Tesoro divino No hay sonrisa más bella que la que adorna tu rostro. No hay mirada más tierna que la que se escapa de tus ojos.
No hay dulzura más sincera que la que brolla de tu alma. No hay fe más inmensa que la que tu obrar demuestra.
Cual perla en un océano, Dios te halló; en medio de un mundo necio, te encontró.
Diamante en bruto sin necesidad de ser tallado, pues ya sin pecado, fue tu ser engendrado.
Tu brillo y resplandor a la humanidad, iluminó. Tu alma virginal, permitió traer al mundo al Señor.
Dios, de Ti se enamoró, de tu humildad, se prendó, cual niña de sus ojos, te cuidó, y por siglos, te aguardó.
Ya desde la creación, en tu pensar, se glorió, y esperó con ilusión ser tu Esposo e Hijo.
María, María, preciosa niña judía María, María, prenda mía.
María, ¡Virgen María! Dios se gloría en tu humildad, se regocija al en Ti, pensar, se enamora de tu bondad, ¡se deleita al ver tu amar!
El Todopoderoso, se derrite de amor por Ti, como Tú de amor por Él.
¡Dios te ama sin mesura! de tu alma la hermosura te agradece y se complace.
Eres su tesoro divino. María, eres ¡el tesoro de la Divinidad!
Alba Bellido Durán |