Saltar al contenido

Génesis - 10. página

LA BIBLIA MEDITADA por el P. Jesús

46 Biblia y meditación

La Biblia
Renovación de la promesa hecha a Abraham
Génesis 26, 23-25

Capítulo 26

23 De allí subió a Berseba,
24 y esa misma noche el Señor se le apareció para decirle: «Yo soy el Dios de Abraham, tu padre: no temas, porque estoy contigo, Yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia, por amor a mi servidor Abraham».
25 Allí Isaac erigió un altar e invocó el nombre del Señor. En ese lugar estableció su campamento, y sus servidores comenzaron a cavar un pozo.

Meditación:

Renovación de la promesa hecha a Abraham

Y tú, como Isaac, hijo de Abraham, a ti también por la fe de tus padres, Dios te bendice y multiplica tu descendencia, que tener hijos es una bendición del Altísimo, un regalo de Dios, Uno y Trino. Quien no tiene hijos porque los evita, sin tener causas graves, este no quiere la bendición de Dios, que son los hijos y el prosperar económico. ¿Para qué va a darte Dios que prosperes económicamente, si no tienes hijos en quienes propagar tu fe? ¿Dios va a darte bienes terrenales, para qué, para ir tú a fornicar y coger enfermedades y morir? Dios te Ama, no va a darte cosas, no va a bendecirte con cosas que serían tu maldición. ¿Si no quieres hijos, para qué te va a ayudar Dios; para que tu generación termine en ti? Debes de comprender a Dios, Dios te Ama y quiere que tu paso por la vida deje historia y haga historias de fe en Él, en Dios. Medita en Abraham, en Isaac, y verás que tengo razón, Dios te da si le das; Él, Dios, te sirve, si le sirves; si no te da, posiblemente es que no le das, y si no le das es que estás solo; aunque seas bautizado, estás solo, porque quien tiene fe no está solo, vive en Gracia de Dios y Dios obra en él, en ti.

Mira a ver si estas solo-a, y rectifica para que Dios pueda bendecirte. Amén.

P. Jesús

© copyright

47 Biblia y meditación

La Biblia
La alianza de Isaac con Abimélec
Génesis 26, 26-33

Capítulo 26

26 Mientras tanto, fue a verlo Abimélec, que venía de Guerar junto con Ajuzat, su consejero, y Picol, el jefe de su ejército.
27 Isaac les preguntó: «¿Para qué vienen a verme, si fueron ustedes los que se enemistaron conmigo y me echaron de su lado?».
28 Ellos le respondieron: «Hemos comprobado que el Señor está contigo, y pensamos que entre tú y nosotros debe haber un acuerdo, ratificado con un juramento. Por eso, queremos hacer una alianza contigo:
29 tú no nos harás ningún daño, porque nosotros no te hemos causado ninguna molestia, sino que siempre fuimos amables contigo y te dejamos partir en paz. Tú eres ahora bendecido por el Señor».
30 Isaac les ofreció un banquete, y ellos comieron y bebieron. 
31 Al día siguiente, se levantaron de madrugada y se y hicieron un juramento mutuo. Luego Isaac los despidió, y ellos se fueron como amigos.
32 Aquel mismo día, los servidores de Isaac vinieron a traerles noticias sobre el pozo que habían estado cavando, y le dijeron: «Hemos encontrado agua».
33 El llamó a ese pozo Sibá, que significa «Juramento». De allí procede el nombre de la ciudad de Berseba hasta el día de hoy.

