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Catecismo meditado - 3. página

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 31

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios

31 Creado a imagen de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre ciertas «vías» para acceder al conocimiento de Dios. Se las llama también «pruebas de la existencia de Dios», no en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de «argumentos convergentes y convincentes» que permiten llegar a verdaderas certezas.

Estas «vías» para acercarse a Dios tienen como punto de partida la creación: el mundo material y la persona humana.

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios

¿Quién hizo el mundo?: ¿tú?.  ¿aquel?,  ¿algún antepasado tuyo?, ¿un rey?…

Y, ¿por qué tendría que ser un rey? ¿Por qué tiene que haber sido alguien importante que hiciera todo eso que vemos y lo que no vemos? Porque hay muchas cosas, mucha diversidad de seres y cosas y personas: blancos, negros, mestizos, chinos, indios y tú mismo, que también eres distinto a todos, por lo menos te sientes así: distinto a los demás, ¡único!

Te sientes único y grande e importante porque eres a imagen y semejanza de Dios, el Único, el Grande, el Importante: ¡¡Dios!!

Busca el hombre su historia:

“¿De dónde he salido? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?”

“¿Dónde están los que han vivido antes que yo? ¿Por qué se fueron? ¿Por qué se van?”

La existencia del hombre busca, indaga y halla respuestas, pero a veces no son la verdad, porque sólo hay una respuesta, que está en lo que somos: imagen y semejanza de Dios.

Dios quiere que unos a otros nos ayudemos en el camino de salvación. Dios quiere que, como a imagen y semejanza Suya, como él hizo, nosotros también nos entreguemos al servicio de la causa, la causa de por qué vivimos; la causa de por qué los que estaban ya no están.

Todos quieren saber ésto en un momento u otro de la vida, porque muere alguna persona amada y desaparece, no vuelve; entonces: ¿Qué ha pasado?

Lo cierto es que lo natural en todo ser animado, es lo natural en el hombre: Nace, vive y muere; y nacen otros, pero no el que se ha ido. No ha nacido jamás otra persona exactamente y completamente igual a otra que ha partido ya.

Eso nos demuestra que es lo normal en el ser humano: nacer y morir.

Entonces, si es lo natural, ¿Qué hemos venido a hacer aquí?

¿Quién nos ha colocado aquí y para qué?

Estas preguntas y muchas más, martillean nuestra puerta del saber. Golpea la vida con sus porqués a la mente que sabe cosas pero no sabe ésas. Sabe cómo comer, como andar y hablar, pero no sabe de dónde viene ni a donde va. ¿¡¡Porqué!!?

“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?…”

Tenemos la ayuda de nosotros mismos que deseamos saber y, ¿por qué tenemos deseos de saber?

Como el instinto de comer, tenemos el instinto de querer saber; y este instinto como el comer, nos da vida por comer, y el instinto de querer saber, nos da vida después de esta vida.

Dios nos selló con el instinto de lo que necesitamos hacer y saber para ser.

El hombre, por sí mismo, puede hallar a Dios, porque su instinto se pregunta “¿Por qué?”

Su instinto humano le lleva a saber.

P. Jesús

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II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 32

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

32 El mundo: A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.

S. Pablo afirma refiriéndose a los paganos: «Lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Rom 1,19-20; cf. Hch 14,15.17; 17,27-28; Sb 13,1-9).

Y S. Agustín: «Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo…interroga a todas estas realidades. Todas te responde: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión («confessio»). Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza («Pulcher»), no sujeto a cambio?» (serm. 241,2).

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

Sólo lo bello es real, porque sólo lo bello es bueno, y por ser bello y bueno es perfecto.

Lo bello y bueno ha salido del amor, porque, cuando se ama de verdad, sólo puede salir de uno lo mejor de cada uno. Cuando amamos bien, somos mejores; cuando nos gusta lo bello, buscamos el amor, y todo esto está impreso en la realidad del mundo; en la creación de lo creado hay belleza, hay bondad: hay amor.

