Te admiro Amado, amado, mi querido Jesús, Hijo del Padre. Te amo, te amo te glorifico y TE ADMIRO.
No te lo había dicho antes, pero ahora lo clamo, TE ADMIRO.
Tus hazañas no tienen fin, hasta el más insignificante detalle de tu forma de ser, es admirable. Tu humildad, tu bondad, tu perfección y tu valentía.
Tú solo, apoyándote en tu Padre Dios, luchaste contra el mal, venciste las tentaciones, redimiste los pecados de toda la humanidad, entregaste tu vida por mí, y no sólo por mí, sino por cada alma indefensa.
Cada gota de sangre que derramaste, lo hiciste por Amor, aceptaste el deseo de Dios y, luchaste por mí, por mí, aún siendo yo pecadora y torpe.
Hijo de Dios, segunda persona de la Santísima Trinidad, hombre perfecto, Rey del Universo, Dios mismo, y, moriste por mí. No me lo merezco pero en verdad te lo agradezco.
Eres Grande, ¡Eres genial! No cabe duda, ERES ADMIRABLE. Eres el Héroe del mundo. Por eso, por todo esto, te amo, te amo con todo mi ser, y te proclamo Rey de mi corazón. Acéptalo, querido y admirable Cristo.
Alba Bellido Durán |
poesías espirituales - 8. página
Crees que nada tiene sentido
Crees que nada tiene sentido Crees que nada tiene sentido. Crees que todo lo que ansías es tan sólo espuma, que al soplar desvanecerá sin dejar rastro.
Porque tu corazón está sediento de amor. Pide con locura que alguien le ame, que alguien le proteja; ese alguien, ese amor necesitado, no lo encuentras, y hasta dudas que exista.
Desconsolado y hundido en tu triste soledad llora tu alma incansablemente, suplicando que todos esos recuerdos de tu maldad, marchen de tu mente.
Pero cuando crees que todo está perdido, cuando crees que para ti no hay perdón, un sentimiento de sosiego acapara tu corazón. Te sientes protegido por un manto, querido y consolado.
Como las hojas que se lleva el viento, el dolor desaparece de ti, tu alma salta de júbilo, tus ojos brillan de alegría y una leve sonrisa aparece en tu rostro.
La cálida brisa del Amor, la cálida brisa de la dicha roza tu desvalido corazón, y enciende en él la ilusión de vivir.
Sientes el arropo del Señor, su querer inmenso y su perdón. Notas el consuelo divino, la paz y el cariño del Salvador.
Sumergido en estas sensaciones tu vida decide cambiar, tomar otra dirección y aferrarte al amor de Dios; vivir para darle Gloria, para hacerle feliz y ser feliz junto a Él.
Alba Bellido Durán |