Meditación:

La alianza de Isaac con Abimélec

Los hombres de mundo, no quieren saber nada de los religiosos, los echan de su lado, porque les molesta que haya personas realmente buenas, que se vencen a sí mismas para hacer el bien, que obedecen a Dios, y antes de hacer un mal a nadie, ni a los que no tienen fe, y les apartan de su lado, prefieren irse y Dios bendice su causa, la de hacer el bien sin mirar a quién, porque Dios ayuda donde quiera que tú estés, si cumples con su Palabra, con los Mandamientos de su Ley, la Ley de Dios. Y, cuando las cosas te van bien, porque Dios te bendice, entonces vienen a verte y quieren asociarse contigo, porque les interesa que la bendición que Dios te concede a ti, por tu fe y las obras de la misma, tengan parte ellos, aun siendo ateos. Y eso sucede hoy en día, como le sucedió a Isaac, así es Dios, que Ama a los suyos y los bendice y quiere que vivan y que su generación continúe, porque su interés, el interés de Dios es que el hombre le ame sobre todas las cosas y personas; en esto tampoco ha cambiado Dios, como en nada cambia Dios, Él es Él.

P. Jesús

© copyright

48 Biblia y meditación

La Biblia
Las esposas hititas de Esaú
Génesis 26, 34-35

Capítulo 26

34 Cuando Esaú cumplió cuarenta años, se casó con Judit, hija de Beerí, el hitita, y con Basmat, hija de Elón, el hitita.
35 Ellas fueron una fuente de amargura para Isaac y Rebeca.

Meditación:

Las esposas hititas de Esaú

Isaac, el amado de Dios, el que recibió tantas bendiciones del Altísimo, sufrió por las mujeres de su hijo Esaú, que eligió para unirse, para tener descendencia, a dos mujeres, hijas de dos hititas. Era tan importante la descendencia en aquel entonces, para poblar la tierra, que los hombres tenían varias mujeres para así tener más hijos. Hoy los hombres se acuestan con varias mujeres y ni las hacen esposas, las usan y las abandonan, abandonando con ellas a los hijos que engendran y que muchos son abortados por esas mujeres usadas, no en concubinato, ni como esposas, sino como placer de unas horas. Muchas mujeres no saben hacerse respetar como personas, piensan que el fornicar es un acto natural en los hombres, y no es así, en los hombres su natural es querer tener descendencia, querer dejar hijos que hereden de él su fe, su sabiduría y sus bienes, este es el deseo de un hombre que es persona, y no la fornicación, la fornicación es una desviación de lo natural; lo natural es tener hijos, y para tenerlos hay que hacerlos con el acto sexual, y algunos hombres se han quedado sólo con el deseo del placer de engendrar y no con la responsabilidad del acto de engendrar, que es el acto sexual, pero esto no quiere decir que lo natural sea la fornicación, sino que lo natural es la engendración, el perpetuar la especie, la vida del hombre sobre la tierra.

