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Artículos Patricia Bellido Durán - 4. página

¿Por qué motivo cumplir los 10 mandamientos de la ley de Dios?

¿POR QUÉ MOTIVO CUMPLIR LOS 10 MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS?

En el monte Horeb, entre las llamas de fuego, la voz de Dios dio a su pueblo -nosotros, los bautizados-, los diez mandamientos de su ley, porque «Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». (1 Tm 2, 3b-4)

¿Son los 10 mandamientos únicamente para leerlos, para memorizarlos? No: «estos son los mandamientos, leyes y normas que el Señor vuestro Dios, ordenó enseñaros

para que los pongáis por obra«. (Dt 6, 1a)

El primer mandamiento es «amarás a Dios sobre todas las cosas y personas»; ponerlo por obra, cumplirlo, conlleva también hacerlo todo y tratar a todos bien por amor a Dios, esto es, por caridad.

Y es que la salvación, sin el cumplimiento de los 10 mandamientos, sin estas obras de la fe, no es posible, ya que «la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta». (St, 17)

Pero, ¿no dice Jesús en varias ocasiones: «Tu fe te ha salvado»?

Jesús, a María Magdalena que se había convertido, cuando ella, en casa de Simón, besó los pies de Jesús llorando arrepentida y ungiéndolos con perfume, recibió de Jesús las palabras «Tu fe te ha salvado» (Lc 7, 50), pero éstas palabras fueron precedidas por la absolución de sus pecados, una vez que Jesús le había dicho que con sus obras había «mostrado mucho amor», es decir, María Magdalena obró, puso en práctica las obras de la fe para salvarse (cf. Lc 7, 44-50).

Jesús nos dice que lo que tenemos que hacer es poner por obra los 10 mandamientos.

Recordemos que Jesús, Dios Verbo, dijo: «¿Por qué me llamáis: «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?» (Lc 6, 46) y, ¿qué le dijo Jesús a María Magdalena que hiciera, tiempo atrás cuando la rescató de ser apedreada a muerte? (cf. Jn 8, 3-11), le dijo: «vete y a partir de ahora, no peques más» (Jn 8, 11b). Jesús le dijo que lo que tenía que hacer era no pecar más. Y desde esa exhortación, hasta que la volvió a ver en casa de Simón, y le dijo «Tu fe te ha salvado» (Lc 7, 50), ella demostró con obras el cumplimiento fiel a Dios.

Porque, ¿quién se salva por la sola fe?, cuando nos dijo Jesús sobre los que se salvan: «No todo el que dice: «¡Señor, Señor!», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos». (Mt 7, 21)

Al mendigo ciego, Bartimeo, le dijo también Jesús: «Tu fe te ha salvado» (cf. Mc 10, 46-52) porque debido a su fe, Bartimeo llevaba a cabo las obras de esta fe a través de su vida, de su historia, de su día a día. A María Magdalena le dijo primero que no pecara ya más, y una vez que ella, con su historia, había demostrado las obras de su fe, pudo luego oír de Jesús: «Tu fe te ha salvado».  

Piénsalo, ella, una vez rescatada del apedreo, podía haberse marchado teniendo fe en que Jesús era Dios, el Mesías, pero seguir pecando, puesto que «también los demonios lo creen, y se estremecen» (St 2, 19b), sin embrago ella cambió de vida, y no se puede cambiar de vida sin obrar, sin poner en práctica lo que se cree.

Imposible es vivir sin actuar, sin hacer, sin obrar.

¿Puede acaso uno ser bueno, sin hacer el bien?

Tus actos, que son de pensamiento, palabra, obra y omisión, llévalos a cabo por amor a Dios, poniendo por obra los 10 mandamientos, por tu fe en Dios. Él nos dijo: «El que oye y no pone en práctica se parece a un hombre que edificó su casa sobre la tierra sin cimientos; rompió contra ella el río y enseguida se derrumbó, y fue tremenda la ruina de aquella casa». (Lc 6, 49)

 

Pongamos en práctica la ley de Dios

La mujer que padecía flujo de sangre durante doce años, por su fe permanecía en obras confiada y fiel a Dios y su ley, y fue al encuentro de Jesús pensando: «con sólo tocar su manto me curaré», ¡qué gran fe! Ella puso por obra su fe de tocarle el manto y entonces «Jesús se volvió y mirándola le dijo:  «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese mismo momento quedó curada la mujer» (cf. Mt 9, 19-22). Y de seguro la mujer siguió viviendo, obrando en su día a día con fe, y por fe, obedeciendo la ley de Dios.

