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Confía en Dios

Confía en Dios

Pasamos la vida intentando encontrar a esa persona en la que poder confiar.

Necesitamos unirnos a alguien para sentirnos queridos y saber que no estamos solos.

Alguien en quien poder confiar.

Alguien que esté allí cuando le necesitemos.

Alguien que sea el poste donde sabemos que siempre podremos apoyarnos.

Alguien que nunca nos va a defraudar.

Y muchas veces buscamos este alguien en las personas…

No te apoyes en las personas,

pues todas, como tú necesitan una Fuerza Mayor en quien poder confiar.

Todas, como tú y yo, nos equivocamos y fallamos muchas veces…

Apóyate en Dios.

Confía en Dios.

Y pon caridad en tu trato con los demás, aceptando que como tú y yo, todos fallamos.

Pon Dios por encima de los demás y así,

por no poner a los demás en el lugar que le corresponde a Dios: el Primero;

Amarás a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a ti mismo,

por saber y aceptar que todos son como tú, personas…

y que el Primer lugar es para Dios.

Las personas no son ese apoyo incondicional que sí es Dios

y que por la naturaleza que hay en tu alma; buscas y anhelas

y que muchas veces lo confundes y lo pones en los hombres,

cuando es en Dios en quien debes ponerlo.

Confía en Dios.

Dale a Él TODA tu alma

TODO tu cariño

TODAS tus fuerzas

TODA tu vida

Y nunca saldrás defraudado.

Cuando te fallen las personas,

como tú muchas veces les fallas,

no te dolerá tanto,

por aceptar que son personas como tú

y no son Dios.

De esta forma,

con paz y caridad,

las personas nos podemos ayudar a ser mejores.

Y así…

Serás feliz en este mundo y muchas más millones y millones de veces feliz en el Cielo.

Montserrat Bellido Durán
© copyright

 

 

Arriba las manos

Arriba las manos

¡Arriba las manos!!

¿Qué te propones?

NO TE DUERMAS

Dios te está esperando,
te necesita despierto.
Dormido puedes tropezarte,
no verás bien por donde andas.

Abre los ojos.
Y mira por donde pisas,
pues el demonio te tenderá trampas
para que no puedas llegar al Cielo
y ser por Siempre Feliz de Verdad.

Aprende a cabalgar solo en la vida.

Sé el llanero solitario que sigue el camino de Dios.

No te preocupes.

Pídele ayuda a Dios,
y Él te la dará.

Dios te conducirá hasta la mina de la felicidad
si tú te abandonas a Él.

Abandónate a Dios,
Él guiará las riendas.

Deja que la Divina Providencia te marque el terreno
y SÍGUELO!

Montserrat Bellido Durán
© copyright

 

Apaga la tele

Apaga la tele

¿Te aburres?

Apaga la tele.

Y sirve a los demás por amor a Dios.

No te hagas esclavo de la tele,
no te dejes dominar por las ideas erróneas.

¿Sabes quién programa la tele?

¿Sabes qué es lo que te quieren hacer creer?

Apaga la tele.

¡Sé libre!

Piensa por tú mismo,
observa la realidad,
no te dejes comer el coco.

No dejes que te aparten de Dios.
No pierdas el tiempo delante de la tele,
que la vida es corta,
y es mucho el trabajo que hay que hacer por Dios.

Apaga la tele,
y haz un mundo mejor,
por amor a Dios.

Montserrat Bellido Durán
© copyright

 

¡Me ha dicho que me ama!

¡Me ha dicho que me ama!

Esta mañana he abierto los ojos.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana sigo respirando.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana he sonreído.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana he desayunado.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana ha salido el sol.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana he abrazado a mi hermana.
Jesús me ha dicho que me ama.

Esta mañana he lavado los platos.
Jesús me ha dicho que me ama.

¡Esta mañana soy feliz!
Porque Jesús me ha dicho que me ama.

Montserrat Bellido Durán

© copyright

 

Cruz

Cruz

Cruz,
esta palabra muchas veces nos asusta.
Temblamos sólo de pensar en ella.
Porque inconscientemente
la comparamos con algo malo.
Cuando realmente
es algo bueno.

Es por
y mediante la cruz,
como Cristo
nos abrió las puertas del Cielo.

Es con la cruz,
con la que se nos purifica el alma;
cuando la cargamos con paz,
cuando la ofrecemos a Dios.

Todos tenemos
que  sufrir algo en esta vida.

Todos estamos llamados a la santidad.

Carga con tu cruz en paz,
pues Cristo
te abrió las puertas
de la Felicidad Eterna.

Montserrat Bellido Durán
© copyright