P. Jesús

© copyright

49 Biblia y meditación

La Biblia
La bendición de Isaac a Jacob
Génesis 27, 1-45

Capítulo 27

1 Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!». «Aquí estoy», respondió él.
2 «Como ves, continuó diciendo Isaac, yo estoy viejo y puedo morir en cualquier momento.
3 Por eso, toma tus armas –tu aljaba y tu arco– ve al campo, y cázame algún animal silvestre.
4 Después prepárame una buena comida, de esas que a mí me gustan, y tráemela para que la coma. Así podré darte mi bendición antes de morir».
5 Rebeca había estado escuchando cuando Isaac hablaba con su hijo Esaú. Y apenas este se fue al campo a cazar un animal para su padre,
6 Rebeca dijo a Jacob: «Acabo de oír que tu padre le decía a tu hermano Esaú:
7 «Tráeme un animal silvestre y prepárame una buena comida. Yo la comeré, y te bendeciré en la presencia del Señor antes de morir».
8 Ahora, hijo mío, escucha bien lo que voy a ordenar.
9 Ve al corral y tráeme de allí dos cabritos bien cebados. Yo prepararé con ellos una buena comida para tu padre, de esas que le agradan a él,
10 y tú se la llevarás para que la coma. Así él te bendecirá antes de morir».
11 Pero Jacob respondió a su madre Rebeca: «Mira que mi hermano Esaú es velludo y yo soy lampiño.
12 Si mi padre me llega a tocar, pensará que me estoy burlando de él, y entonces atraeré sobre mí una maldición, y no una bendición».
13 Que esa maldición caiga sobre mí, hijo mío», le respondió su madre. «Tú obedéceme, y tráeme los cabritos».
14 Jacob fue a buscar los cabritos, se los llevó a su madre, y ella preparó una buena comida, como le agradaba a su padre.
15 Después Rebeca tomó una ropa de su hijo mayor Esaú, la mejor que había en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor;
16 y con el cuero de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello.
17 Luego le entregó la comida y el pan que había preparado.
18 Jacob se presentó ante su padre y le dijo: «¡Padre!». Este respondió: «Sí, ¿quién eres, hijo mío?».
19 «Soy Esaú, tu hijo primogénito, respondió Jacob a su padre, y ya hice lo que me mandaste. Por favor, siéntate y come lo que cacé, para que puedas bendecirme».
20 Entonces Isaac le dijo: «¡Qué rápido lo has logrado, hijo mío!». Jacob respondió: «El Señor, tu Dios, hizo que las cosas me salieran bien».
21 Pero Isaac añadió: «Acércate, hijo mío, y deja que te toque, para ver si eres realmente mi hijo Esaú o no».
22 El se acercó a su padre; este lo palpó y dijo: «La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú».
23 Y no lo reconoció, porque sus manos estaban cubiertas de vello, como las de su hermano Esaú. Sin embargo, cuando ya se disponía a bendecirlo,
24 le preguntó otra vez: «¿Tú eres mi hijo Esaú?». «Por supuesto», respondió él.
25 «Entonces sírveme, continuó diciendo Isaac, y déjame comer lo que has cazado, para que pueda darte mi bendición». Jacob le acercó la comida, y su padre la comió; también le sirvió vino, y lo bebió.
26 Luego su padre Isaac le dijo: «Acércate, hijo mío, y dame un beso».
27 Cuando él se acercó para besarlo, Isaac percibió la fragancia de su ropa. Entonces lo bendijo diciendo: «Sí, la fragancia de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido.
28 Que el Señor te dé el rocío del cielo, y la fertilidad de la tierra, trigo y vino en abundancia.
29 Que los pueblos te sirvan y las naciones te rindan homenaje. Tú serás el señor de tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán ante ti. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga».
30 Apenas Isaac había terminado de bendecir a Jacob, en el preciso momento que este se apartaba de su padre, su hermano Esaú volvió de cazar.
31 El también preparó una comida apetitosa y la presentó a su padre, diciendo: «Levántate, padre, y come la presa que tu hijo ha cazado. Así podrás bendecirme».
32 Isaac, su padre, le preguntó: «Y tú, ¿quién eres?». «Soy Esaú, tu hijo primogénito», le respondió él.
33 Isaac quedó profundamente turbado y exclamó: «¿Quién ha sido entonces el que cazó una presa y me la trajo? Yo la comí antes que tú llegaras, lo bendije, y quedará bendecido».
34 Al oír las palabras de su padre, Esaú lanzó un fuerte grito lleno de amargura. Luego dijo: «¡Padre, bendíceme también a mí!».
35 Pero Isaac respondió a Esaú: «Ha venido tu hermano y, valiéndose de un engaño, se llevó tu bendición».
36 Esaú dijo entonces: «Sí, con razón se llama Jacob. Ya van dos veces que me desplaza: primero arrebató mi condición de hijo primogénito, y ahora se ha llevado mi bendición». Y agregó: «¿No has reservado una bendición para mí?».
37 Isaac respondió a Esaú: «Lo he constituido tu señor y le he dado como servidores a todos sus hermanos; lo he provisto de trigo y de vino: ¿Qué más puedo hacer por ti, hijo mío?».
38 Esaú dijo a su padre: «¿Acaso tienes sólo una bendición?». Isaac permaneció en silencio. Esaú lanzó un grito y se puso a llorar.
39 Isaac le respondió, diciéndole: «Tu morada estará lejos de los campos fértiles y del rocío que cae del cielo.
40 Vivirás de tu espada y servirás a tu hermano. Pero cuando te rebeles, lograrás sacudir su yugo de tu cuello».
41 Esaú sintió hacia su hermano un profundo rencor, por la bendición que le había dado su padre. Y pensó: «Pronto estaremos de duelo por mi padre. Entonces mataré a mi hermano Jacob».
42 Cuando contaron a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor, ella mandó llamar a Jacob, su hijo menor y le dijo: «Tu hermano te quiere matar para vengarse de ti.
43 Ahora, hijo mío, obedéceme. Huye inmediatamente a Jarán, a casa de mi hermano Labán,
44 y quédate con él algún tiempo, hasta que tu hermano se tranquilice,
45 hasta que se calme su ira contra ti y olvide lo que le has hecho. Después yo te mandaré a buscar. ¿Por qué voy a perderlos a los dos en un solo día?».