¿Y quien pudo hacer las cosas, crear las cosas así: bellas, buenas, con amor? Sólo alguien perfecto, sólo alguien que no se dejara influir por otros, y por lo cual sea y es Superior a todos; porque en su sentencia, por las obras que vemos en la realidad de lo que son cielos y tierra, vemos un gran amor, una total libertad de expresión; dejando a la creación crear a su antojo, y desde la pequeña flor al más grande de los planetas, todo es perfecto en ello, y tan perfecto que no interrumpe uno la función del otro, es más, se complementan todas las realidades de todo lo que es y hay en la creación.

Una perfección tal, una demostración de amor tal, sólo puede salir de Dios. Del que es, del que se denomina: Soy el que soy, y por serlo, es lo que es y hace lo que hace, y nosotros, los hombres, dentro de esta declaración de amor de Dios con sus obras, sabemos que el Amor nos creó y nos eligió para la belleza, la bondad, el Amor.

Si investigamos interrogando cada cosa, qué es, cómo es, vemos en cada existencia la totalidad de un Dios de Amor, Belleza, Bondad.

El agua es buena, aunque a veces se desborda y hace maldades, pero el agua es buena de por si, es bella, se entrega con amor, se da de lo que es para saciarnos la sed y limpiarnos por dentro y por fuera del cuerpo, aunque algunos han muerto ahogados por agua; entonces, ¿es mala el agua? La circunstancia es lo que fué mala. Dios hizo el agua, y las circunstancias están sujetas a la unión del todo lo creado, que por el pecado original está entregado al mal, a la no obediencia de lo que es por ser creado como es. Así ocurre también con las personas, no somos malas, pero, o por las circunstancias enfermamos y padecemos mal, o nos hacen maldades por mal funcionamiento de otros, que no son por lo que han sido creados, sino que, usando de su libertad, siendo buenos no hacen el bien, sino que por unos porqués que se dejan influir en ellos, no apartando lo malo de si mismos, llegan a cometer maldades, a no usar del bien, de la belleza, del Amor que son.

Muchos, en momentos críticos, quisieran que Dios, en su bondad, no los hubiera dejado libres, y lloran buscando al amor con que fueron creados por Dios; ese resurgir del hombre en busca de su bien, lo puede llevar al Sumo Bien, y si obedeciera a Dios, cumpliendo con Su Ley, con los diez mandamientos de la Ley de Dios, estarían sujetos, como pretenden. Pero no quieren poner su voluntad; van al otro extremo, pasan de un total libertinaje de la libertad a querer una dictadura, y Dios no es dictador, Dios, que es el Amor, no es dictador; nadie que ama de verdad, exige que se le ame. Quiere que se le ame pero no lo exige; espera de la voluntad del hombre, porque hay en el hombre la predisposición en su libertad de decidir y ejecutar lo que uno decida, y por la perfección del cuerpo, tiene pies y puede marcharse o acercarse, y puede hablar o callar, y puede decidir hacer o dejar de hacer. Y si otros le quitan está libertad de movimiento del cuerpo, tiene el hombre la voluntad de hablar consigo mismo y pensar racionalmente lo que desea hacer en lo que es: alma. Y pueden torturarle personas o enfermedades, pero fiel a su voluntad puede y decide amar al Amor y va a todas por amar al Amor, usa de su cuerpo para expresión de este amor a Dios, al Amor, y nadie puede apartarlo de su libre voluntad de amar con todas sus fuerzas a Dios, ¡antes perdería la vida del cuerpo! Y así quiere Dios que se lo ame: sobre todas las cosas, pudiendo hacerse, teniendo como precedente a San José, que como tú nació con la marca del pecado original, pero vivió para servir a María, su esposa y la Madre de Dios.

