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“LA GRAN FIESTA DE LA LUZ”

«LA GRAN FIESTA DE LA LUZ»

Es la Pascua, la fiesta de la luz de Dios. Él es la Luz, luz del mundo, de las gentes y de las naciones; luz de la Iglesia, de los creyentes y de sus corazones.

“Dios es Luz, en Él no hay tiniebla alguna.” (1 Jn 1,5).

“Dios Hijo, manifestándose en nuestra naturaleza mortal, nos restauró con la nueva luz de su inmortalidad.” (Del prefacio de Epifanía).

Somos hijos de la Luz, por el bautismo.

“O lux beata Trinitas et principalis Unitas.” (“¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y Unidad esencial!” LH, himno de vísperas).

“Porque gracias al misterio del Verbo hecho carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor…” (Del prefacio de Navidad).

La luz natural es fuente de vida; sin luz solar, moriríamos, porque no vivirían las plantas ni los animales. Cuando una mujer trae un hijo al mundo de los vivos, se dice que da a luz.

El Verbo, … “la luz verdadera que ilumina a todo hombre”. (Jn 1,9).

La Palabra es la luz de nuestro camino hacia el eterno destino.

Jesús es la Luz, es el Camino, es la Vida, y nos ilumina el camino de la vida.

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Jn 8,12). Caminemos con Jesús, como los de Emaús, por el sendero de la vida, iluminado por el Sol de Amor, Justicia y Paz.

La luz de L.E.D. no es moderna, es eterna, es la Luz Eterna Divina.

La luz de Dios es esa energía luminosa renovable, que se renueva al momento y va en aumento, al recibir un sacramento.

¿Qué haces con gafas de sol? Si no amas la Luz, es que tienes pocas luces, y te caerás de bruces. Si juegas a “ver la luz al final del túnel”, es que, por estrechez de miras, contemplas la vida por un canuto.

“Dios da al hombre la luz de la fe para que busque el sentido de su vida”, dice el Catecismo. La fe es esa luz del creyente, que ilumina su corazón y su mente.

La fe nos hace más realistas, porque fija la mirada en Dios, y, sólo en Dios, está la realidad.

La fe nos da el necesario equilibrio en la vida, y una vida espiritual verdadera y “sostenible”. La fe equilibra a todo el mundo, frente al lastre del mundanismo.

Quien tiene la desgracia de perder la fe (y los diablos se emplean a fondo en ello), camina descaminado, desnortado, desequilibrado.

“Vosotros sois la luz del mundo… Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.” (Mt 5,14-16).

Los cristianos, por ser tales, son como cirios pascuales, que iluminan en el mundo, sus caminos y andurriales.

Pese al auge de “las eléctricas”, hay crisis de esa energía luminosa. Se trata de alumbrar sin deslumbrar.

Por el bautismo, nos revestimos de la Luz. Hay que lucir y no lucirse, que se luzca y brille Cristo Rey. No podemos vestirnos el taurino “traje de luces”, para lucirnos, al estilo Lucifer.

Ahora, que ya desapareció la profesión de farolero, no nos marquemos faroles, porque hay más de un prelado, que estaría mejor callado.

Tampoco seas un “apagavelas-matacandelas”, apagador de la luz del Amor.

“Porque todo el que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas, pues están hechas en Dios.” (Jn 3, 20-21).

Es una gran necedad, el amar la oscuridad. Para empezar, tu destino es rodar, por las piedras del camino. Dices amar la noche, la oscuridad, la penumbra, porque uno se acostumbra…, pues llevas vida de gato, de medio filocegato, y caminas como un pato.

¿Practicas el apagón para ir de diversión? Como un volcán apagado, es el que vive en pecado.

No seas tan apagado, que ya Jesús “ha-pagado” por tu pecado, ha muerto y resucitado. ¿Qué haces ahí parado? ¿Qué te ha desenchufado?

Carga las pilas en la Eucaristía, y renueva la batería en el sacramento de la alegría, la Confesión, para que, en Pascua de Resurrección, no seas cual sauce llorón.

Estemos vigilantes, centinelas del alma, que llega la luz del alba; Santa María, ‘Stella matutina’ (Estrella de la mañana), iluminará nuestros caminos, si se lo pedimos, haciéndolos más seguros y amables, porque Jesús nos dio a María, como otra luz y guía (“faro de navegantes”, “sol de alegría”); Ella nos esperará, maternalmente, y “naturalmente”, en ‘Porta coeli’, la (Puerta del cielo).

Después de visto lo visto, si te crees tan listo que pasas de la luz de Cristo, pues, ¡apaga y vámonos!

QUÉ TE PARECE: “La Luz es nuestra luz, y por Jesús, que es nuestra luz, nosotros damos luz y debemos darla; si no, no habrá luz y todo serán tinieblas.

Dar luz es unirse a la Luz, y unirse a la Luz, es tener y usar de los sacramentos, que son la luz del mundo.” (P. Jesús, Medit. 22 abril 2.020)