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Sabías que… - 15. página

Sabías que…

TIENE IMPORTANCIA LA APERTURA DE LA PUERTA

TIENE IMPORTANCIA LA APERTURA DE LA PUERTA

¿Alguien entiende por qué, cuando está de moda “El día de puertas abiertas”, las iglesias consagradas tienen todo el día las puertas cerradas?

La Iglesia la fundó Cristo, en Pedro, para cumplir la voluntad de Dios, y esta se cumple gracias al servicio de los hombres. No hace mucho, el Santo Padre recordó la necesidad de tener abiertas las iglesias… pero algunos, demasiados, tienen sus amnesias. Está muy mal, la desobediencia pastoral a la voluntad papal, voluntad del “Siervo de los siervos de Dios”.

Hablando de servicio, una iglesia cerrada es un mal servicio, y su cerrazón sin razón, no deja de ser vicio. Hay que abrir para servir; “Servid al Señor con alegría…”, abriendo la iglesia todo el día. Lucifer no quiso servir a los hombres, y en Satán se convirtió. A este siniestro personaje, le encantan las iglesias cerradas, los sagrarios vacíos y los confesonarios polvorientos. Hay mucha iglesia cerrada a cal y canto, sólo abierta alguna hora el día Santo (el Domingo) para la Misa, y que se cierra muy deprisa.

Una iglesia cerrada, es una mala jugada. Si la puerta no está abierta, la casa queda desierta, no hay vida ni alegría, y parece como muerta.

Las iglesias no se hicieron para permanecer cerradas durante largas temporadas, y luego abrirlas para algunas chacotadas que producen desconcierto, como el caso de un concierto, o más bobadas —son paredes consagradas—, o con motivo de eventos u otros cuentos, que carecen de argumentos. Aprovecho el momento para aclarar que un oratorio no es un auditorio. Los templos, aunque sean monumentales, como algunas catedrales, no se construyeron con ánimo museístico ni para curioseo turístico, se levantaron con sangre y sudor, y mucho amor, para gloria del Señor; son monumento en honor del Santísimo Sacramento.

Templos cerrados, católicos desamparados, y curas parados que no cumplen con sus deberes de estado, que son, entre otros, los de estar, de ordinario, celebrando Misa, en el confesonario, orando ante el sagrario, rezar el breviario… y no disfrazarse de modo tan estrafalario. ¡Sacerdote, abre el templo y “piérdete” dentro!, que Jesús-Niño se “perdió” durante tres días.

Templo con puerta abierta, la fe despierta. ¡Cuántos deben su conversión o su vocación, a haber entrado en una iglesia, en una ocasión en que estaba abierto el portón! ¡Qué tristeza, que aflicción, si está cerrado el portón! ¡ABRID LAS PUERTAS CADA DÍA, SINE DIE!

La iglesia es la Casa de Dios y de sus hijos, nosotros. La casa abierta es acogedora, cualquier día y hora; nos invita a entrar y saludar al Padre, adorar al Hijo, y escuchar al Santo Espíritu; en el templo podemos descansar —no me refiero a dormir y roncar— recordando la invitación de Jesús: “Venid a Mí los que estáis cansados y agobiados…”. Dios está en el sagrario, y nos espera. Sus delicias son estar con los hijos de los hombres. ¿Cómo se atreven a cerrar, y hacer a Dios esperar? ¿Es que están locos de atar?

“Dejad que los niños se acerquen a Mí, y no se lo impidáis…” No pongáis impedimento para que nos acerquemos a Jesús-Sacramento, que está en el sagrario, que se encuentra adentro.

Además de orar y descansar, podemos —y necesitamos— entrar en la iglesia para asistir a Misa y comulgar —que no es poco—, también para confesar, porque yendo por estos andurriales, surgen urgencias espirituales.

¿Y cómo se cocina y se combina, para tener abierta la iglesia vecina? ¡Adivina, adivina! ¡Con el voluntariado de la gente vecina!

Al hilo del cumplimiento del quinto Mandamiento —de la Iglesia— que dice: “Ayudar a la Iglesia en sus necesidades” (no en otras necedades), encontraríamos en cada parroquia, varias personas, encantadas de poder servir, colaborando con amor, y tener el honor de custodiar el Templo del Señor. El párroco se puede limitar a invitar.

Pidamos a Santa María, Madre de la Iglesia y Puerta del cielo, que no nos den más con la puerta en las narices, para que seamos santos y felices.  

QUÉ TE PARECE:

Vives feliz y contento, si cualquier día y momento, sabes que puedes entrar en la iglesia del lugar.

EL AMOR SIN LÍMITES…

EL AMOR SIN LÍMITES…

También hay que vivirlo en el matrimonio. Todos tenemos limitaciones, pero no nos extralimitemos limitando la vida, limitando el amor.

“Dicen que del Amor nació la vida, y yo a la vida doy mi amor sincero…”, así reza la canción. Amor sin límites, infinito, es el de Dios Padre, creador de toda vida sobre la tierra, también la tuya y la mía.