Tú puedes hacer como San José y servir a María cuidando de que Jesús, Dios, sea conocido por todo el mundo, a través de tu bondad, de tu belleza en el amor con que amas libremente y con tu propia voluntad a Dios, y haces obras de fe como es propagar el evangelio, vivir el evangelio.  Porque si el mundo, todo lo creado, te lleva a Dios, Dios mismo en Jesús, que es Dios, al entregarse a ti, al quedarse en la vida por vía de los Santos Sacramentos, que la única Iglesia de Dios posee y cuida y tiene y contiene en su fe; la fe de creer y obrar con libertad en la voluntad de su fe, de proclamar el Evangelio, de vivir el Evangelio, porque la belleza de un Dios de amor y bondad, dejó sufrir a su cuerpo humano, engendrado por Dios mismo en las purísimas entrañas de María siempre virgen, mujer elegida por Dios y cubierta por la Gracia de nacer sin pecado original para así poder libremente contener en ella, por su “Sí”, al Dios de Amor en su interior, y ser el Vaso que contiene el Agua que sacia la sed y que lava el cuerpo y el alma; y digo el cuerpo, porque muchos milagros de salud derrama aún hoy Dios mismo, a través y por intercesión de Santa María al mundo, y sana al cuerpo y sana al alma; la saca de su abatimiento y la envuelve con el amor de la fe y así, cubierta de belleza espiritual, avanza por la vida material con el resplandor del Amor reflejado en ella, y es luz en las tinieblas y es, por el conocimiento de Dios, que amándole sobre todas las cosas, vive la fe que es viva y es buena y es bella por Amor, por amar al Amor y vivir sólo por este amor de amar a Dios sobre todas las cosas.

Cree en Dios, oh alma mía, cree porque todo lo que se ve y se respira es la belleza de su Amor en la acción de su bondad. Oh, alma mía, encuentra a Dios que está en todo lo creado, en todo lo que ves. Interroga a la belleza y te dirá a quien ama, a quien refleja: A Dios, su Creador.

P. Jesús

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II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 33

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios

33 El hombre: Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. La «semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia» (GS 18,1; cf. 14,2), su alma, no puede tener origen más que en Dios.

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

Ese deseo del hombre de no morir, de vivir y tener y poseer, y dominar la tierra, de adquirir para sí la belleza misma de la naturaleza, y deleitarse los sentidos en la plenitud gozosa de su corazón intrépido, y deseoso de lo que percibe, aunque sus ojos no ven, pero sabe, siente y presiente el amor en lo creado, en todo lo creado por la delicadeza de un Dios de bien y bondad, de justicia y equidad, porque la equidad es mejor que el bien, es lo justo por su propio ser.

Busca el hombre en sí mismo la alegría de la unidad con el todo, el saber que pertenece al Todo que es Dios, y, aunque no le pone nombre, lo siente suyo y se siente parte de Él, por presentir esa unidad tal, que todo es de todos, y lo cubre el amor de lo perfecto, de ser lo que se es, siendo lo que se es, en ser lo que cada uno es, por la misma gracia de Dios.

Busca el hombre y busca la conciencia del hombre; no son sus manos las que buscan, ni es su corazón el que siente que por querer que, sea lo que desea que sea, sino que la conciencia es lo que es, por ser lo que existe en lo que se ve y en lo que es, y es la conciencia la exactitud en la verdad, y no la verdad que cada uno puede ver según su corazón, sino la verdadera verdad, y la verdad proclama a Dios, y la verdad quiere que cada uno exista en el siempre que es Dios, que ha creado lo que le deleita los sentidos, todos los sentidos, los humanos y los espirituales; y se da cuenta de que hay algo más que lo que ve o lo que siente por deseos de sus percepciones, sino que hay la vida espiritual en el hombre, que es parte de todo lo creado y que pertenece al Creador, porque le atrae como un imán la belleza de la bondad sin mancha, la belleza del beso de amor con que Dios creó al hombre.

P. Jesús

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II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 34

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

34 El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin. Así, por estas diversas «vías», el hombre puede acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin último de todo, «y que todos llaman Dios» (S. Tomás de A., s.th. 1,2,3).

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios

Tú naces, vives y mueres. Los hijos de los hombres, nacen, viven y mueren; ninguno es Dios.

La tierra se transmuta y dicen que hay manchas negras en el sol; ¿entonces? ¿Qué es lo que perdura? ¿Quién está siempre vivo y siempre igual para que, siendo así, sea el que es y sea para siempre: Dios. Sólo Dios vive, vivió y vivirá; y el mundo y las personas tienen vida por la vida de Dios.

