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EL DIABLO EXISTE

EL DIABLO EXISTE

Y aunque, a Dios gracias, nunca le viste, tú sabes que existe. ¡Vaya si existe, que hasta de oveja se viste!

Hay un Infierno y hay un Malvado, que odia al hombre, por Dios creado.

Dile a tu tía, sobrino, yerno… ¡Espabila que hay Infierno!

Satanás, siempre tan inoportuno, espera pacientemente la oportunidad de importunarnos y apartarnos de Dios. Astutamente, se interpone cuanto puede en los planes del Creador.

Aparece muchas veces en la Sagrada Escritura, esta infeliz criatura:

* “Mareando la perdiz” en el Paraíso, y consiguió lo que quiso.

* En el libro de Job, se narra su andanza por esos andurriales, fastidiando al más paciente de los mortales.

* San Pedro: “Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar.”

Podemos constatar que la Palabra escrita de Dios, habla del diablo, no como el personaje de un cuento infantil sino como un ser muy vil, con la absoluta normalidad de la realidad.

La realidad, la verdad, existe e insiste, y no es un chiste.

Dices no creer en el demonio; pues, como Tomás, le verás y creerás, después de la muerte; ¡vaya “suerte”!, y tendrás mucho “susto” en conocerle: No es “biodegradable”, es muy “biodesagradable”.

Mira si existe, que tiene nombre y apellidos. Se llama Luzbel (o Lucifer), y también Satán (o Satanás). Entre sus apodos más populares, al estilo torero, figuran: demonio, diablo, mentiroso, tentador, malvado, maligno, adversario, etc. Ocurre como con los animales domésticos más familiares, como, por ejemplo, el cerdo (el “señorito de los ojos bajos”, que no “majos”) del que recuerdo, al menos, siete nombres: cerdo, cochino, chancho, guarro, marrano, puerco, tocino… ¡ah!, y también me sale, gorrino. El diablo, como el cerdo, no tendría tantos apodos si no existiese. Quien niega al diablo, es un poco tontorrón, como quien niega al cerdo y come jamón.

Satanás es padre de la mentira —de estas sabe la tira— y quiere arrastrar hasta su guarida, al alma que no respira. Es también el inventor de excursiones a oscuras, de oxímoros deslumbrantes, de muy “sensatas” locuras, y persigue, pertinaz, siempre a las almas puras.

Si el diablo no te tienta, mucho ojo, tenlo en cuenta. Si no te da “la paliza”, agudiza, profundiza… ¿Será que no vas a Misa?

Mal vas, si no temes a Satanás. Piensa que, si no tienes a Dios, estás solo ante el peligro.

Al demonio le encanta la corrupción, mientras pone a punto su caldera de ignición; no está por el ahorro energético. El “señor del mal” siembra todo pecado capital, no sólo en las capitales, también en zonas rurales.

También, sibilinamente, influye en nuestra mente, con la pereza mental o “confort intelectual”, para que obremos el mal. Él, sin apenas despeinarse, nos sugiere ideas descabelladas.

Este funesto artista, tiene “su carácter”, su pésimo carácter.    

Guardo en mi “archivódromo” el recorte de un chiste gráfico: aparece un diablo, con sus arreos, frente a un puesto de flores, y pide un ramo de cardos. No tendría gracia, si no dijese que corría una campaña, organizada por floricultores, que rezaba así: “Dígalo con Flores”. Es el típico “enano” que tira la piedra y esconde la mano.

Satanás es muy persistente en debilitar la fe del creyente. Sabe fomentar el “diálogo”, para olvidar el Decálogo. Nos inocula amnesia frente a los Mandatos de la Iglesia. Tiene sus habilidades para seducirnos con falsedades, aprovechando nuestras debilidades.

El diablo siempre oculta su faz, para hacer todo el mal que es capaz, e incluso, puede llegar a “darnos la paz”. También, entre otras cosas, puede componer oraciones maravillosas, llegando su hipocresía, a envenenar alguna homilía.

“Por sus obras le conocerás”… y por los cuernos le cogerás.

Si “obras son amores…”, las suyas son de las peores.

