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Conciencia

CONCIENCIA

Dicen algunos que hay que ‘seguir a nuestro corazón’; ¿se refieren con eso a seguir a nuestra tendencia al mal?, ¿a obedecer a nuestro temperamento, tal cual?, ¿a someterse a nuestros instintos, y hacer lo que nos venga en gana?, ¿a amar y servir aquello que no debemos ni amar ni servir?

¿Por qué entonces estamos dotados con una conciencia y voluntad que nos diferencia de los animales?

Cuando el alma está unida a Dios, la conciencia es el corazón de esta alma, que latiendo por el Amor, obedece a la voz de Dios que resuena en su interior, para andar por los caminos de Bien, de Paz y Amor divinos.

Porque en la conciencia recta, la voz divina te señala el bien y el mal. Dice la Iglesia Católica que: “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal […]. El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón […]. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella1. 

Tenemos el deber y la necesidad de formar la conciencia, para que sea recta. 

La conciencia recta vela por tu ser, por «tu verdadero yo»; ilumina tu razón y eleva tu corazón a la alianza con Dios, por vivir en su Gracia, y «ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí»2.

La conciencia la creó Dios, y como todo lo que creó «vio Dios que era bueno», por eso la conciencia lleva el sello de Dios…; sí, tú llevas el sello de Dios, y tu corazón humano necesita obedecer la voz divina que habla en tu conciencia.  ¿Cómo puede el hombre ser libre, si tiene que obedecer a su conciencia? Es que la conciencia es libre, cuando se hace esclava voluntaria de la ley de Dios inscrita en ella misma; ¿o es acaso un pez más libre cuando está fuera de «las leyes» del agua?

Si no se sigue la conciencia, se acalla la voz de Dios que guía, y como consecuencia, no satisfacemos la necesidad natural de estar unidos a Dios; y por ende no tenemos paz de conciencia, y nos volvemos infelices.

Haz examen de conciencia, y recibe los sacramentos, ¡pues Dios quiere guiarte y hacerte feliz! Y recuerda: para ser feliz, no sigas a tu «corazón», sigue a tu conciencia. O dicho de otra manera, primero ama a Dios «con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas»3, y entonces podrás seguir a ese corazón tuyo que, palpitando por el Amor, por la Verdad y por la Belleza -Dios-, obedece su clara y amorosa voz que resuena en tu conciencia. 

 

Patricia Bellido Durán

© copyright

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1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 1776

2 Cf. Gal 2, 20 (Sagrada Biblia)

3 Cf. Dt 6, 5 (Sagrada Biblia)