y, frágil, respiro tranquilamente,
bajo tu cuidado, Jesús, Amor.

Mi voluntad es tuya, Dios,
y por eso soy libre,
porque ya… todo cuanto pase
no me «incumbe»,
eres Tú el Gobernador del Mundo,
y eres Tú el que quiere o permite;
yo, a acatar, y a besar tus pies,
porque eres Tú quien sabes y conoces.

Que no me importe nada más que tu amor,
que sea mi lucha por alcanzar la santidad.

Te quiero cerca, te anhelo cerca,
me entristece pensar que pueda sentirte lejos… buscándote,
y me es fácil ser buena a tu lado,
porque yo obedezco a mi Maestro,
a mi Creador, a mi Señor,
a mi Rey, a Ti ¡Oh, mi Amor!

Que no se imponga más alto deseo en mí,
que el de servirte.
Ayúdame Jesús! ¡Ayúdame Dios!
Guárdame, guárdame,
que no me atraiga el mundo,
que sólo necesite de ti.
Tú eres mi máxima y completa necesidad.
¡Oh Señor… que no necesite del mundo!,
cuyo príncipe es el Demonio.

Te adoro con mi corazón felizmente ardiente,
te sirvo con mi palpitar postrado ante Ti.
Te anhelo, te canto, te escribo, te sueño, te ruego…
Te espero en mi corazón…,
ya estás dentro.
Gracias ¡Oh, mi Dios!

 

Patricia Bellido Durán
© copyright