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Poesías católicas - 9. página

Gracias María

 

Gracias María

 

Muchas veces me has levantado,

muchas veces me has abrazado.

He notado como me has cuidado,

he notado como me has alegrado.

 

Dulce y atentamente,

cariñosa y amablemente;

mi corazón desconsolado

Tú has reparado.

 

Aún en silencio,

si yo saberlo,

Tú, Mamá María

sé me has amparado.

 

Con tu perfume de rosas

me has rociado.

Dentro de tu Corazón Sagrado,

me has resguardado.

 

Mi alma

has confortado.

Con tus caricias

me has consolado.

 

Sí, Mamá,

sé que siempre estás a mi lado.

Sí, Mamá,

sé que me amas sin reparo.

 

Mamá María,

Virgen querida,

Gracias por amarme,

Gracias por cuidarme.

 

Dios nos bendijo,

Dándotenos como madre;

Tú con agrado,

cumples el encargo.

 

Lástima que algunos

Te tengan en el olvido.

Siento que desprecien,

tus maternales cuidados.

 

Yo, Mamá María,

deseo agradecerte

tu bella compañía.

Te agradezco inmensamente

 todos los sacrificios

que haces por tus hijos.

 

Gracias Mamá.

¡Ahora deja que yo te abrace!

y seques tus lágrimas.

 

¡Gracias María!

Ahora deja que yo te consuele,

Y… ¡regálame una sonrisa!

 

Alba Bellido Durán
© copyright

 

Te admiro

 

Te admiro

Amado, amado,

mi querido Jesús,

Hijo del Padre.

Te amo, te amo

te glorifico y TE ADMIRO.

 

No te lo había dicho antes,

pero ahora lo clamo,

TE ADMIRO.

 

Tus hazañas no tienen fin,

hasta el más insignificante detalle

de tu forma de ser, es admirable.

Tu humildad, tu bondad,

tu perfección y tu valentía.

 

Tú solo, apoyándote en tu Padre Dios,

luchaste contra el mal, venciste las tentaciones,

redimiste los pecados de toda la humanidad,

entregaste tu vida por mí, y no sólo por mí,

sino por cada alma indefensa.

 

Cada gota de sangre que derramaste, lo hiciste por Amor,

aceptaste el deseo de Dios y, luchaste por mí, por mí,

aún siendo yo pecadora y torpe.

 

Hijo de Dios, segunda persona de la Santísima Trinidad,

hombre perfecto, Rey del Universo, Dios mismo,

y, moriste por mí.

No me lo merezco pero en verdad te lo agradezco.

 

Eres Grande, ¡Eres genial! No cabe duda,

ERES ADMIRABLE.

Eres el Héroe del mundo.

Por eso, por todo esto, te amo, te amo con todo mi ser,

y te proclamo Rey de mi corazón.

Acéptalo, querido y admirable Cristo.

 

Alba Bellido Durán
© copyright

Crees que nada tiene sentido

 

Crees que nada tiene sentido

Crees que nada tiene sentido.

Crees que todo lo que ansías es tan sólo

espuma, que al soplar desvanecerá

sin dejar rastro.

 

Porque tu corazón está sediento de amor.

Pide con locura que alguien le ame,

que alguien le proteja;

ese alguien, ese amor necesitado,

no lo encuentras, y hasta dudas que exista.

 

Desconsolado y hundido en tu triste soledad

llora tu alma incansablemente,

suplicando que todos esos recuerdos de tu maldad,

marchen de tu mente.

 

Pero cuando crees que todo está perdido,

cuando crees que para ti no hay perdón,

un sentimiento de sosiego

acapara tu corazón.

Te sientes protegido por un manto,

querido y consolado.

 

Como las hojas que se lleva el viento,

el dolor desaparece de ti,

tu alma salta de júbilo, tus ojos brillan de alegría

 y una leve sonrisa aparece en tu rostro.

 

La cálida brisa del Amor, la cálida brisa de la dicha

roza tu desvalido corazón,

y enciende en él la ilusión de vivir.

 

Sientes el arropo del Señor,

su querer inmenso y su perdón.

Notas el consuelo divino,

la paz y el cariño del Salvador.

 

Sumergido en estas sensaciones

tu vida decide cambiar,

tomar otra dirección y aferrarte al amor de Dios;

vivir para darle Gloria,

para hacerle feliz y ser feliz junto a Él.

 

Alba Bellido Durán
© copyright