Mi campeona Mujer inigualable hay en el cielo, con corazón bondadoso y alma de hierro. Una madre que se entregó, completamente y con amor, al servicio del Señor.
Con su mirada dulce me enternecía el corazón, con sus bellas palabras me llenaba de emoción. Todo ella desprendía ternura, paz y amor, pues amaba con locura al Creador.
Una madre amable, sincera, graciosa y cariñosa; la mejor mamá del mundo. Hermosa flor de primavera, que traía a todos la esperanza, con su dulce fragancia.
Su temple era firme, pues tenía por pilar su fe. Avanzaba por la vida superando los obstáculos, ganándose la santidad y la admiración de todos.
Nunca le faltaba una tierna sonrisa, un buen consejo, una risa; preciosa ánima la tuya, tan dulce y tan humilde…
Tenías alma de niña, pura e inocente, y te dedicaste fielmente, junto a tu amado esposo, al bienestar de los hijos.
Te agradezco tanto, mamá… te quiero muchísimo; y espero el gran día en que nos reencontremos, en la casa de Dios.
Tú ya te has ganado el Cielo, no hay duda de ello; pues toda tu vida fue una batalla continua, de la que tú saliste vencedora, por eso querida mamá, ¡eres mi campeona!
Alba Bellido Durán |