Meditación:

La bendición de Isaac a Jacob

Dios le había hablado a Rebeca en el tiempo de su embarazo, cuando sus dos hijos dentro de ella se “peleaban”, y Dios le dijo que el menor sería el mayor, y ella, recordando esta profecía, pidió a Jacob que engañara a su padre para así recibir la bendición y se cumpliera la profecía.

¿Fué injusto Dios? Dios sabía lo que era mejor para su pueblo y, conociendo las leyes que amparaban al primogénito, y sabiendo que Esaú no era como Él, Dios, quería para los suyos, le dijo a la madre quién sería el elegido, para que sabiéndolo la madre, Rebeca, pudiera ayudar a Dios. Dios no le pidió que mintiera, le dijo que sería su hijo menor quien recibiría la bendición.

Está mal mentir, y más engañar al padre, y está mal que haya leyes injustas y que, para cumplirlas, se hagan injusticias. Pero antes, en un principio, Dios tenía las cosas establecidas de una manera distinta a las de ahora; ahora una persona, sea hombre o mujer, son iguales ante la ley; antes, el mundo era distinto, no había los adelantos de ahora y se necesitaba más de la fuerza que de la bondad; pero Dios, Jesús, cambió las cosas, porque la Suma Bondad habitó en la tierra y pasó haciendo el bien, y el Mesías, Jesús de Nazaret, que es Dios Hijo, el primogénito y unigénito Hijo de Dios, vino al mundo a enseñarnos cómo hay que hacer las cosas, para que en todo cumplamos la voluntad de Dios, y su Madre, María, mujer buena, la del “sí” de la obediencia a Dios, para que todos puedan salvarse. Tú te salvas por la fe en Jesús y gracias al “sí” de María, hasta sus últimas consecuencias.

Dios sabe lo que quiere y lo da a conocer siempre. Y ahora quiere que tú, seas el primogénito o no, seas hombre o mujer, tengas un lugar en el Cielo, allí, con Él y la Virgen María; el cómo lo consigas, esto lo deja en tus manos y en las manos de tus padres, y también en ti. ¡Sálvate!

P. Jesús

© copyright

50 Biblia y meditación

La Biblia
El viaje de Jacob a Padán Arám
Génesis 27, 46

Capítulo 27

46 Rebeca dijo a Isaac: «¡Esas mujeres hititas me han quitado hasta las ganas de vivir! Si también Jacob se casa con una de esas hititas, con una nativa de ese país, ¿qué me importa ya de la vida?».

Meditación:

El viaje de Jacob a Padán Arám

Hay mujeres que son la desgracia de sus casas, porque han sido aleccionadas, enseñadas, para dar mal por bien sin mirar a quién. Todo lo hacen mal porque no conocen el bien y no quieren ser buenas. Disfrutan en labrar desgracias y en los sufrimientos que van llevando a las personas que deberían respetar: a todas, y más a los padres del esposo, porque los hijos no deben querer el mal de los padres, deben desear el bien para los padres y para ellos; por eso, tanto el hombre como la mujer, debe elegir bien para casarse, y tener alegría y ganas de vivir.

Muchos viven “muertos”, muriendo por el mal vivir que les da el cónyuge, y el amor se va, y queda la persona y su maldad.

P. Jesús

© copyright