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30 Biblia y meditación

La Biblia
La destrucción de Sodoma
Génesis 19, 12-29

Capítulo 19

12 Después los hombres preguntaron a Lot: «¿Tienes aquí algún otro pariente? Saca de este lugar a tus hijos e hijas y a cualquier otro de los tuyos que esté en la ciudad.

13 porque estamos a punto de destruir este lugar: ha llegado hasta la presencia del Señor un clamor tan grande contra esta gente, que él nos ha enviado a destruirlo».

14 Entonces Lot salió para comunicar la noticia a sus yernos, los que iban a casarse con sus hijas. «¡Pronto!, les dijo, abandonen este lugar, porque el Señor va a destruir la ciudad». Pero sus yernos pensaron que estaba bromeando.

15 Al despuntar el alba, los ángeles instaron a Lot, diciéndole: «¡Vamos! Saca a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, para que no seas aniquilado cuando la ciudad reciba su castigo».

16 Como él no salía de su asombro, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y lo sacaron de la ciudad para ponerlo fuera de peligro, porque el Señor tuvo compasión de él.

17 Después que lo sacaron, uno de ellos dijo: «Huye, si quieres salvar la vida. No mires hacia atrás, ni te detengan en ningún lugar de la región baja. Escapa a las montañas, para no ser aniquilado».

18 Lot respondió: «No, por favor, Señor mío.

19 Tú has sido bondadoso con tu servidor y me has demostrado tu gran misericordia, salvándome la vida. Pero yo no podré huir a las montañas, sin que antes caigan sobre mí la destrucción y la muerte.

20 Aquí cerca hay una ciudad –es una población insignificante– donde podré refugiarme. Deja que me quede en ella, ya que es tan pequeña, y así estaré a salvo».

21 Entonces él le respondió: «Voy a complacerte una vez más: no destruiré la ciudad de la que hablas.

22 Pero apúrate; refúgiate en ella, porque no podré hacer nada hasta que llegues allí». Por eso la ciudad recibió el nombre de Soar, que significa «pequeño poblado».

23 Cuando el sol comenzó a brillar sobre la tierra, Lot entró en Soar.

24 Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que descendían del cielo.

25 Así destruyó esas ciudades y toda la extensión de la región baja, junto con los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo.

26 Y como la mujer de Lot miró hacia atrás, quedó convertida en una columna de sal.

27 A la madrugada del día siguiente, Abraham regresó al lugar donde había estado en la presencia del Señor.

28 Cuando dirigió su mirada hacia Sodoma, Gomorra y toda la extensión de la región baja, vio un humo que subía de la tierra, como el humo de un horno.

29 Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la región baja, se acordó de Abraham, librando a Lot de la catástrofe con que arrasó las ciudades donde él había vivido.

Meditación:

La destrucción de Sodoma

La Misericordia de Dios tiene nombre: Jesús, el Cristo, Dios mismo. Él, Dios, es la Misericordia de Dios para el hombre, para las personas que quieren cobijarse bajo el manto sagrado de la Mujer, Madre de Dios y Virgen Plena de Gracia, que llevando en su seno a la misma Misericordia de Dios, nos cobija en la Misericordia de su Hijo, Dios mismo, para los que tienen fe.

Antes de la venida de Cristo, Dios, en su locura de Amor verdadero, para que el hombre y su generación no se perdieran, permitía cosas y hechos que ahora, en el siglo veintiuno, por tener a Dios con nosotros, a través y con los sacramentos, no necesita el hombre de otra cosa que la oración y dichos sacramentos para que, por su fe y las obras de la misma, se salve.