Busca a otro dios que sea Dios y no hay. Sólo hay un Dios: Dios Creador.

Acepta la verdad, y la verdad te hace libre para continuar  por las vías de la fe.

El hombre necesita de que algo o alguien lo hiciera y lo siga conservando en vida, cuando tantas especies se pierden, ¿Por qué el hombre es hombre?

Por ser a imagen y semejanza de Dios, de ese Ser creador; por eso el hombre crea y avanza en su perfección humana, se regenera la tierra para beneficio del hombre, que no puede hacer llover cuando quiere sino cuando Dios lo permite.

Que sea el hombre conocedor de si mismo, y verá que es semejante a Dios, y más se parece a Dios, cuando es bueno y obra el bien, siempre por unión con el Sumo Bien, que es quien inventó y tiene dominio del bien. El bien es por y para que el hombre sepa que por si sólo no es bueno, que necesita de la Bondad para ser bueno, porque la misma Bondad le enseña el camino del bien, y la bondad solo puede ser una: Lo perfecto: Dios. Esa es la parte espiritual del hombre: su linaje de Dios: Hacer el bien siempre por conocer el Bien que es Dios.

Si un hombre por si sólo pudiera ser bueno y hacer el bien siempre, sería Dios, porque sólo en Dios no hay error; sólo en Dios todo está calculado para ser perfecto en materia Divina, que sacada de ella está la humana, la física, la que vemos en la creación de Dios, pero que no es de principal calidad porque el hombre muere y, si muere es que no es perfecto, y por no ser perfecto no es ¡el no va más!, no es lo mejor de lo mejor. Entonces el hombre, aunque sale de Dios por la materia física que salió del barro de la tierra, sólo es por el hálito de Dios, que le da vida interior y física, perfecto en su imperfección de ser sólo semejante a Dios.

Busca el hombre a Dios en si mismo, porque es lo que conoce, a sí mismo; sabe que existe, porque se conoce y se trata consigo mismo, pero puede el hombre conocerse y tratarse por ser semejante a Dios, que se relaciona con el hombre y deja rastro de su contacto con el mismo hombre, que busca desesperadamente quién lo creó, quién lo amó en la cuna de su nacimiento: Dios, que lo puso allí, por su pensamiento y la acción de una voluntad tan poderosa que puede dar vida a los muertos como hizo Jesús, Dios. ¿Quién más resucitó a los muertos? Nadie, sólo Dios Hijo, por la voluntad del Padre y por Su Nombre: Jesús, hijo de María Virgen y de Dios mismo, y siendo Dios, puede dar vida a los muertos en el físico y en el alma del hombre que recuerda a Dios desde el momento que busca la bondad y la halla en hacer el bien, como pide Dios en el Evangelio: unido a Él, por Su mismo Nombre: Jesús.

Cuando tú desees ser bueno, buscarás la Bondad y hallarás a Dios en ella, porque Dios es el Sumo Bien.

P. Jesús

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II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios – 35

 PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
– PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
– CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES «CAPAZ» DE DIOS

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios

35 Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación en la fe. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.

Meditación:

II. Las vías de acceso al conocimiento de Dios 

Dios, principio y fin. ¿Quién más que Dios? ¿Tú? ¿Ése?…

Busca a alguien que haya estado siempre aquí: sólo Dios.

Esa es la conclusión a la que le lleva el raciocinio del hombre. Que él no es Dios, que sólo hay un Dios y que no es otro ser humano como él, sino que es un ser perfecto.

La experiencia del hombre es que es y deja de ser. Nace, puede reproducirse y muere.

El hombre es sólo una criatura de Dios.

Tú eres capaz de hallar la fe por la razón humana, porque Dios es el creador de lo humano y es la fe la que nos hace hallar a Dios que es Creador; por lo tanto, la razón humana y la fe, no tienen impedimentos en ir unidas el la realidad de la verdad que es que el hombre es capaz de hallar a Dios por que la naturaleza toda refleja a Dios que la creó al darle el beso del alma, de vida.

Tú, con tu razón ves que la fe tiene una razón de ser: La vida del hombre.

P. Jesús

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