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GAUDIUM CUM PACE

GAUDIUM CUM PACE

Significa gozo con paz. Pues, en este año que nace, te deseo “gaudium cum pace”, gozo y paz, ¿para qué quieres más?

Haré un esbozo del binomio PAZ y GOZO, porque el orden de los factores no afecta a estos “valores”, que son los mejores entre los mayores, y te dejo un frondoso bosquejo de consideraciones, a montones.

Siendo veraz, pensé en la paz que nos desea la Iglesia, el primero de Enero, festividad de la Maternidad divina de María.

*PAZ, “diccionariamente”, es: “Tranquilidad y sosiego del ánimo, en contraposición a la turbación y a las pasiones”. Es también: “Armonía y buena correspondencia de unos con otros”, “Pública tranquilidad de los Estados, en contraposición a la guerra”, etc.; y mi antigua enciclopedia —bendita ella— añade: “ES UNO DE LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO”.

Me pregunto si rezamos por la paz bélica, la enciclopédica, la evangélica, o por las tres.

Paz, no es la sensación del ambiente apacible del mar, el prado con vaca lechera, el bosque, el murmullo del viento, el sonido del agua mansa, ni tampoco el sosiego de la “dolce vita” o de “il dolce far niente” (lo dulce de no hacer nada) que, castizamente, se diría: el no pegar ni sello, o el no dar un palo al agua.

Paz, es la serenidad del alma, su equilibrio afectivo y efectivo, la serena alegría del espíritu.

Paz, es el resultado de la auténtica alegría, de la verdadera felicidad, que llamamos gozo, y nace de la filiación divina, de sentirse hijo amado de Dios, y del encuentro con Jesucristo. Paz, por confiar en el amor del Corazón de Jesús, que es infinito y eterno.

Paz interior, por la alegría del corazón contento y la conciencia tranquila (en paz), por la gracia de vivir en Gracia.

Tener paz interior es lo mejor de lo mejor. Tendrás paz después de rezar, de confesar, de comulgar… y así podrás evangelizar, porque “De la abundancia del corazón, habla la boca”. La paz en acción, se vuelve oración.

Esa paz, sólo te la quita el pecado, la mala conciencia, la ausencia del amor de Dios en tu interior.

Mira con los ojos del alma, y tendrás paz y más calma.

Que Jesús, María y José, nos den la paz y el bien de Belén.

¿De qué tipo de paz hablamos, qué paz nos deseamos?

La paz cristiana es la paz de Dios, que le dice a Jeremías: “Yo tengo pensamientos de paz…” (Jerem. 29, 11).

La paz cristiana es la de Cristo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo…” (Juan 14, 27). Aquí nos confirma Jesús, que la paz es fruto del Espíritu Santo, y, fruto de la paz de Cristo, es la alegría cristiana. Sin paz no hay alegría.

El gozo es la alegría plena, completa, total.

Queda claro que la PAZ (PAX), la paz de Dios, no es la paz social ni mundial, que es la que piensa el personal.

Cristo nos ha dejado su paz, y, por si la perdemos, también nos dejó la confesión, para que la recuperemos, para que la “reciclemos”.

El confesor es el mayor y mejor sembrador de paz y de alegría interior, ¡sí señor!

Y, ahora, “saltan todas las alarmas”, “se funden los fusibles”; desconcierto incomprensible. “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división…” (Lucas 12, 51). Dios no cambia de opinión, de versión, sólo nos da una lección: Que nos enteremos de qué paz queremos.

—Cristo Rey, es: “Rey de santidad y de gracia, rey de justicia, de amor y de paz”, reza la Iglesia.

—Cristo Rey, le respondió a Pilato: “Mi reino no es de este mundo…” (Juan 18, 36).

—“… El reino de los cielos está en medio de vosotros.” (Luc. 17, 21).

Visto lo visto, con paz y con calma, vemos que Cristo reina en el alma. Si en paz quieres estar, ve a confesar, déjale reinar, porque lo que impide su reinado, es el pecado, que a la paz, ha dinamitado.

El pecado venial es un “Bypass” de Satanás, el mundo o la carne, un rodeo bastante feo, un regate corto a la Gracia.

El pecado mortal es un “Bye-paz” letal, “mi gozo en un pozo”. El gozo es el saboreo de la alegría.

El gozo es la alegría del corazón (“… pero os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría.” Juan 16, 22).

La alegría evangélica fluye del interior, de saber la razón y el fin de la vida: que Dios nos ama, y que nos regala el Cielo; es, recíprocamente, fuente de paz, y es el auténtico gozo, en definitiva.

El gozo es el antídoto de la tristeza y de la depresión, porque es la plenitud de la alegría, y porque nace del santo abandono en la amorosa providencia divina: “Omnia in bonum” (Todo es para bien). Y, como se preveía, tocaré —sin instrumento musical— el “himno” a la alegría como tal.

La alegría de corazón, no es la de diversión, buena digestión, o la del cachorro juguetón, ni tampoco la alegría del premiado por la lotería.

“Aclamad al Señor la tierra entera; servid al Señor con alegría…” (Salmo 100).

Todos los cristianos somos beneficiarios de la alegría.

A los pastores, el ángel les dijo: “No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo; hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador…” (Lucas 2, 10-11).

Los Magos, “al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.” (Mateo 2, 10). Y la alegría de María: “… y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…” (Magnificat).

¡Madre mía, sé mi gozo y mi alegría, que mi alma en ti confía! ¡Qué vida tan triste sin María, “causa de nuestra alegría”!

Vive la alegría de tener buena vida, no la de darse a la buena vida.

Pongo el corazón en Dios y en María, y ¡viva la vida, que la dicha es mía!

Tendrás una alegría como nunca hubo dos, cuando vivas noche y día estando en gracia de Dios.

Vive con alegría la realidad, y alcanzarás la santidad.

“Dios ama al que da con alegría”, no con tacañería. Recuerda la mirada de amor del Señor hacia aquel joven rico (y borrico), que huyó triste de la presencia de Dios, porque optó por la tacañería, despreciando la alegría.

Si tienes aleRgia a la alegRía, ¿será porque no eres “de Letras”?

¡Qué amable compañía, la de alguien con alegría!, porque la alegría “engancha” y “lía”, mola por sí sola. Pues imagínate estar en el Cielo, en el Corazón de Dios, en el Jardín de la Eterna Alegría…

Si amas a Dios y a su Madre bendita, gozarás de esa alegría que nadie te quita.

Vive la fe sin temor, vívela con alegría, pues te ama el Creador, también te ama María. Abre con alegría tu corazón a María.

¿Vamos a Misa con alegría? “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor…”.

Te sugiero un buen propósito para este año tan redondo: servir al Señor con alegría, ya desde empezar el día. Como siempre se me ocurren “tonterías”, te diré que: la alegría es la “energía” del alma. Entonces, empieza el día, cargando la batería.

Que María, Reina de la Paz, nos la obtenga de su divino Hijo.

QUÉ TE PARECE: Es muy romántico el gesto de darse la paz, pero para darla, hay que poseerla (“Nadie da lo que no tiene”); me refiero a la paz de Dios —del alma en estado de gracia santificante—. ¿Qué te parece confesarte, para dar la paz “con más arte”?