Muchas barbaridades permitía Dios en el antiguo testamento, para proteger al hombre de su total destrucción, Del hombre contra el hombre, porque no había ley en el mundo; sólo el Pueblo de Dios, por precepto Divino, por Revelación personal a un profeta, iban recordando a Dios, creyendo en Dios, amando a Dios. Y Dios, a los justos, los tiene en su Gloria, porque Cristo, la Misericordia de Dios: Jesús, al morir fue a buscarlos y los juzgó, y unos fueron al Cielo, otros al Infierno, y otros siguen en el Purgatorio, o ya subieron al Cielo cumplida su propia sentencia, la del Amor, la de Amar a Dios sobre todas las cosas; la sentencia que Cristo, a cada uno que muere, sentencia, una vez puesta en evidencia, expuesta, toda la vida de la persona, sin excusas, sin falsas acusaciones a otros, porque cada persona es dueña de sus actos; cada persona, cuando obra, puede obrar bien o mal; aunque le instiguen al mal, ella, la persona, decide en su libertad, que puede cederla, y muchas veces la cede a otros y sigue la moda y sigue las normas sociales, dando así sentencia de sus actos por dejarse manipular por los demás. Aprovecho hacerte un llamamiento, una advertencia: Dios juzga por los hechos, por las palabras tuyas. Tú decides, ¡tú eres realmente y verdaderamente libre! Y esa libertad es juzgada y sentenciada por Jesús de Nazaret, el Mesías, el Rey, la Santa Misericordia de Dios. Si ahora que me lees, tienes algo por lo que pedir perdón a Dios, ¡corre a confesarte! Y líbrate del pecado, porque Jesús cargó con él; sólo tienes que aceptarlo, sólo tienes que confesarlo y cumplir la penitencia y ¡serás libre de pecado! Podrás ir al Cielo y recibir el abrazo de tu Madre bendita, la Virgen María, Madre de Dios.

Toda la relación con Dios, es por revelación de Dios al hombre, y éste proclamarla y extender así la justicia de que Dios Ama al hombre, de que Dios te Ama a ti, seas quien seas y hagas lo que hagas; pero recuerda que hay un tope en tu vida, el tope de la muerte, y llegada ésta, Dios dá sentencia, y tú mismo te acusas ante la evidencia de tu vida vivida, expuesta ante tu mirada y la de Cristo, el que murió por tí. Si no aceptas su muerte para pagar con ella tu vida, es que eres necio o malo, porque nada ingrato hay en la confesión, sólo acusarte como pecador y decir tus pecados al confesor, y una vez confesados, se te perdonan y la Sangre del Cordero, del sacrificio del mismo Dios, te salva. Recuérdalo por favor, medítalo por favor, porque algo tan fácil puede darte la vida eterna, y eso tan fácil para ti, fue difícil para Dios, porque siendo Dios se rebajó, se humilló por ti; y entonces, no tengas tú vergüenza de humillarte por tí mismo, porque no eres dios; entonces, no vayas de dios como iban los que vivían en Sodoma y Gomorra; ellos, como dioses, se dedicaban sus propios sacrificios, dándose a la bebida y a la lujuria y a la inmoralidad de ir contra la misma naturaleza. Todo lo hacían si les apetecía y eran dioses servidores de dioses, y Dios los aniquiló en una noche. Así puede ser contigo, que una noche vayas a dormir y ya no despiertes nunca más a la vida terrena; no serías el primero ni el último al que le pasa un suceso así; muchos mueren de repente, en un accidente, o por causas de enfermedad terminal; pero si tú dejas que Dios te salve, estás salvado. Tú decides. Tú.

Como decidió Lot salir de Sodoma, como decidió la mujer de Lot mirar hacia atrás y volverse estatua de sal, cada uno decide, y todo se basa en los diez mandamientos. Bien fácil es; sabemos lo que Dios quiere, que es lo mejor para vivir bien en la vida terrena; sabemos y hay que ponerlo en práctica porque, como Sodoma y Gomorra, así serán juzgadas todas las naciones.

La Misericordia de Dios está a tu alcance, sólo tienes que aceptarla y usarla, como Lot aceptó la de Dios y se salvó.

P. Jesús

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