Saltar al contenido

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SER PRUDENTES?

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SER PRUDENTES?

“In medio virtus”. La prudencia es esta virtud cardinal que tiene el oficio de tener el medio entre los extremos. El prudente no es extremista, ni que sea extremeño.

“Cardinal” no viene de cardo, como pudiese creer algún ecoanalfabeto, viene de quicio, porque es el vagón de enganche de muchas otras virtudes.

La fidelidad, la obediencia y el espíritu de servicio, son expresión fehaciente del prudente. “Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien su amo pondrá al frente de la casa…? Dichoso aquel siervo…” (Luc. 12, 42-43).

Jesús obedeció al Padre hasta la muerte. Luzbel desobedeció, se rebeló, no sirvió, y en Satán se convirtió.

La simplificación de la prudencia es reducirla al mero cumplimiento de las normas de tráfico, a no meter la mano en el fuego, a utilizar la mascarilla, etc., y la ridiculización de la prudencia la encarna el “donprudencio” timorato, apocado, aconejado, que no rompe un plato. Nada más lejos de la realidad; el prudente es avisado y avispado, inteligente y diligente, que no sigue la corriente aunque sea lo corriente.

El prudente es juicioso y previsor, coherente y santamente intransigente. La prudencia pide exigencia, paciencia, hacerse violencia, y mucha continencia verbal, estomacal, sexual, etc., para no darle al cuerpo todo lo que pida.

“Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.”

Prudente es quien lucha por vivir en Gracia, quien —como las vírgenes prudentes de la parábola— está vigilante y pendiente de agradar a Dios y evitar el pecado. Es prudente quien cumple, por amor, todos y cada uno de los mandamientos. Es quien edifica sobre roca, apoyándose en la fortaleza de Dios, que todo lo puede. La prudencia nos hace confiar en la divina providencia.

El prudente se aleja del vicio, aprestándose al servicio; se aparta del corrupto, de la ocasión de pecar, y no dialoga con la tentación.

La prudencia es el mejor seguro para mantenerse puro.

A menudo se olvida la prudencia por impudencia. Una forma de imprudencia es la fácil y pronta transigencia que no pasa por la conciencia.

El imprudente imita, sin reflexionar, lo que hace el vecino de enfrente, lo que hace la mayoría de la gente.

La prudencia y la paciencia son las madres de la ciencia, y las ejercen personas que usan de su inteligencia.

Tengamos prudencia al hablar, pensando antes de abrir la boca, esa boca de la que nunca te arrepentirás de mantener cerrada, y en la que no entrarán moscas, virus ni extraterrestres.

Aprendamos la virtud de saber escuchar, que, por algo, Dios nos ha dado una sola boca y dos orejas.

Seamos prudentes al actuar, reflexionando y orando previamente. Echemos mano de la prudencia en nuestro trato con amistades y compañías (“Dime con quién vas, y te diré de quién son esas manchas”).

ALGUNAS IMPRUDENCIAS QUE ACARREAN MALAS CONSECUENCIAS:

-El incumplimiento de cualquier Mandamiento.

-“Ignorar” la muerte, el pecado, la tentación, el Diablo, el Cielo, el Infierno, el Purgatorio.

-El ser inconfeso exprofeso.

-El ensoberbecimiento y la vanagloria, propios del burro y la zanahoria, equivalen a falta de realismo, o de humildad, que es lo mismo.

-Pensar que andar a oscuras es un chollo, y acabar en el hoyo.

-Cambiar la bondad por la necedad, sin haber necesidad.

-Pecar y no rectificar.

-Recibir la sagrada Comunión teniendo olvidada la Confesión. Una de las imprudencias mayores, es pasar del Amor de los amores.


QUÉ TE PARECE: ¡NOTICIABLE! En un conocido monasterio español, se han contagiado por el virus casi todos los monjes que comulgaban en la mano, mientras que ninguno de los muchos, ancianos, que siguen comulgando en la boca, como devotamente toca. Es para pensar cómo hay que comulgar.


Javier Bellido

© copyright