La Biblia Capítulo 27 1 Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!». «Aquí estoy», respondió él. |
Meditación:
La bendición de Isaac a Jacob Dios le había hablado a Rebeca en el tiempo de su embarazo, cuando sus dos hijos dentro de ella se “peleaban”, y Dios le dijo que el menor sería el mayor, y ella, recordando esta profecía, pidió a Jacob que engañara a su padre para así recibir la bendición y se cumpliera la profecía. ¿Fué injusto Dios? Dios sabía lo que era mejor para su pueblo y, conociendo las leyes que amparaban al primogénito, y sabiendo que Esaú no era como Él, Dios, quería para los suyos, le dijo a la madre quién sería el elegido, para que sabiéndolo la madre, Rebeca, pudiera ayudar a Dios. Dios no le pidió que mintiera, le dijo que sería su hijo menor quien recibiría la bendición. Está mal mentir, y más engañar al padre, y está mal que haya leyes injustas y que, para cumplirlas, se hagan injusticias. Pero antes, en un principio, Dios tenía las cosas establecidas de una manera distinta a las de ahora; ahora una persona, sea hombre o mujer, son iguales ante la ley; antes, el mundo era distinto, no había los adelantos de ahora y se necesitaba más de la fuerza que de la bondad; pero Dios, Jesús, cambió las cosas, porque la Suma Bondad habitó en la tierra y pasó haciendo el bien, y el Mesías, Jesús de Nazaret, que es Dios Hijo, el primogénito y unigénito Hijo de Dios, vino al mundo a enseñarnos cómo hay que hacer las cosas, para que en todo cumplamos la voluntad de Dios, y su Madre, María, mujer buena, la del “sí” de la obediencia a Dios, para que todos puedan salvarse. Tú te salvas por la fe en Jesús y gracias al “sí” de María, hasta sus últimas consecuencias. Dios sabe lo que quiere y lo da a conocer siempre. Y ahora quiere que tú, seas el primogénito o no, seas hombre o mujer, tengas un lugar en el Cielo, allí, con Él y la Virgen María; el cómo lo consigas, esto lo deja en tus manos y en las manos de tus padres, y también en ti. ¡Sálvate! P. Jesús © copyright |