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VIENE EL SEÑOR JESÚS

VIENE EL SEÑOR JESÚS

Jesús viene, festivamente, en Navidad, pero efectivamente y REALMENTE, en cada comunión sacramental que haga el personal.

Por Navidad, revivimos, conmemoramos, la Primera Venida de Dios.

Por Comulgar, vivimos, gozamos, Cada Venida de Dios, cada Encuentro amoroso con el Amor, Jesús, Dios, caminando hacia su Venida definitiva.

¿Sabes que cada Encuentro con Dios-sacramento, al estilo Emaús, es por iniciativa divina —Él quiere venir a ti— para abrazarte, consolarte, escucharte, animarte, y alimentar tu alma, fortaleciéndola para el Camino?

¿Sabes que cada Comunión es —debería ser— un sublime acto de adoración, y no un banquete de juerga y diversión?

¿Sabes que adorar la Eucaristía es adorar a Dios?

¿Sabes el Primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Pues si sabes el primer mandamiento, sigue leyendo atento.

La adoración es una excelente combinación de Fe, Esperanza y Caridad.

Adorar es actuar con fe —obra de fe viva—, con fe activa, en el cumplimiento del Primer Mandamiento (“Adorarás al Señor…”)

Adorar es esperar, con fe, las Promesas divinas.

Adorar es amar, con fe y esperanza, a Dios, sobre todo. Dicen que “el amor estancado, se pudre”, por lo que debe ser activo, operativo —[“A quién no sabe amar, le tendrán que operar”, digo yo] — y adorativo, esperando el Adviento Definitivo. Es CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS.

Como queda claro que debemos adorar a Dios, debemos adorar a Jesús, que es Dios, ¿o tienes tus dudas, como Judas?

Nos debemos esmerar en adorar al comulgar. “Nadie come de esta Carne, sin antes adorarla […], pecaríamos si no la adoráramos”. (San Agustín, que se despacha “agusto”).

¿Eres consciente, fiel creyente, de que debes adorar a Jesús al comulgar, o eres de los que van a comulgar como quien va a pasear, influído por los buenistas y protestantistas, que persiguen agradar a los hombres antes que adorar a Dios, haciendo amigos, en su predicar sin incomodar?

Aprende cómo se adora, que ya va siendo hora. A Dios se le adora con todo el ser, cuerpo y alma, y no según tu parecer, y por tanto, un creyente también adora corporalmente.

El gesto de adoración corporal “integral”, es la postración total, pero el más habitual, es el arrodillamiento ante Jesús-Sacramento.

La simple inclinación, es sólo gesto de veneración.

La adoración es también instrumento de evangelización.

La quasi-adoración es quasi-profanación.

Si no adoramos a Dios, nuestra fraternidad es pura falsedad.

Y por lo que a la adoración toca, “adoratio” alude a la boca, al beso, al gesto de amor.

Dicho esto, vemos frecuentes prácticas, al comulgar y al distribuir la Sagrada Comunión, que brillan por su falta de adoración, entre éstas:

—Comulgar de pie, que es, al pie de la letra, lo que hacen los protestantes.

—Comulgar en la mano, que fingen los arriba estantes.

(Quiero destacar que los protestantes fingen al comulgar, porque al no consagrar, sólo comen pan).

—Repartir la Comunión (en plan “de guasa”), el primero que pasa. Observa cómo San Juan Pablo Segundo los “repasa”, para que lo entienda todo el mundo: “Tocar el Santísimo Sacramento, es un privilegio de los ordenados”. (Carta “Dominicale Cenae”, 1980).

Para comulgar con dignidad, y adorando de verdad, hay que arrodillarse con humildad, y recibir en la boca al Señor, como gesto de confianza y amor.

Subrayo confianza, resaltando su “importanza”, porque la confianza total fluye de la infancia espiritual (“Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”, dice el Señor), la confianza del niño que abre la boca ante su madre para recibir el alimento.

Concluyendo que: —Comulgando en la mano, Dios ve nuestra desconfianza; ¿y vamos recitando, de manera aleatoria, la siguiente jaculatoria: “Corazón de Jesús, en Vos confío”? ¡Esto sí es un lío!

—Comulgando de pie, Dios ve nuestra indiferencia y nuestra injusticia (la de no adorarle). Dice la Palabra de Dios: “El justo florecerá como la palmera…”, pero no “se erguirá como la palmera”, (a ver si la gente se entera).

Así que, con el cóctel de desconfianza, injusticia e indiferencia, es normal que se dude, se obvie y se niegue su Presencia.

Está muy bien dolerse por los abusos sexuales clericales, que son meros pecados personales, no de la Iglesia, que es Santa, es la Esposa de Cristo, pero a Dios le duelen más, mucho más, los “abusos” sacramentales, para entendernos, porque afectan directamente a la gloria de Dios, implícita en los sacramentos, y en los tres primeros Mandamientos. Dios, con su dedo escribió sus mandatos en las tablas de piedra; lean el texto, y verán que el Primero es antes que el Sexto.

El maltrato eucarístico, entiéndase: ninguneo y cosificación de la Santa Eucaristía, fue planeado y programado, por los mismos que no reconocen a María.

En los primeros ocho siglos del cristianismo-catolicismo, se comulgaba generalmente, aunque no en todas partes, de pie y en la mano. Por algo, cambió la Madre Iglesia esta vieja costumbre, por el peligro de abusos sacramentales. En los Sínodos de Córdoba (839) y de Rúan (878), se prohibió, bajo excomunión, la comunión en la mano. ¡Atento, querido hermano!

