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EL AMOR SIN LÍMITES…

EL AMOR SIN LÍMITES…

También hay que vivirlo en el matrimonio. Todos tenemos limitaciones, pero no nos extralimitemos limitando la vida, limitando el amor.

“Dicen que del Amor nació la vida, y yo a la vida doy mi amor sincero…”, así reza la canción. Amor sin límites, infinito, es el de Dios Padre, creador de toda vida sobre la tierra, también la tuya y la mía.

El proyecto divino es encaminarnos hacia el Cielo, para amarnos eternamente en el centro de su Corazón, donde seremos felices para siempre. Eso es lo que Dios quiere —“que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” — y no la solución de nuestros problemas terráqueos (guerras, pobreza, dolor, hambre, sed, enfermedad, estupidez humana, etc.)

La paternidad, infinitamente responsable, de Dios, no priva de su venida al mundo —ni por causas gravísimas— a ninguna criatura humana, a ningún hijo suyo, porque sólo una cosa es necesaria, la VIDA, y porque sólo Dios basta.

Pero, así como la insensatez y la cutrez del Homo sapiens, no conoce fronteras, su amor a Dios y a su prójimo, sí que las conoce, y pone barreras a la vida, límites al amor, o sea, que de “sapiens”, nada.

Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza”, y, siglos después, le dijo: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”; pues, casi nada.

En el Paraíso, les bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra…” (Hay mucho inútil, que no sabe multiplicar, u olvidó las tablas, o no conoce las Tablas de la Ley —el Decálogo— donde figura el Primer Mandamiento).

Después del primer pecado, poco antes de la “gran evasión” —supongo que por Eva— del Jardín del Edén, Dios les aclaró que la “multiplicación” sería con dolor y con sudor (dolor en partos y embarazos, y sudor para ganar el pan de los hijos).

Hasta aquí, y gracias al Libro Sagrado, todo el mundo se da por enterado, pero veremos más adelante, cómo el demonio siembra cizaña en el matrimonio.

Que Dios quiere que tengáis otro hijo, es algo seguro y fijo, porque “sus delicias son estar con los hijos de los hombres”…, ¡y a ti te sobran tus propios hijos!

A Jesús, Dios, le encantan los niños, los bendecía y los abrazaba (“Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo estorbéis…”). ¡Deja de estorbar! Si evitas los hijos, estás estorbando, impidiendo que vayan a Jesús, Dios, al Cielo, y privas a Dios deleitarse con tus hijos.

Dios quiere dar el hálito de vida a esos hijos y nietos tuyos que tiene en “mente”, pero necesita tu colaboración, ese barro, que ahora lo pones tú. No te embarres en el pecado, por cobardía, comodidad, etc., y no le niegues un hijo a Dios porque —recuerda— los hijos son de Dios, y los da Dios (basta ver cuántos matrimonios son estériles, a pesar de su ilusión y empeño en ser padres).

Dios no te pide que des tu vida, te pide, te ordena y manda, que des tú, vida.

El amor no es calculador, no fija el día ni la hora, con una calculadora, para poder evitar a otro hijo engendrar.

No calcules, hermano, como Adán bajo el manzano.

Vas a misa cada día, y dedicas tiempo a orar, pero tienes cobardía, al no querer engendrar.

El matrimonio es un excelente camino de santidad, pero “… hay quien practica sexo libertino, incluso con su cónyuge, porque con la excusa de que hay motivos graves para evitar los hijos, el sexo se convierte en motivo de lujuria, de un encuentro sólo para el placer, y no para el amor de esposos, para una vida santa.” (Meditación del Evangelio, por el P. Jesús – 25 SEPT – 2016)

QUÉ TE PARECE:

¿Qué sientes en tu conciencia cuando, al decir en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad”, sabes perfectamente que estás indecentemente, evitando los hijos —por muy “naturales” que sean los métodos— y que en ellos está la voluntad de Dios?