Jesús pasó por el mundo cumpliendo a la perfección los 10 mandamientos, «haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo» (Hch 10, 38), haciendo obras de fe y amor a Dios, siendo Él mismo, Dios. Y por las obras de Jesús, muchos tenían fe, muchos creían.

Imitemos a Jesús, que obedeció su ley cabalmente, y tal como Él nos dijo: «Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos» (Mt 5, 16). Que Dios se complazca en nosotros, al ver nuestras obras de fe, fieles a sus mandamientos, por las que nos recompensará.

Porque nuestra fe se mantiene viva al ejercerla con las obras.

Y es que: «¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso la fe podrá salvarle?». (St 2, 14)

Todos necesitamos de salvación, nadie está salvo por la sola fe sin obras, nadie está exento de esta necesidad de salvación. Hay que dar buenos frutos para no ser cortados, «por sus frutos los conoceréis» (Mt 7, 16a); hay que grabar en la mente las palabras de Dios: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada«. (Jn 15, 4b-5)

Cumplir los 10 mandamientos es hacer la voluntad de Dios, con su ayuda. Dios te ayuda a través de los sacramentos; permanecer en Dios, es permanecer en su gracia santificante, otra cosa es estar fuera del hábitat de Dios, fuera del alcance de su gracia. Permaneciendo en Dios, daremos fruto a través de las obras de la fe  por cumplir los 10 mandamientos de la ley de Dios; este cumplimiento a sus mandamientos, no sólo nos lleva a la vida Eterna con el Amor, sino que te hace intrínsecamente feliz; recuerda: «Pondrás por obra lo que es recto y lo que es bueno a los ojos del Señor, para que seas dichoso»(Dt 6, 18a). ¿Que es fácil? No, pero «esmérate en cumplir lo que te hará feliz» (Dt 6, 3a), y lo que te lleva a salvarte con la ayuda de Dios.

¿Quieres salvarte o perecer? Tú decides.

«Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12, 50)

 

Los 10 mandamientos son:

1- Amarás a Dios, sobre todas las cosas y personas

2- No tomarás el Nombre de Dios en vano

3- Santificarás las fiestas

4- Honrarás a tu padre y a tu madre

5- No matarás

6- No cometerás actos impuros

7- No robarás

8- No dirás falso testimonio ni mentirás

9- No consentirás pensamientos ni deseos impuros

10-No desearás los bienes del prójimo

 (cf. Ex 20, 1-17 y Dt 5, 1-22 y Lc 10, 25-27 y Mc 12, 28-31)

 

Dios dice: «tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos». (Dt 5, 10)

Patricia Bellido Durán

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¿Por qué Dios se hizo hombre?

¿POR QUÉ DIOS SE HIZO HOMBRE?

Jesús es Dios mismo que, concibiéndose por su Espíritu Santo en las entrañas inmaculadas de Santa María Virgen, encarnóse en naturaleza humana sin dejar la suya, 100% divina. Porque en Jesús «habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad». (Col 2, 9)

Pues para Dios nada le es imposible; es Dios.

Y como Dios perfecto y amoroso en extremo, viene a salvar, compasivo, al género humano, que por la libre elección de sus primeros padres, se vieron fuera del plan de Dios para los hombres: el Paraíso, exento de sufrimiento alguno.

Dios da la inmortalidad y felicidad inextinguible al género humano, y Adán y Eva rechazan la oferta. Dios permite su libertad, y quedan fuera de su plan paradisíaco.

La elección libre y consciente de Adán y Eva al pecar, es la respuesta a todas las preguntas respecto a los sufrimientos, la mortalidad e incluso las catástrofes naturales, pues Dios -siendo bueno- permitió la libertad de nuestros primeros padres, permitiendo la perpetración del pecado original, permitiéndolo con todas sus consecuencias; sobre sus descendientes y sobre la naturaleza.

Dios es bueno y Dios es justo y misericordioso.

Dios viene luego a ofrecer otro plan al hombre, mediante Jesús -Dios mismo-, que es el Cielo eterno, si aceptamos, amamos y servimos a Dios que nos ha creado. Pues «Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer». (Gn 1,27) Somos a imagen y semejanza de Dios, la esencia de nuestra alma, el alma que Dios crea en el momento de la concepción de cada uno de sus hijos amados, cada uno de nosotros.

