– PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE I. El deseo de Dios 30 «Se alegre el corazón de los que buscan a Dios» (Sal 105,3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, «un corazón recto», y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios. |
Meditación:
I. El deseo de Dios Amar a Dios, encontrar a Dios, esta es la alegría del hombre, es su gozo y condición de vivir en la tierra, para que encontrando a Dios se una a Él, ya en este mundo, por la Eucaristía, y viviendo juntos, creatura con el Creador, se alegre el corazón de los que ansían el amor verdadero, el amor que no acaba y que realmente goza con él, con este bello y puro amor, el cuerpo y el alma de toda persona humana. Y no sólo eso, sino que cada quien que tenga a Dios, estando unido en Su Divinidad, esta misma Divinidad de Dios que está en cada bautizado católico, hace que los futuros santos ya en vida sean parte del cuerpo místico de Dios mismo, que viviendo en cada uno, une a cada uno a todo el amor con que es amado y por lo cual el amor de Dios enciende la llama del mismo amor en cada corazón y en el mundo. Pero para eso hay que amar de verdad y sobre todas las cosas a Dios. Y Dios ama, ama y espera que dejes los goces de la tierra, del mundanismo, de ti mismo, para que desees gozarte en Él, en la felicidad de ser amada la criatura por su Creador: Dios. Nadie es feliz, verdaderamente feliz sin Dios. Puede tener cosas y disfrutar de ellas, pero nada es comparable a las delicias del amor de todo un Dios que ama y amando crea y creó a las almas que, teniendo cuerpo, viven y lo buscan, y al hallarlo se gozan en el Amado y por siempre jamás descansan al amor de Su Dios de Amor. El Dios que por amor vino al mundo, vivió en el mundo como uno de nosotros y habló al mundo como Dios y así todos oyeron a Dios y se gozaron en Su Palabra, la Palabra del Amor. No descansa el alma hasta que recupera las caricias del Amor de Jesús en la Cruz; cuando Dios entregó su vida humana para abrir la puerta del SIEMPRE y dejarnos pasar a la ETERNIDAD del Omega, siendo el Alfa la Luz de Amor de todo un Dios que vive Amando y para Amar su propio Amor. Dios y Amor es lo mismo en la Eternidad del Sí de María que lo pronunció para dicha y goce de toda generación, por los muertos que fueron a ser recogidos y llevados cada quien según su propio juicio, y a los que iban a morir después de Él, porque el Cielo abre las puertas que son llamadas: Espíritu Santo, y eso es Dios Espíritu Santo: La Puerta del Santuario del Cielo, del Amor de todo un Dios Uno y Trino. Y digo puertas, porque se abrió el Cielo y se abrió el Purgatorio, para que nadie que no desee ir al Infierno vaya, sino que aun en el último momento, en última instancia, hay el Purgatorio, donde las almas que aman poco, aprendan con el sufrimiento a amar más. Gracias Amor por Amar. P. Jesús © copyright |