SOMOS LA GENERACIÓN DE LA ALEGRÍA Alégrate de ser católico, porque los que nos alegramos de la Resurrección de Jesús, le recibimos en la Sagrada comunión, y llevamos a María en el corazón, somos —sin exageración— otra generación, la nueva generación de la alegría, la familia de Jesús y de María. Qué triste es la vida sin María, “Causa de nuestra alegría”. Es una desgracia el no tener madre, pero es peor, tenerla y no reconocerla. Los cristianos amarianos, huídos de la Iglesia y desunidos entre sí —“Divide y vencerás”, dice también Satanás— sufren la lejanía de María —que como toda buena madre, une a la familia— y se pierden su intercesión corredentora, sus gracias especiales y sus caricias maternales. La tan anhelada unidad de la Iglesia, es utopía, si no pasa por María. Hazte una pregunta inteligente: ¿Por qué ama a María, tanta gente? Escucha a tu conciencia, lee el Evangelio con seriedad (buscando la verdad), y deja tu necedad. Si Dios, en el cuarto Mandamiento, exige que honremos a nuestra madre terrenal, ¿aceptará que deshonremos a nuestra Madre celestial, que también es su Madre? ¡Que se lo hagan mirar, porque es de gran miopía, el no amar a María! Piensa que, si no tienes a María en tu corazón, tu amor a Dios puede ser una ensoñación. En la lucha contra Satanás —fíjate que rima con Barrabás—, María es “el no va más”. Esa Mujer valiente, que llevó a Dios en su vientre, aplasta continuamente a “la serpiente”. No busques tres pies al gato, ni me seas tan timorato, deja de ser avestruz… Mírala al pie de la Cruz, Ella es tu guía y tu luz. Permíteme volcar mi cariño y decirle cosas bonitas a nuestra Madre del Cielo: El día que Tú naciste, floreció el Paraíso, llena de Gracia naciste, porque Dios así lo quiso. Eres como sol naciente, luz de todo fiel creyente. Eres la mejor alerta, que guarda al alma despierta; salvación del pecador, por tu don corredentor. ¡Gracias por ser mi Madre, llévame hasta mi Padre! ¡Mírame con compasión, llévame en tu corazón! ¡Reina del Cielo, alégrate; Reina del Cielo, alégrame! Madre mía, alégrame el día. Madre querida, alégrame la vida. Pienso que en cada Comunión, también nos rozamos con María, porque toda la Preciosísima Sangre de Jesús, se la dio su Santísima Madre, y porque Ella no se separa de su Hijo. Jesús, quiero recibirte en esta Comunión, con la alegría con que te recibió María, después de tu resurrección, y con la alegría y la emoción, con que te recibió el día de la Anunciación. ¡Madre, permíteme verte, en la hora de mi muerte, y me sentiré salvado, tras haber sido juzgado! Falta poco, se acerca la hora, de nominar a María, CORREDENTORA. ¡Ah, por si alguien no lo sabía! El 22 de Abril, se celebra la advocación de María, como Nuestra Señora de la Alegría. QUÉ TE PARECE: Si pierdes la llave para entrar en el Cielo, acude a María, que hizo muchas copias. ¡Cosas de madre! |