Saltar al contenido

Consulta 48

C. , 1967 años , de España. 2/1/2008

Estimada amiga:
A veces pienso que el demonio conjura más contra el que quiere seguir a Dios, que el que es tibio. Es como si al que quiere hacer la voluntad de Dios el demonio le desafiase, hay combate. Sin embargo al tibio es como si lo dejase, porque ya tiene la batalla ganada. ¿Tiene usted a veces esa percepción?. ¿La comparte conmigo?.
Gracias por su labor y que Dios le bendiga.
Por favor no publique mi mail.

Respuesta de: María Durán de Bellido. 2/2/2008

Amiga del alma, mi buena hermana, hija de Dios:

Eso te ocurre, que eres y deseas ser una buena hija de Dios, y entonces ves los ataques de su enemigo, del enemigo de Dios. Otros, no ven sus ataques, no ven sus insidias, ni sus trampas; porque no tienen la facultad de usar de su libertad, que es hacer el bien siempre. Esas personas van a la suya, que es ir a lo que en estos momentos sienten; y quizás un día sientan amor y otro día indiferencia. Las personas que son verdaderas hijas, hijos, de Dios, aman a todos y en toda circunstancia. Pueden y tienen dolor, por las acciones que los despistados, los tibios, van dando, en su falta del buen uso de la libertad.

Quieres saber como me siento, pues, me siento como tú, igual que tú; una pequeñita alma en el inmenso aire de la vida. Es decir, “golpeada” de aquí para allá y esperando ir sirviendo a Dios mientras voy recibiendo las cruces que Dios me permite y desea que acepte, y sujetándolas fuerte las lleve por doquier, hasta el final de mi muerte.

Sí que somos atacados todos los humanos, todas las almas. Y Satanás desea que los tibios se vuelvan fríos; siempre podemos ser peores los hombres; porque siempre, mientras hay vida, podemos tener la posibilidad de ser mejores también.

Esa lucha entre el bien y el mal, existe. Tú la ves, querida y abnegada alma de bien. Otros que no la ven, la tienen también, porque Satanás disfrutaría de que hubieran muchos más Hitlers: ¡seguro!

Tú y yo, tenemos la verdad, vivimos en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, por lo tanto, vamos de la mano, camino de la santidad que Dios no niega a nadie que desee le de.

Queda en paz.

 

Sección: Santidad