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SON “LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS”

SON «LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS»

Señas, signos, símbolos y señales, son cosas iguales. Pequeñas, como lentejas, tenemos las señalejas.

Los signos, significan, y las señales, señalizan.

Los milagros que hizo Jesús, eran signos de su divinidad.

“Pues bien, el propio Señor os da un signo. Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Enmanuel.” (Isaías 7,14)

“Entonces algunos escribas y fariseos se dirigieron a él: Maestro, queremos ver de ti una señal. Él les respondió: Esta generación perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal que la del profeta Jonás. Igual que estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra…” (Mt 12, 38-40)

Los evangelistas presentan a Jesús como signo de contradicción: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?” (Lc 12, 51) “Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos.” (Jn 9, 39)

Las espigas de trigo y el racimo de uvas (pan y vino) son signos de la Eucaristía. La figura de una paloma en vuelo, simboliza al Espíritu Santo.

El signo por excelencia es la Cruz salvadora. Hay que signarse y resignarse para salvarse.

El Credo, símbolo apostólico, es el símbolo de la Fe. Los Mandamientos y los Sacramentos, la misma Iglesia, son, entre otros valores, signos palpables del amor de Dios a los hombres. Las catedrales y otros preciosos templos que siembran el paisaje, son enormes signos de fe recia.

El lavado de manos de Pilato, fue signo de cobardía, mientras que la valentía de Jesús, lavando los pies a los discípulos, fue un símbolo y ejercicio de amor y humildad.

“¡Niño, está feo señalar a las personas!”, decía mi abuela. Conste que, en el espacio de estas líneas, le desobedezco y me despacho a gusto. ¿Quieres más signos? Estudia ortografía china.

Y, ahora, que tenemos tiempo… para amar a Dios y ganarnos la felicidad eterna, veremos que: “Todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo: tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar…, tiempo de llorar y tiempo de reír…”. (Ecl. 3)

Dios es autor y señor del tiempo, y todo sucede cuando tiene determinado:

—“En el principio creó Dios el cielo y la tierra”. (Génesis)

—“… para el Señor un día es como mil años…”. (2 P 3, 8)

—“Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin”. (Ap. 22, 13)

—El Hijo de Dios se encarnó “al llegar la plenitud de los tiempos”.

—“Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”.

“Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder?” (Lc 21, 7)

“Observad la higuera y todos los árboles: cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis por ellos que ya está cerca el verano. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios.” (Lc 21, 29-31)

Los árboles son signos, y maestros del tiempo, y nos aleccionan. Así también, en la Biblia, la palmera y el cedro del líbano, simbolizan al justo (“El justo florecerá como la palmera, crecerá como el cedro del líbano, plantado en la casa del Señor”).

La barba es también una señal, de que hace días que no se afeita, y también nos alecciona: “Cuando veas la barba de tu vecino pelar, pon la tuya a remojar”.

RESUMIENDO:

El tiempo es una realidad terrena.

—Vivimos bajo el signo del tiempo.

Signos del tiempo, son horas, minutos, segundos; relojes y calendarios; canas, calvas y arrugas; nubes, rayos y centellas.

Los tiempos son la vida y sus circunstancias, el mundo. Se dice: “en estos tiempos; en otro tiempo; en aquellos tiempos…”.

—LOS “SIGNOS DE LOS TIEMPOS”, dicen muy contentos, cacareando un concepto abstracto y abstruso, de significado difuso y confuso. Encontré una definición que, por ridícula, me resisto a transcribir; parece un ejercicio cómico de humor contenido. Urge “poner en valor” el sentido común.

Los “signos de los tiempos” son el “parto de los montes” de nuestro tiempo.

El binomio signo-tiempo parece apropiado para la meteorología y para la horterada del Zodíaco.

“Cuando veis que sale una nube por el poniente, decís: “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y también sucede. ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra: entonces, ¿cómo es que no sabéis interpretar este tiempo?” (Lc 12, 54, 56)

“¡Amigo, pero los tiempos cambian!”, dicen muchos, para así desertar y contemporizar. Muchos “desertan” (las iglesias están desiertas los domingos) y contemporizan (acomodándose a la moda, al respeto ajeno) por no disgustar, destacar, o desagradar a los hombres, sin importarles disgustar a Dios.

Mete en la cabeza, que los tiempos cambian por naturaleza (y de modo automático —véase el “cambio climático”) pero ello no significa que tengamos que cambiar, a ritmo de los tiempos, lo que es inmutable, nuevo, sin fecha de caducidad, como son: las verdades de fe, la santa tradición, la Palabra de Dios, los Mandamientos, los Sacramentos, la Iglesia (que es la Esposa de Cristo, perennemente joven, y que maldita falta le hizo ninguna “reforma”), las virtudes teologales y las cardinales, y las buenas costumbres… todo ello, porque procede de Dios, y Dios no cambia, es eterno y actual (Jesús, ayer, hoy, siempre). Dios siempre es Amor, y el hombre, pecador.

No seas veleta, cambiante por el viento dominante.

Que no te vendan el pescado pasado, de que las cosas han cambiado, porque lo que antes era pecado, sigue siendo pecado; ¿te has enterado?

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. ¡Qué “pasada”! Seguir la moda, no salva al practicante, puede salvar al comerciante.

Quiero, para acabar, interpretar, no el gran teatro del mundo, sino “los signos de los tiempos”. En la Babel actual, hay un lío colosal, que tratan de interpretar, sin conseguir aclarar. Cualquier interpretación, precisa mucha oración, y alcanza la santidad, quien hace Su Voluntad (de Dios), que, además de interpretarla, debemos siempre aceptarla: “Quiero lo que Tú quieras; hágase tu voluntad”.

En este mayo florido, no tengas a tu Madre en el olvido; acude a la Virgen pura, a la más humilde y excelsa criatura, que, más que signo, es signatura del amor de Dios por nosotros. Recemos el Santo Rosario; las letanías están repletas de preciosos signos que alegran el Corazón de Dios, que se recrea cuando honramos a su Hija, Esposa y Madre.

María, corredentora e intercesora, aboga por los hombres que le invocan, en todo tiempo, y en todos los tiempos.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de la muerte. Amén.


QUÉ TE PARECE: ¡Qué falta de fe! ¿Cómo puede contagiar un mal, el Autor del bien?

Jesús curaba a los enfermos al tocarlos; incluso, con tocar su vestido, curó la hemorroísa. ¿Sabes de alguien que haya enfermado por comulgar en la boca, como devotamente toca? No te dejes engañar, hermano, por los que pretenden imponer la Sagrada Comunión en la mano, esgrimiendo el argumento cornuto (nunca mejor dicho) de la boca contagiadora o la mano salvadora.

En 1.918 todos comulgaban en la boca; llegó la peor y terrible pandemia vírica —mal llamada, “la gripe española” — que mató 70 millones de personas, y todo siguió igual.

Dos prestigiosos médicos católicos, salen al paso de los bulos y confirman, científicamente, que es “más segura” la Comunión en la boca que en la mano.

Entrevista a Filippo Maria Boscia, presidente de la Asociación de médicos católicos italianos, léela aquí

Carta de un médico, léela aquí

Me tengo que despedir, las señales horarias me invitan a dormir, con sus signos del tiempo. Que interprete “los signos de los tiempos”, quien tenga tiempo.


Javier Bellido

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