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Dios te ama, Dios te rescata

DIOS TE AMA, DIOS TE RESCATA

Dios te ha soñado desde toda la eternidad; en su pensamiento estabas, y por eso te creó, porque tú eres muy «valioso a los ojos del Señor», y Él te dijo: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (Is 49, 5. 15). Dios infundió tu alma, en el momento de tu concepción, y tu alma es inmortal, y parte de la esencia divina, del Amor de Dios. Sí, tu alma inmortal, es una prueba viva del deseo de Dios, de vivir eternamente contigo en el Cielo.

Dios abrió el Cielo para que tú, tú, pases la eternidad junto a Él, dentro de Él, que es Amor, dejando que Él te ame, que entre su amor y te nutra eternamente, y tú… amándole, fusionándote en su amor a perpetuidad.

Dios te ama, a ti… sí; Dios te ama, a ti, tal y como sea tu forma de ser, ya que no es tu forma de ser, el motivo de su amor por ti.

Dios te ama dulcemente, intensamente, eternamente… tal y como eres.

«¿Y si hice muchos pecados?» …Dios te ama.

«¿Y si en mi pasado no me he esforcé lo suficiente en mejorar?» …Dios te ama.

«¿Pero cómo puede amarme, si hice esto y aquello?» …Dios te ama.

Dios vino a salvarte, y te salva, si le aceptas; acepta que Dios te ama, da igual cómo seas, TE AMA.

Acepta que Él voluntariamente murió por tus pecados y todo lo malo que hayas hecho, acéptalo.

Acéptalo… porque es de locos no aceptar la locura de amor que Dios hizo por ti, por reparar tus pecados, por tu salvación, por amor a ti.

Acéptalo, porque su bendita Madre, María, cuyo corazón fue traspasado por el dolor de ver a su Hijo agonizando cruelmente, sufre cuando no tienes en cuenta, que Jesús ha pagado con su muerte el rescate de tu alma, sí, de tu alma, que iría al infierno por tus pecados cometidos, pero que cada vez que vas a confesarlos ante un sacerdote, en secreto de confesión, renuevas el RESCATE de tu alma, lo recibes por los méritos de la muerte de Dios, Jesús, POR TI. Y ya no vas al infierno, que es a donde ibas a ir.

Es así, como se llega a ser santo, ¿o crees tú que los Santos no se han acogido al rescate de Jesús?… «Sin mí no podéis hacer nada» [1] dijo Jesús.

Sin Dios nada se puede. Pero recuerda que de la humildad, de la decisión, de los esfuerzos y perseverancia de cada uno, del dejarse ayudar por Dios y su gracia santificante, depende tu salvación; «el que perseverare hasta el fin, ése será salvo»[2]. No estás sólo, Dios te ayuda, Él te salva; sin Él, nada se puede. Con Dios, el Cielo no es el límite, sino el destino.

Dios te ama tal y como eres… pero Dios te ama demasiado como para dejarte tal y como eres…  te ama demasiado, como para no ayudarte a ser santo.

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[1] Jn 15, 5.

[2] Mt 24, 13.

Patricia Bellido Durán

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Salmo 139, 1-16: «Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla.  ¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente. Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha. Si dijera: «¡Que me cubran las tinieblas y la luz sea como la noche a mi alrededor!», las tinieblas no serían oscuras para ti

y la noche será clara como el día. Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra. Tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu Libro; mis días estaban escritos y señalados, antes que uno solo de ellos existiera».