“Mister Satan”, ministro del interior de Babel, pretende reeditar el gran pastel, y este hacedor del mal se infiltra en el mundo digital; cual inocente astronauta, es maléfico internauta…; no le sigamos la pauta, que toque él solo la flauta.

El Tentador, con su logística maligna y su estrategia, atenta contra la Iglesia (que es del mismo Dios), ya desde sus inicios, fomentando todos los vicios…, y un grandísimo pecado, es dejarle olvidado, darle por amortizado, hablar de él de modo acomplejado, dejándole desdibujado como cosa del pasado.

Pero Satanás no está jubilado, está jubiloso por este comportamiento doloso, especialmente “feliz” él, que en asunto de dolo, se queda solo.

Su triunfo es que se le olvide, que no se hable de él, para así pasar oculto, escurrir el bulto.

¡Señores, si buscan la santidad, si aman a la humanidad, hablen del diablo con naturalidad y con asiduidad; es algo de primera necesidad!

El diablo, como intenta apartarnos de Dios, además de logística, se doctoró en crematística (¡oh, el dinero, cuánto te quiero!). Aclaro, por si acaso, que esta palabreja no sintoniza con crematorio, en lo que también es experto. “No podéis amar a Dios y al dinero”. Su logística crematística inventó el capitalismo, o el anticristo, que es lo mismo, y que nos lleva fácilmente al abismo.

Fíjate, ya en los primeros tiempos del cristianismo, lo que dijo San Pedro a Ananías: “¿Por qué Satanás llenó tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo y te quedaras con parte del precio del campo?”

Visto lo visto, a Satanás, no le escuches más. ¡Qué fantástico serás, si huyes de Satanás! Échale valor y echa al Tentador. Si amas más a Dios, el amor aumenta el valor, sí señor.

De este sujeto que odia al Amor, cuanto más lejos, mejor. Si le quieres derrotar, ve a menudo a confesar.

Con buenismo, tan indigno, jamás se venció al Maligno. Si hay que evangelizar, de él debemos hablar. No podemos hacer una lectura selectiva (delictiva) del Evangelio. Urge transmitir un Evangelio integral, hablar del autor del mal.   

Menos “diálogo”, menos tibieza, y tengamos el Decálogo en el corazón y en la cabeza.

Tenemos un ángel custodio que nos protege del ángel caído; no le tengas en el olvido. Dile: “Lucha por mi contra los demonios que intentan hacerme perder la fe”, que es lo que pretende Satanás en última instancia.

“Volvieron los setenta y dos, llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre”. (S. Lucas)

Alégrate, que Cristo venció al Maligno, y nos enseña y ayuda a vencerle: Oración + Sacramentos + Mandamientos.

La Iglesia tiene el poder, recibido de Dios, para vencer al diablo, y para expulsar demonios a través de los exorcistas, designados por los obispos.

Van muchos, demasiados, al Infierno, pero son los que se lo ganan a pulso, cambiando a Dios por el diablo; son quienes se lo buscan y sacan billete para ir a peor vida (¿peor todavía? ¡Sí, peor, muchísimo peor, sin el Amor!), porque “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”.

A la hora de la muerte, el diablo juega fuerte, pero María viene a verte (fíjate en la segunda parte del avemaría: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”).

Es solemne tontería, es un error colosal, el no acudir a María en esta hora final; a Ella que, con su planta virginal, aplaste el coco del ángel loco, o serpiente infernal, y que le ponga un bozal.

QUÉ TE PARECE:

Que todo el mundo rece, para darle a Satán lo que merece, la oración de León XIII. Esta preciosa oración, que pongo a continuación, la compuso el Santo Padre, después de una horrible visión diabólica contra Dios y su Iglesia. Mandó, a los obispos, que se recitara después de la Santa Misa. Después de un siglo de rezarse fructíferamente, Satanás metió un gol, o sea, llegó la supresión de la obligación de esta oración, con el Vaticano II. Tan pronto se dejó de rezar el diablo pudo a sus anchas campar, hasta el punto que, hace un año, el Papa Francisco, pidió, a los fieles, que la rezaran. Apréndela, Rézala, Divúlgala.

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCANGEL:

Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al Infierno con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados, que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.