Lo que después, durante más de mil años, se vino haciendo bien, “como Dios manda”, vinieron a manipularlo torticeramente, los “Deformadores” protestantes, artífices de la ingeniosa ingeniería teológica, esforzándose en reintroducir la comunión en la mano, “para que sus fieles no pensaran que Cristo estaba presente bajo la forma de pan”. Bien visto, les hacían un favor, porque les sacaban del error, ya que sólo había pan.

El afán de manosear la Eucaristía, lo avivó el Autor del Mal, dejando abierta la puerta del corral, y apareció un chapucero, al que llamaban Bucero, que en su taller teológico, como es lógico, había muchos “tornillos” por el suelo.

Pese a la oposición declarada de Pablo VI y de los papas sucesivos, la comunión en la mano se fue infiltrando sibilinamente como concesión o, digamos, como indulto, bajo la burda presión de algunos avispados obispados europeos. Cercado por el mogollón, Pablo VI cedió a la presión, pero dejó claros su disgusto y su postura, haciendo uso de la escritura.

Adjunto fragmentos del texto de Pablo Sexto, en el que instruye a estos indocumentados; de la Instrucción “Memoriale Domini” (1.967): “… la costumbre de entregar la Eucaristía en la mano, traía consigo el peligro de abusos…”, “… influyó la creciente reverencia al Sacramento, a que se diese más tarde la Sagrada Forma directamente en la boca…”, “… la comunión en la lengua, de ningún modo quita dignidad a quien comulga. Toda innovación puede llevar a la irreverencia y a la profanación de la Eucaristía, así como puede afectar gradualmente la correcta doctrina.” ¡Olé, qué profecía, viendo cómo se ha cosificado la Eucaristía! ¡Ah, para que lo sepa la gente: Memoriale Domini es actualmente, TOTALMENTE VIGENTE!

Cabe distinguir entre RECIBIR y RECOGER. Cuando comulgamos en la boca, Recibimos al Señor, pero si comulgamos en la mano, le Recogemos para llevarle a la boca.

Pensemos que una cosa es RECIBIR un regalo (en este caso, Dios), y otra muy distinta es RECOGER este regalo, que bien podría hacerlo otra persona.

Cuando rezamos: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi “casa”… le dices, “de recibirte” en mi casa, de entrar en mi boca; pero pasa que, si no le recibimos “en casa”, viene a nuestras manos, y le “recogemos”.

—A Dios se le recibe, no se le coge ni se le recoge.

—Dile: Jesús, te amo, te adoro y te recibo con decoro, en mi casa, en mi boca. Mi Dios, mi Amigo, mi Hermano, ven a mí, de primera mano.

Quiero recibir con dignidad, a tu Santa Humanidad, junto a tu Divinidad.

—Quienes comulgan sin adoración, comulgan sin devoción, porque no valoran el Encuentro, y son simples usuarios del Sacramento.

—Tu fe y tu amor están en mantillas, si no le recibes de rodillas.

—Mejor que comulgar, con “anestesia”, si puedes, cambia de iglesia.

—Urge propagar el amor en acción, la cultura de la adoración.

—Quien ejercita la paciencia al predicar, y la urgencia a la hora de comulgar, hágaselo mirar.

—Comulgar es acercarse, por amor, al Amor, y recibir amor.

—“Los santos, como los Magos, adoran a Dios, a Jesús, se arrodillan y se postran a sus pies. Y Dios está en Cuerpo y Alma en la Eucaristía, en la Sagrada Hostia. Si tú no adoras a Dios, si no te arrodillas ante Dios en adoración, no eres santo-ta. Los santos saben cómo tratar a Dios, no como a un igual, sino como al que Es, Dios.

Tal y como tú tratas a Dios, se ve de qué está lleno tu corazón, y todos lo ven también, para que no engañando a nadie, los santos no imiten a los falsos, a los fariseos de hoy, esos que no se arrodillan delante de Dios, el Mesías.

Los Magos adoraron a Dios, postrándose le adoraron. Y tú, ¿qué haces?… Por tus obras se ve tu fe, no por tus palabras, sino por tus palabras y obras.” (Meditación del P. Jesús del Evangelio del día 6 de enero de 2020).

—Permíteme añadir: “Que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los Cielos”.

Estamos a las puertas de la Navidad, y quiero hacerte esta consideración en torno a la Comunión: Si cuando te presentan una imagen del Niño, te inclinas y le besas con cariño, ¿cómo es que vas a recibirle en Persona (con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad), con esa frialdad, sin el menor gesto exterior de adoración? Piensa en la cuestión, haz meditación, y saca conclusión.

De esta Navidad podríamos sacar una firme decisión: comulgar con más amor y devoción (o sea, más fe, amor, humildad y devoción).

Aquí lo dejo, y te dejo con Dios, Padre amoroso de nosotros dos. ¡VEN SEÑOR JESÚS!

QUÉ TE PARECE: Como en el camino de Emaús, te sale al encuentro Jesús. Aprovecha la ocasión de una buena Comunión. Deja que Dios te abrace y tu corazón se abrase. Ve a la Cita preparado, como un buen enamorado, y estando bien confesado, porque vas a recibir a Jesús Sacramentado.