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Catecismo meditado - 18. página

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura – 117-3.

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– 
CAPITULO SEGUNDO, DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

Artículo 3 LA SAGRADA ESCRITURA

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

      3. El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap 21,1-22,5).

Meditación:

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

La voluntad de Dios es para poblar el Cielo Eterno, Su Reino, de los que viviendo en el mundo, lo aman sobre todas las cosas y personas, y deciden, por fe y voluntad, ir a la Jerusalén Celestial.

P. Jesús

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III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura – 118

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
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CAPITULO SEGUNDO, DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

Artículo 3 LA SAGRADA ESCRITURA

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

118 Un dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:

«Littera gesta docet, quid credas allegoria,
Moralis quid agas, quo tendas anagogia»

(Agustín de Dacia, Rotulus pugillaris, I: ed. A. Walz: Angelicum 6 (1929), 256)

Meditación:

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

(Littera gesta docet, quid credas allegoria. / Moralis, quid agas; quo tendas anagogia). La letra te enseña lo ocurrido; lo que debes creer, la alegoría. / La moral, qué hacer; hacia dónde tender, la anagogía.

Necesita el hombre de lo escrito en la Sagrada Biblia y de la moral del cumplimiento de los 10 mandamientos, por la fe en el Reino de los Cielos y la salvación, que viene de Cristo, por las obras de su fe, en la voluntad de creer.

P. Jesús

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III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura – 119

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
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CAPITULO SEGUNDO, DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

Artículo 3 LA SAGRADA ESCRITURA

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

119 «A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios» (DV 12,3):

Ego vero Evangelio non credere, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret auctoritas (S. Agustín, fund. 5,6).

Meditación:

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

Puedo decir en mis reflexiones, lo que reflexiono y de ello tengo opinión, pero la Madre Iglesia es a quien me someto a juicio por mis opiniones como exégeta de la Palabra de Dios. Y así todos deben hacer lo mismo, y ser humildes en la Verdad que es Una, como Uno es Dios.

P. Jesús

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IV. El canon de las Escrituras – 120

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
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CAPITULO SEGUNDO, DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

Artículo 3 LA SAGRADA ESCRITURA

IV. El canon de las Escrituras

120 La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada «Canon» de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jr y Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. DS 179; 1334-1336; 1501-1504):

Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento;

los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.

Meditación:

IV. El canon de las Escrituras

La Iglesia Católica en su afán de dar a conocer la Verdad, siguiendo la tradición apostólica, elaboró la Sagrada Biblia, apoyándose en los conocimientos de Dios y de los hombres, que escribieron la Palabra del mismo Dios.

La Iglesia sabe y enseña. Los hombres no saben, y necesitan saber la Verdad para salvarse, y la Verdad está en la Sagrada Biblia que elaboró la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Tu vida depende de tu fe, y tu fe depende de la Verdad, y la Verdad está en la Santa Madre Iglesia Católica, en su tradición y en la Sagrada Biblia que ella, la Iglesia Católica, seleccionó de las Escrituras que fueron presentadas para discernimiento de la fe.

Cree y vive.

P. Jesús

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IV. El canon de las Escrituras – 121

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CAPITULO SEGUNDO, DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

Artículo 3 LA SAGRADA ESCRITURA

IV. El canon de las Escrituras

El Antiguo Testamento

121 El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir. Sus libros son libros divinamente inspirados y conservan un valor permanente (cf. DV 14), porque la Antigua Alianza no ha sido revocada.

Meditación:

IV. El canon de las Escrituras

El Antiguo Testamento

Conocer para saber, y conocerlo todo, desde el principio hasta el fin, desde el Alfa hasta la Omega que es Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el Verbo, la Palabra de Dios hecha hombre. Toda la Sagrada Biblia es para la fe en Dios, en Cristo, el Mesías, ¡Jesús!, es para saber, conocer, comprender a Dios, y conociendo a Dios, se conoce al hombre, porque Dios creó al hombre, Dios Ama al hombre, el hombre es Amado por Dios.

P. Jesús

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