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EL FIN DE NUESTRA VIDA ES LA GLORIA DE DIOS

EL FIN DE NUESTRA VIDA ES LA GLORIA DE DIOS

Podríamos pensar, por rutina, que la breve oración del Gloria que rezamos habitualmente, es una oración menor, como de relleno o despedida, pero nada más lejos de la realidad, porque es importantísima; es como un Amén a las oraciones que acompaña, que son siempre para gloria de Dios.

Nuestra vida sería inútil, sin sentido, si no procurásemos la gloria de Dios. Además, estaríamos atentando contra el primero de los Diez Mandamientos, porque no amaríamos a Dios sobre todas las cosas y personas.

Los ángeles y los bienaventurados dan gloria a Dios, y nosotros lo haremos eternamente, si empezamos a practicar aquí en la Tierra.

Todas las criaturas irracionales dan gloria a Dios necesariamente, porque no son libres, pero el hombre, florinata de la Creación, libertinamente puede robarle a Dios la gloria que le pertenece, pecando, que eso es el pecado.

Concretando, daremos gloria a Dios si hacemos lo que Él espera de nosotros: que trabajemos, que amemos a los demás como Él nos ha amado, que como bien nacidos, seámosle agradecidos; que confiemos en Él, y le adoremos (y durante la Consagración, nos arrodillemos), y que, haciendo honor a la verdad, luchemos por crecer en humildad, y algunas cosillas más, que repasaremos otro día.

Te sugiero una breve oración (lo bueno, si breve, es dos veces bueno) para empezar el día con amor y alegría: “Todo por la gloria de Dios, que mi amor sea fiel y dé fruto”.