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“HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA”

 «HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA»

Pronto entraremos en el mes de Mayo, que en Europa es el emblemático “mes de las flores”, tradicionalmente dedicado a la Virgen María. Ahora que, comercialmente, hemos inventado “el día de la madre”, propongo institucionalizar “el mes de la Madre”, porque a María hay que dedicarle más de un día, ya que además de ser tu Madre y la mía, lo es también de todos y cada uno de los habitantes del Planeta, aunque no lo sepan, no se lo crean o la rechacen.

En ese mes tan florido y precioso, deberíamos reenamorarnos de la Madre del Amor Hermoso. Ella es la más esplendorosa y fragante Flor de Dios que, por sí sola, hace primavera. Primavera en la Iglesia, de la que es Madre, y primavera en el corazón de cada uno de sus hijos.  

Del amor al Creador, sube esta marea de amor hacia tan excelsa Criatura, la Bella María, la Virgen más Santa y Pura.

Es muy natural que María sea nuestra Madre celestial, porque por su “Sí” a la voluntad divina, nos engendró a la vida sobrenatural, ya que si Jesús no hubiera nacido, aun seríamos unos muertos deambulantes, como eran los hombres antes, por culpa del pecado de Adán, y también de Eva (para no discriminar a las mujeres). Gracias al “Sí” de María, podrás ir al Cielo, en su día. ¡Salve, Madre del Amor, por ti nos vino el Salvador!

“Dios quiere que todos los hombres se salven…”, por eso nos dio a su Madre como corredentora, intercesora y mediadora. María es la clave del perdón de Dios. Jesús su Madre te ha dado, para que seas salvado, para sentirte tú amado. Si aún amas el pecado, es que no te has enterado, por ser un gran despistado.

¿No te da un vuelco el corazón, y baila de alegría, cuando ves una imagen de María? No seas lelo; cuando la veas, “no te cortes un pelo”, lánzale un piropo a tu Buena Madre del Cielo. A Ella le gusta que le digas que la quieres; también puedes decírselo con flores. Coge una estampa de tu Madre, y bésala; ponla en la cabecera, en la mesa de trabajo, o llévala en la cartera. Lleva su escapulario y reza el santo Rosario, que tiene un poder extraordinario.

En cada Rosario nos unimos a la perseverante súplica de nuestra Madre a Dios, por nosotros, pecadores. El santo Rosario es también una siembra de alabanzas y peticiones a Jesús y a María, que cosecha abundantes frutos de bendiciones divinas. Podrás rezar el Rosario, si lo incluyes en tu horario.

No entronices a María, sólo Reina por un día; hazla Reina del hogar, de tu vida familiar, Madre de tu iglesia doméstica.      Que reine en tu corazón y en más de una habitación, y podrás piropearla siempre en cualquier ocasión. Trata con todo tu amor a la Madre del Señor. Que tu devoción por María nazca de un amor racional, más que de un folklore regional.

Qué frío y triste es un templo que excluye de la nave central su figura maternal. Pierde el gozo y la alegría de la imagen de María.

Si de la Iglesia, María es Madre —la declaró un Santo Padre— un buen hijo de la Iglesia, es buen hijo de María. Si no eres de María, no eres de Dios, porque Él quiere que honres a su Madre. El amor a Dios es ilusorio, pura utopía, para quien no ama a María.  

No te llames cristiano si ignoras o rechazas a la Madre de Cristo. Vigila adonde entras, no vivas de ilusiones, porque sólo encontrarás a María en la Iglesia Católica, la única Iglesia verdadera.

María es Puerta del Cielo y también Virgen del Camino. Hazte niño y viaja en sus brazos de Madre: caminando hacia la montaña, yendo a Belén, huyendo a Egipto, en Caná, subiendo al Calvario, acompañando a Pedro… y “volando” al Cielo.

Si vivir sin Dios no es vida, vivir sin María es vivir sin alegría. Causa de nuestra fe, es María, y causa de nuestra alegría. Ábrele con alegría, tu corazón a María.

María es el “pararrayos” de la ira divina y, como buena Madre que es, avisa continuamente de los peligros del pecado a sus queridísimos —y atontadísimos– hijos. Repasa sus mensajes de Lourdes, Fátima, Garabandal, Medjurgorje… Ella sigue repitiéndonos: “Haced lo que Él os diga”, para que Dios nos bendiga. Imagino a María, junto al altar, durante el Santo Sacrificio, en cada Misa, como estaba al pie de la Cruz, porque Ella no se separa de su Hijo.

Acude a María, es tu Madre y la mía. Es nuestra Madre, y le gusta hacer de Madre. Te cuidará con el cariño con que cuidó de su Niño. Cuando acudes a María, tiembla el diablo y pierde su fiereza, porque tu Madre le aplasta la cabeza. Satanás pierde los papeles y coge un pánico extraordinario, cada vez que rezas el Rosario.

Llámale: ¡Madre, Madrecita, corre, ven, tu hijo te necesita! Tu Madre, Santa María, es segura protección, sea de noche o de día, si viene la tentación. Su mediación amorosa te resuelve cualquier cosa.

Si no sabes cómo hacer por cumplir tu deber, piensa en cómo Ella lo haría, tu buena Madre, María. Santa María, Madre de la Dulce Sonrisa, irradia amor, comprensión y compasión. Cuando hables con Ella, intenta imaginar su sonrisa.

Madre, Madre mía, mi alma en ti confía.

Madre del Amor Hermoso, dame un corazón limpio y generoso.

Corazón dulcísimo de María, cuídame noche y día.

Mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

Bendita seas, Madre mía, eres un Regalo de Dios; eres un mar de dulzura, bondad y misericordia; eres como agua de mayo.

María, Primavera de la Iglesia, ruega a Dios para que con el agua de la divina misericordia, ablande nuestros resecos y duros corazones, y fertilice este mundo tan árido y desertizado.

QUÉ TE PARECE:

Siempre al comenzar el día

salto alegre de la cama

sabiendo que Dios me ama,

también me ama María.