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Puntos meditados - 25. página

CATECISMO MEDITADO por el P. Jesús

I. La obediencia de la fe – 149

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– 
CAPITULO TERCERO, LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS 

I. La obediencia de la fe 

María : «Dichosa la que ha creído»

149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.

Meditación:

I. La obediencia de la fe

María : «Dichosa la que ha creído»

María, la Madre de Dios, no sólo tenía fe, no sólo era, y es, llena de Gracia, sino que tenía sus vivencias, todo lo que guardaba en su corazón; ella fue testigo de visita del arcángel Gabriel, y de lo que le dijo, y de lo que ella, María, contestó; y no sólo contestó, sino que dejó que Dios llevara a cabo su deseo en Ella. ¿Podía haber abortado María?; tuvo nueve meses de embarazo, como todas las mujeres, no se le quitó el tiempo de espera, ni los trastornos físicos humanos de ser madre. Y aunque era plena de Gracia, sentía el dolor, dolor físico y espiritual, todo dolor, como toda persona, igual que Jesús, ¡Dios y hombre verdadero!

Ella, María, es mujer de fe, y es Madre de Dios, y ella lo sabía, sabía por los hechos, que era, y es, LA MADRE DE DIOS.

Pero si María no hubiese creído, si además de creer, no hubiera llevado a cabo, por fe, su embarazo, si no hubiera cuidado de Dios Hijo, ¡su hijo!, NO HABRÍA SALVACIÓN EN ESTE MUNDO. La salvación del mundo viene por el Hijo de María, ¡Dios Hijo!, ¡Hijo de Dios!

Dichosa la que ha creído, que por Ella, Dios está vivo y vive en la Sagrada Eucaristía.

P. Jesús

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II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe» – 150

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– 
CAPITULO TERCERO, LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS 

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer solo en Dios

150 La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que Él dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura (cf.Jr 17,5-6; Sal 40,5; 146,3-4).

Meditación:

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer solo en Dios

Cuando a uno le han hablado de Dios y piensa en Él, en Dios, y decide darle un voto de confianza, de creer en que lo que le dicen es verdad, esto es el principio de la fe, porque para creer hay que saber en qué, en quién creer.

La persona que libremente decide creer, decide darle un voto de confianza a Dios, y deja que su inteligencia le una al alma y esta alma le revele a Dios por la fe; entonces, empieza a tener fe, y Dios le ayuda a tenerla por el Espíritu Santo, que vive, está en la tierra, y asiste a los de buen corazón, que no ponen excusas a Dios para dejarse amar por Él, por Dios, que tener fe es creer, y creer en el Amor Verdadero, en que hay un Dios que te ama y te ha creado, y ha creado todo lo que ves y no ves; y conoces la Historia que está relatada en la Sagrada Biblia, y te la crees, por fe, y porque es cierta; y toda ella tiene, contiene la Verdad de la Iglesia Católica, la Verdad de la relación de Amor entre Dios y las personas, entre tú y Dios.

Empieza por leer la Biblia, conoce a Dios, comprende a Dios, que te ama, que ama a las personas, y lo que quiere es que crean en Él, que tengan fe y vivan, por esta fe, la Alianza hecha a su Pueblo, al pueblo que libremente cree en Él y lo tiene como a su Dios, y lo adora como a su Dios, y no tiene otros dioses, sino que todo lo hace para agradar a su Creador, al Creador de todo, a Dios, Uno y Trino, que ama como nadie, que es Misericordioso, Todopoderoso, y que se relaciona con los hombres a través de la Palabra y los Sacramentos.

P. Jesús

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II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe» – 151

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– 
CAPITULO TERCERO, LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS 

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios

151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, «su Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les escuchemos (cf. Mc 9,7). El Señor mismo dice a sus discípulos: «Creed en Dios, creed también en mí» (Jn 14,1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18). Porque «ha visto al Padre» (Jn 6,46), él es único en conocerlo y en poderlo revelar (cf. Mt 11,27).

Meditación:

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios

Amigo cristiano, creer en Cristo es también creer en Dios Padre, al que Cristo tanto ama y tanto nos habló de Él, y escrito está todo en la Sagrada Biblia, en los Evangelios.

Fue precisamente Dios Padre, quien envió a su Hijo al mundo para redimirlo de los pecados que todos los hombres cometen; ¡todos pecan!, es la condición que hay en esta tierra después del pecado original, cometido por nuestros primeros padres, Adán y Eva. Hay que ser realistas, hay que recordar que Cristo murió por cada uno de los hombres y por sus pecados, y resucitó; ¡no te olvides, amigo, de que resucitó!; entonces, ten confianza en Cristo, que tanto ama al Padre, a Dios Padre, del que todos somos sus hijos, y que tanto ama.

Eres amado por Dios Padre y por Dios Hijo, Cristo. ¡Dios te ama, amigo!

P. Jesús

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II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe» – 152

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– 
CAPITULO TERCERO, LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS 

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer en el Espíritu Santo

152 No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: «Jesús es Señor» sino bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Co 12,3). «El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios […] Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Co 2,10-11). Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.

La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Meditación:

II. «Yo sé en quién tengo puesta mi fe»(2 Tm 1,12)

Creer en el Espíritu Santo

Si hubieras ido a confesarte bien, habrías sentido en ti la consolación de Dios Espíritu Santo, y ahora no dudarías de Él, de su existencia y amor fiel y consolador.

Tu fe es débil, porque no cumples con la doctrina católica, porque no usas de los sacramentos, y entonces empiezas a pensar que Dios no existe, o que está demasiado lejos de ti, de todos; ¡y tan cerca que lo tienes!, porque cuando vas a confesarte con arrepentimiento de haber pecado, siempre, Dios Espíritu Santo se entrega a ti, incondicionalmente, por la absolución de tus pecados, y viene la consolación; lo que ocurre, es que algunos van a confesar con intención de volver a pecar. Sí, que todos pecan, pero de esto, a tener la seguridad de que volverás a confesarte de lo mismo, es una renuncia a Dios Uno y Trino, porque Dios Hijo murió por tus pecados, y Dios Padre le pidió eso, que muriera por tus pecados; y Dios Espíritu Santo, cuando renuncias a tus pecados, con la confesión, entonces, llega a ti Dios Espíritu Santo, por la absolución.

Reconocerías a Dios Uno y Trino, si hicieras una buena confesión.

P. Jesús

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III. Las características de la fe – 153

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
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CAPITULO TERCERO, LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS 

III. Las características de la fe

La fe es una gracia

153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede «a todos gusto en aceptar y creer la verdad»» (DV 5).

Meditación:

III. Las características de la fe

La fe es una gracia

¿Por qué san Pedro puede tener, de Dios Padre, la virtud sobrenatural de la fe?; porque conocía a Jesús, Dios Hijo, le trataba, iba con Él. Y tú debes hacer lo mismo; ¿cómo puedes tener fe, si no conoces a Jesús, Dios, si no le tratas, si no sabes todo lo bueno que hizo? Anda, ve a leer los Evangelios, lee y medítalos, y cree que lo que relatan es la verdad, y creyendo la verdad, Dios Padre vendrá a darte la virtud sobrenatural de la fe.

P. Jesús

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