Saltar al contenido

Venimos solos y nos vamos solos

Venimos solos y nos vamos solos

Es así: venimos solos al mundo y nos vamos solos del mundo. Por ello, no te extrañe que muchas veces en la vida te sientas solo, y es porque realmente tu vida la vives tú solo rodeado de otras personas, pero sólo tú eres responsable de tus decisiones y actos. Tú decides, tú eliges, tú llevas a cabo tus obras, y por ellas serás juzgado.

Toma las riendas de tu vida, y sé feliz de saber que tu vida depende sólo de ti y de Dios. Alégrate de ver que eres capaz de elegir hacer el bien y ser fiel hasta el final en vez de salir corriendo. Tienes la capacidad de pensar y razonar, y esto es algo fantástico, acostúmbrate a usar más de la cabeza y la oración, y ya verás cómo mejora tu vida. Hay muchas cosas que serían mejores si cada persona aceptara su rol individual de existencia y tuviera siempre en mente la presencia de Dios en su vida. No estás aquí por casualidad, tienes una misión que llevar a cabo. Si aún no sabes cuál es tu misión, ella vendrá a ti, Dios te la traerá, si tú cumples con tu deber de persona de hacer siempre el bien. Cuando uno siempre hace lo correcto y el bien, viviendo en gracia de Dios, como un imán atrae hacia él aquello para lo que ha nacido. A veces se necesita de una desgracia para descubrir dentro de uno mismo el héroe que tenía escondido, el ingenio que estaba dormido, la vocación que anhelaba salir fuera…

Mientras tardas a conocer cuál es tu misión, Dios, que sí sabe cuál es, te va preparando el terreno, y vives circunstancias, conoces personas… que te hacen adoptar la experiencia y las cualidades que necesitas para poder ser el mejor en eso a lo que vas a dedicar tu vida y que aún desconoces. Y así, cuando llega el momento; dentro de ti oyes la certeza de que ha llegado la hora, de que estás listo; y por tus vivencias, te das cuenta de quién eres y de porqué estás aquí, todo tiene una respuesta, y hasta bendices las desgracias que necesitabas vivir sí o sí para poder con lo que ahora vas a enfrentarte. Pero estás entusiasmado, no tienes miedo, porque sabes que naciste para ello, lo tenías impreso en tu corazón, y como David, no te importa cuán fuerte y alto sea Goliat, porque tú eres un elegido de Dios. De acuerdo, Goliat tiene una espada afiladísima, pero a ti, Dios, con lo que has vivido, te ha dado una puntería insuperable, sólo tienes una honda y una piedra, pero sabes que vas a ganar, porque Dios está contigo.

Montserrat Bellido Durán

© copyright