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II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 32

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

32 El mundo: A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.

S. Pablo afirma refiriéndose a los paganos: «Lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Rom 1,19-20; cf. Hch 14,15.17; 17,27-28; Sb 13,1-9).

Y S. Agustín: «Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo…interroga a todas estas realidades. Todas te responde: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión («confessio»). Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza («Pulcher»), no sujeto a cambio?» (serm. 241,2).

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

Sólo lo bello es real, porque sólo lo bello es bueno, y por ser bello y bueno es perfecto.

Lo bello y bueno ha salido del amor, porque, cuando se ama de verdad, sólo puede salir de uno lo mejor de cada uno. Cuando amamos bien, somos mejores; cuando nos gusta lo bello, buscamos el amor, y todo esto está impreso en la realidad del mundo; en la creación de lo creado hay belleza, hay bondad: hay amor.

¿Y quien pudo hacer las cosas, crear las cosas así: bellas, buenas, con amor? Sólo alguien perfecto, sólo alguien que no se dejara influir por otros, y por lo cual sea y es Superior a todos; porque en su sentencia, por las obras que vemos en la realidad de lo que son cielos y tierra, vemos un gran amor, una total libertad de expresión; dejando a la creación crear a su antojo, y desde la pequeña flor al más grande de los planetas, todo es perfecto en ello, y tan perfecto que no interrumpe uno la función del otro, es más, se complementan todas las realidades de todo lo que es y hay en la creación.

Una perfección tal, una demostración de amor tal, sólo puede salir de Dios. Del que es, del que se denomina: Soy el que soy, y por serlo, es lo que es y hace lo que hace, y nosotros, los hombres, dentro de esta declaración de amor de Dios con sus obras, sabemos que el Amor nos creó y nos eligió para la belleza, la bondad, el Amor.

Si investigamos interrogando cada cosa, qué es, cómo es, vemos en cada existencia la totalidad de un Dios de Amor, Belleza, Bondad.

El agua es buena, aunque a veces se desborda y hace maldades, pero el agua es buena de por si, es bella, se entrega con amor, se da de lo que es para saciarnos la sed y limpiarnos por dentro y por fuera del cuerpo, aunque algunos han muerto ahogados por agua; entonces, ¿es mala el agua? La circunstancia es lo que fué mala. Dios hizo el agua, y las circunstancias están sujetas a la unión del todo lo creado, que por el pecado original está entregado al mal, a la no obediencia de lo que es por ser creado como es. Así ocurre también con las personas, no somos malas, pero, o por las circunstancias enfermamos y padecemos mal, o nos hacen maldades por mal funcionamiento de otros, que no son por lo que han sido creados, sino que, usando de su libertad, siendo buenos no hacen el bien, sino que por unos porqués que se dejan influir en ellos, no apartando lo malo de si mismos, llegan a cometer maldades, a no usar del bien, de la belleza, del Amor que son.

Muchos, en momentos críticos, quisieran que Dios, en su bondad, no los hubiera dejado libres, y lloran buscando al amor con que fueron creados por Dios; ese resurgir del hombre en busca de su bien, lo puede llevar al Sumo Bien, y si obedeciera a Dios, cumpliendo con Su Ley, con los diez mandamientos de la Ley de Dios, estarían sujetos, como pretenden. Pero no quieren poner su voluntad; van al otro extremo, pasan de un total libertinaje de la libertad a querer una dictadura, y Dios no es dictador, Dios, que es el Amor, no es dictador; nadie que ama de verdad, exige que se le ame. Quiere que se le ame pero no lo exige; espera de la voluntad del hombre, porque hay en el hombre la predisposición en su libertad de decidir y ejecutar lo que uno decida, y por la perfección del cuerpo, tiene pies y puede marcharse o acercarse, y puede hablar o callar, y puede decidir hacer o dejar de hacer. Y si otros le quitan está libertad de movimiento del cuerpo, tiene el hombre la voluntad de hablar consigo mismo y pensar racionalmente lo que desea hacer en lo que es: alma. Y pueden torturarle personas o enfermedades, pero fiel a su voluntad puede y decide amar al Amor y va a todas por amar al Amor, usa de su cuerpo para expresión de este amor a Dios, al Amor, y nadie puede apartarlo de su libre voluntad de amar con todas sus fuerzas a Dios, ¡antes perdería la vida del cuerpo! Y así quiere Dios que se lo ame: sobre todas las cosas, pudiendo hacerse, teniendo como precedente a San José, que como tú nació con la marca del pecado original, pero vivió para servir a María, su esposa y la Madre de Dios.

Tú puedes hacer como San José y servir a María cuidando de que Jesús, Dios, sea conocido por todo el mundo, a través de tu bondad, de tu belleza en el amor con que amas libremente y con tu propia voluntad a Dios, y haces obras de fe como es propagar el evangelio, vivir el evangelio.  Porque si el mundo, todo lo creado, te lleva a Dios, Dios mismo en Jesús, que es Dios, al entregarse a ti, al quedarse en la vida por vía de los Santos Sacramentos, que la única Iglesia de Dios posee y cuida y tiene y contiene en su fe; la fe de creer y obrar con libertad en la voluntad de su fe, de proclamar el Evangelio, de vivir el Evangelio, porque la belleza de un Dios de amor y bondad, dejó sufrir a su cuerpo humano, engendrado por Dios mismo en las purísimas entrañas de María siempre virgen, mujer elegida por Dios y cubierta por la Gracia de nacer sin pecado original para así poder libremente contener en ella, por su “Sí”, al Dios de Amor en su interior, y ser el Vaso que contiene el Agua que sacia la sed y que lava el cuerpo y el alma; y digo el cuerpo, porque muchos milagros de salud derrama aún hoy Dios mismo, a través y por intercesión de Santa María al mundo, y sana al cuerpo y sana al alma; la saca de su abatimiento y la envuelve con el amor de la fe y así, cubierta de belleza espiritual, avanza por la vida material con el resplandor del Amor reflejado en ella, y es luz en las tinieblas y es, por el conocimiento de Dios, que amándole sobre todas las cosas, vive la fe que es viva y es buena y es bella por Amor, por amar al Amor y vivir sólo por este amor de amar a Dios sobre todas las cosas.

Cree en Dios, oh alma mía, cree porque todo lo que se ve y se respira es la belleza de su Amor en la acción de su bondad. Oh, alma mía, encuentra a Dios que está en todo lo creado, en todo lo que ves. Interroga a la belleza y te dirá a quien ama, a quien refleja: A Dios, su Creador.

P. Jesús

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