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36 Biblia y meditación

La Biblia
El sacrificio de Isaac
Génesis 22, 1-19

Capítulo 22

1 Después de estos acontecimientos, Dios puso a prueba a Abraham: «¡Abraham!», le dijo. El respondió: «Aquí estoy».

2 Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré».

3 A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado.

4 Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos,

5 y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes».

6 Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos.

7 Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!». El respondió: «Sí, hijo mío». «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?».

8 «Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.

9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña.

10 Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.

11 Pero el Angel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!». «Aquí estoy», respondió él.

12 Y el Angel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único».

13 Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

14 Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá».

15 Luego el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo,

16 y le dijo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único,

17 yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos,

18 y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz».

19 Abraham regresó a donde estaban sus servidores. Todos juntos se fueron a Berseba, y Abraham residió allí.

Meditación:

El sacrificio de Isaac

¿Cómo deben de ser los sacrificios agradables a Dios?… Los que más nos duelan. Un sacrificio, si no duele hacerlo, no es sacrificio, sino un acto justo que es un pecado de omisión.

Los sacrificios son, no dar de lo que nos sobra, sino de lo que necesitamos.

Abraham necesitaba de su hijo Isaac, y Dios se lo pide como sacrificio. A muchos padres, Dios les pide como sacrificio el que su hijo sea sacerdote, sea sólo para Dios, para Él. Y se lo niegan muchos…

Y los sacrificios tienen que ser para Dios, no para agradar a otra persona o a un grupo de personas, sino que los sacrificios que valen, son los agradables a Dios, como por ejemplo, tener más hijos, dejar que Dios dé vida a través del matrimonio; este puede ser un sacrificio agradable a Dios, porque a lo mejor, no hay suficiente entrada de dinero para este nuevo hijo, pero Dios, a Abraham, luego le dio un carnero, y Dios puede darte un mejor trabajo, una entrada extra de dinero, el que te sientas mejor para trabajar más; pero antes te probará, como probó a Abrahán: hasta el máximo.

Abraham, a este lugar donde él iba a ofrecer el sacrifico de su único hijo a Dios, lo llamó: “El Señor proveerá”; y el Señor provee siempre, siempre que se obre para Él. Repito, y lee bien: siempre que se obre para Dios, para Él, porque a Dios no se le puede engañar nunca. Dios sabe, y quiere que tú sepas, que si te ganas el Cielo, es por tus obras de amor a Él, porque tú mismo las haces y las ves, y por verlas, luego cuando Dios te premia con el Cielo Eterno, sabes que sí, que puedes ir, que te lo has ganado con tus obras de fe. Aunque el Cielo se gana por los méritos de Jesús, son las obras de la fe las que ponen el sello de tu caridad, de ese nuevo mandamiento que Jesús dió: “Amaos los unos a los otros como yo Dios os he amado”. Y Dios dio su vida por sus amigos y por los enemigos que deseen convertirse y crean en Él. Lo mismo también nuestros sacrificios, tienen que ser para Dios y demostrando nuestro amor, amor de Dios, en y con nuestros hermanos de fe. Y lógicamente no hay que hacer mal a nadie, ¡a nadie!, como jamás Jesús hizo mal a nadie; pero empecemos a sacrificarnos amándonos entre los santos, sirviéndonos entre los santos, lavando los pies a los futuros santos, como hizo Jesús, que lavó los pies a los suyos, y a Judas, que era de los suyos, pero no lavó los pies de los publicanos, sino que amó a los que Dios Padre le había entregado. Vosotros padres, amad a vuestros hijos, incluso a los judas, amadlos y lavadles los pies, luego se arrepentirán, como se arrepintió Judas; hizo mal en suicidarse, pero hizo bien en arrepentirse. Vuestros hijos judas pueden arrepentirse y no suicidarse, porque Dios Espíritu Santo vino al mundo, está en el mundo, es el Amor de Dios en el mundo.

¡Hijos!, a todos los bautizados os lo pido: lavaos los pies unos a otros. Por el hecho de ser bautizados sois de la misma familia, y aunque hay muchos judas que traicionan a Jesús, vosotros lavadles los pies, servidlos, con el sacrificio que cuesta, el sacrificio de amar hasta que duela, y hacedlo todo por Dios, por caridad, y el Señor proveerá. Amén.

P. Jesús

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