Tu alma es esencia divina, parte de la esencia de Dios -que es Amor en plenitud-; tu alma reconoce su Fuente, tu alma tiene Dueño.  Por eso «sólo en Dios descansa mi alma, de Él me viene la salvación». (Sal 62,2)

Dios es Amor, por eso la respiración del ama, se da al amar al Amor, a Dios, con todas sus consecuencias.

Dios es inmortal, por eso al morir tu cuerpo, tu alma no pierde el conocimiento, sino que vive para estar eternamente en el Cielo o el Infierno.

¿Que a Dios no le importan las personas, el mundo? ¡Si fueron ellas quienes rechazaron su Paraíso eterno! Y por si fuera poco, para que todos lo sepan, Dios se hace hombre para explicarles su amor en persona, y sus mandamientos, que son el manual de nuestra felicidad.

No sólo en palabras, demostró Jesús que era Dios y que nos ofrece la salvación, sino también en obras, en multitud de milagros, y entregando su vida con extremas torturas y una muerte cruel. Resucitó Él mismo de la muerte -hecho que muchísimas personas comprobaron- y está sentado a la derecha del Padre, esperando a que te enteres de que Él es el motivo y el sentido de tu vida.

La finalidad de tu existencia, halla su respuesta en la esencia de tu origen.

Patricia Bellido Durán

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Tu turno

TU TURNO

«Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos» (Rm 14,9)

Cristo Jesús, te demostró dando voluntariamente su vida por ti, el extremadamente infinito amor que guarda en su corazón por ti.

Dios te tiene especialmente, a ti, en su corazón, tanto ahora como cuando por ti soportaba cada latigazo y escupitajo injusto.

¿Por qué? Para que te salves por confesar tus pecados y cumplir con sus mandamientos.

¿Por qué quiere que te salves y vivas eternamente feliz con Él? Porque Dios rebosa de amor por ti, pues te conoce mejor que tú mismo, creó y es dueño de tu alma inmortal desde el momento de tu concepción.

El Amor en persona, Dios, vino a buscarte haciéndose hombre.

Y por su Espíritu Santo, dejó escrito en la Biblia sus enseñanzas para que las leas.

Acepta que Dios te ama más que lo que podrá amarte jamás nadie. Ama agradecido a quien no sólo te creó, sino que dio hasta su último aliento gimiendo por ti.

Te espera vivo en el sagrario y es Señor de vivos y muertos.

Él, Jesús Dios, ya te demostró su inmenso amor, ahora, es tu turno.

Patricia Bellido Durán

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¿Cuánto valoras a Dios?

¿CUÁNTO VALORAS A DIOS?

Jesús, Dios encarnado, fue vendido a los príncipes de los sacerdotes y los magistrados, que enviaron a los romanos a que lo apresasen para matarle.

Quieren matar a Dios Hombre, ¿por qué? Para acabar con todo lo bueno que Jesús hacía y decía, para tapar la verdadera doctrina y disolver a sus prosélitos y seguidores.

La vida de Dios Hombre fue “valorada” en el dinero que convinieron. ¿A Dios Hijo van a vender? Al creador del universo, de lo visible y lo invisible, al que sostiene con su voluntad toda vida, al que existía desde siempre en la Santísima Trinidad, al que tomó carne de Santa María en sus entrañas virginales, al que todo le está sometido por ser Él su dueño.

Y sí, siendo dueño omnipresente de todo cuanto existe, siendo conocedor de todo pensamiento y deseo humano, siendo Alfa y Omega, decidió aceptar su muerte cruel, para salvarte a ti, para que por los méritos de sus torturas, de su muerte -porque fue asesinado-, puedan tus pecados ser perdonados en la confesión. “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia”. (Lc 5, 32)

Recuerda, Cristo murió. Recuerda: una vez muerto, resucitó. Y está viviendo inmortal en el Cielo y aparece vivo en cuerpo, alma, sangre y divinidad en la Sagrada Hostia cuando en la Misa se consagra.

Dios, Jesús, es el Ganador, es el Rey de la Gloria, el que todo lo hace bien y para bien. Confiemos mucho en Él: nuestro Padre que tanto y tanto nos ama.

“Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: “¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: <<Tus pecados te son perdonados>>, o decir: <<Levántate, y anda>>? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados –se dirigió al paralítico-, a ti te digo: levántate, toma tu camilla y marcha a tu casa”. Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa glorificando a Dios”. (Lc 5, 22-25)

Patricia Bellido Durán

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