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Tiendes al mal, pero tu vocación es la santidad

TIENDES AL MAL, PERO TU VOCACIÓN ES LA SANTIDAD

El bautismo nos borra la culpa del pecado original, aún así, nuestra tendencia es al mal, y necesitamos de Dios, porque: «No hay sobre la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque» (Qo 7, 20), pero la verdadera vocación de cada ser humano, es la santidad, y sólo caminando en esa dirección podemos ser felices; ¡tú puedes ser santo! ¡Sí! Es la vocación que está enraizada en tu ser. La lucha por la santidad es el método eficaz al sentido pleno de tu realización como persona, es la puerta de tu felicidad, es la única opción que te dará paz.

Preguntaron los discípulos a Jesús: «¿quién puede salvarse?», y Jesús con su limpia mirada fija en ellos, les respondió: «Para los hombres es imposible, pero para Dios no; porque para Dios todo es posible» (cf. Mc 10, 26-27).

Por tanto, la cuestión fundamental es no sólo tomar conciencia de que únicamente en la santidad radica el cumplimiento de nuestra existencia por amor a Dios, sino que el principal requisito para llevarlo a cabo, es la ayuda de Dios, pues por uno mismo, es imposible salvarse, ser santo, como afirmó Jesús «imposible para los hombres» pero «posible para Dios».

Vemos pues que aquí no se trata de que «sólo quien tenga talento y capacidad puede cantar», como diciendo que «sólo sea santo quien no le cueste, porque yo tengo inclinación al mal y dificultad para la santidad, por eso mi vocación está allí donde impera mi tendencia», no, aquí, en la tierra, aunque tú no puedes por ti mismo ser santo, tendrás que «montártelo» para serlo, porque es la única solución a todas las ecuaciones e incógnitas de tu vida y de tu muerte: de Dios salió tu alma, y a Dios, ella va a volver; tu alma tiene sed de la Fuente que le dio vida, y sediento andarás, con nada del mundo te saciarás, porque tu verdadera vocación es la santidad. ¡Con Dios todo lo puedes! ¡Es Cristo quien te fortalece! Recobra el ánimo hermano, ¿acaso estás sólo? Dios va contigo, si estás en su gracias santificante, sí, esa que hace temblar a los demonios, esa que mira con agrado el bello corazón de María Inmaculada, sí, esa que encuentras en la confesión y los sacramentos, esa que conservas por la oración y el cumplimiento de los mandamientos; ¿no querías ser feliz? Tómatelo en serio, ¡sigue tu verdadera vocación! ¡¡Ánimo!! ¡Dios te ama a ti! Él te ayuda; tú vuelve a levantarte cada vez que caigas y revístete de nuevo con su Santa Gracia Divina y poderosa; ¿que temes la tentación? Escucha lo que le dijo Dios  a San Pablo: «Te basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la flaqueza» (2 Co 12, 9). Sigue adelante, sigue levantándote, sigue tu verdadera vocación.

Tú decides.

 

Patricia Bellido Durán

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