Saltar al contenido

“OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES”

 «OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES»

Somos obra del Amor, de Dios; es de fe.

“La fe sin obras, es una fe muerta” (St. 2,14); es pura boquilla, palabra que se lleva el viento; aunque te quedes tan contento, es puro cuento.

“Fe sin obras, factura que no cobras” (J. B.).

Somos lo que hacemos, no lo que pensamos, decimos, predicamos o queremos hacer. No basta la teoría, porque Jesús te juzgará por la práctica (de las obras de misericordia). “Haz aquello que quisieras haber hecho cuando mueras”, es un recorte que conservo de un  antiguo dietario.

Hablando de práctica, te defines como católico practicante, pero no sabes de memoria el horario de Misas de tu parroquia; entonces eres un practicante que prácticamente no practica.

Obras, sí, pero obras de amor, de bondad, de bien, imitando a Dios, Jesús, que todo lo hizo bien, y es el Amor, suma bondad. Obras y actos de amor, también actitudes, que no te faltan aptitudes (talentos).

Por tus obras, te salvarás o te condenarás, y también te conocerán. “… que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.” Seremos unos ladrones, unos estafadores, si robamos a Dios la gloria que le darían nuestras obras, hechas por su amor. “DEO OMNES GLORIA,” TODO POR LA GLORIA DE DIOS, y añadamos: QUE NUESTRO AMOR SEA FIEL Y DÉ FRUTO. Qué buena oración para emprender la acción, para empezar el día; qué hermoso ofrecimiento de obras.

Y, a propósito del FRUTO, hablemos de frutales, que a Jesús le gustaba mucho. Del evangelio, parábola de la vid verdadera, “… La gloria de mi Padre es que deis mucho fruto…”. “… el buen árbol da buenos frutos…”; “… no se cosechan higos de los espinos…”. Sé un buen árbol frutal, no seas alcornoque forestal.

Nuestras obras serán fructíferas, unidos a Cristo —como el sarmiento a la vid— y con la ayuda del “Maestro de obras”, el Espíritu Santo.

No importa que estés en paro espiritual o laboral, no importa, porque Jesús nos regaló la confesión sacramental.

No importa que seas obrero madrugador, de media tarde, de última hora, jubilado o mediopensionista. No importa que seas un reciente converso. Conversa con Dios, con verso o con prosa, cantando o bailando, riendo, llorando, sudando, pescando… siempre obrando por la gloria de Dios.

Tú que eres bautizado, y que Dios te ha contratado, no mires hacia otro lado, haciéndote el despistado y poniéndote a silbar; deja una vez de pecar.

Corrige tu actuación y sana tu corazón, acude a la confesión y cumple con tu misión.

María nos lava la cara, nos abraza, nos besa y nos anima a seguir a Cristo. Nos urge: tú puedes, tú debes, hacer las obras de amor que Él dice.

QUÉ TE PARECE:

No vivas estérilmente y pasa más de la gente. Deja la vida rastrera, como la de la frondosa higuera. Haz aquello que quisieras, haber hecho cuando mueras.