El proyecto divino es encaminarnos hacia el Cielo, para amarnos eternamente en el centro de su Corazón, donde seremos felices para siempre. Eso es lo que Dios quiere —“que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” — y no la solución de nuestros problemas terráqueos (guerras, pobreza, dolor, hambre, sed, enfermedad, estupidez humana, etc.)

La paternidad, infinitamente responsable, de Dios, no priva de su venida al mundo —ni por causas gravísimas— a ninguna criatura humana, a ningún hijo suyo, porque sólo una cosa es necesaria, la VIDA, y porque sólo Dios basta.

Pero, así como la insensatez y la cutrez del Homo sapiens, no conoce fronteras, su amor a Dios y a su prójimo, sí que las conoce, y pone barreras a la vida, límites al amor, o sea, que de “sapiens”, nada.

Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza”, y, siglos después, le dijo: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”; pues, casi nada.

En el Paraíso, les bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra…” (Hay mucho inútil, que no sabe multiplicar, u olvidó las tablas, o no conoce las Tablas de la Ley —el Decálogo— donde figura el Primer Mandamiento).

Después del primer pecado, poco antes de la “gran evasión” —supongo que por Eva— del Jardín del Edén, Dios les aclaró que la “multiplicación” sería con dolor y con sudor (dolor en partos y embarazos, y sudor para ganar el pan de los hijos).

Hasta aquí, y gracias al Libro Sagrado, todo el mundo se da por enterado, pero veremos más adelante, cómo el demonio siembra cizaña en el matrimonio.

Que Dios quiere que tengáis otro hijo, es algo seguro y fijo, porque “sus delicias son estar con los hijos de los hombres”…, ¡y a ti te sobran tus propios hijos!

A Jesús, Dios, le encantan los niños, los bendecía y los abrazaba (“Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo estorbéis…”). ¡Deja de estorbar! Si evitas los hijos, estás estorbando, impidiendo que vayan a Jesús, Dios, al Cielo, y privas a Dios deleitarse con tus hijos.

Dios quiere dar el hálito de vida a esos hijos y nietos tuyos que tiene en “mente”, pero necesita tu colaboración, ese barro, que ahora lo pones tú. No te embarres en el pecado, por cobardía, comodidad, etc., y no le niegues un hijo a Dios porque —recuerda— los hijos son de Dios, y los da Dios (basta ver cuántos matrimonios son estériles, a pesar de su ilusión y empeño en ser padres).

Dios no te pide que des tu vida, te pide, te ordena y manda, que des tú, vida.

El amor no es calculador, no fija el día ni la hora, con una calculadora, para poder evitar a otro hijo engendrar.

No calcules, hermano, como Adán bajo el manzano.

Vas a misa cada día, y dedicas tiempo a orar, pero tienes cobardía, al no querer engendrar.

El matrimonio es un excelente camino de santidad, pero “… hay quien practica sexo libertino, incluso con su cónyuge, porque con la excusa de que hay motivos graves para evitar los hijos, el sexo se convierte en motivo de lujuria, de un encuentro sólo para el placer, y no para el amor de esposos, para una vida santa.” (Meditación del Evangelio, por el P. Jesús – 25 SEPT – 2016)

QUÉ TE PARECE:

¿Qué sientes en tu conciencia cuando, al decir en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad”, sabes perfectamente que estás indecentemente, evitando los hijos —por muy “naturales” que sean los métodos— y que en ellos está la voluntad de Dios?

JUNIO ES EL MES DEL AMOR

JUNIO ES EL MES DEL AMOR

El otro día, conecté el transistor… y qué horror, sonaba la canción: “Nadie te quiere ya, (bis), ¿qué vas a hacer, adónde irás?…”

No lancé el aparatejo por la ventana, por ser una falta de pobreza, por no darle a alguien en la cabeza, y porque no tengo ventana a mano, tengo un balcón.

¡Qué mentira en la canción, si Dios te quiere un montón!, y eso “mola mogollón”, como diría la afición, en su vulgar dicción.

El Amor se desdobla hasta el infinito y nos ama a cada cual, como al hijo chiquitito.

El pasado viernes, 8 de Junio, celebró la Iglesia una fiesta en honor al Amor, Dios, simbolizado en el divino Corazón de Jesús.

Ya es tradición, en este mes, cultivar la devoción al Sagrado Corazón, signo del infinito Amor (Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo).

De su Inmaculado, Ardiente y Sangrante Corazón, traspasado por el soldado, brotó su preciosa Sangre redentora, y agua purificadora; y aunque se llegó a parar, no ha dejado de amar.

Qué belleza espiritual emana esta devoción a su Sagrado Corazón. El corazón es paradigma de amor —“Te doy mi corazón”, “Te amo con todo mi corazón”, etc., se dicen los enamorados.

Jesús nos ama con todo su Corazón, con un amor tan grande, que dio la vida por sus amigos, nosotros, que muchas veces no damos higos.

De su Corazón amabilísimo, brotan su bondad y misericordia, y su Palabra afectuosa, recogida en los evangelios. Pero el auténtico amor, busca el bien del amado, y no es acaramelado, pegajoso, engañoso. Él es la VERDAD, y su amor es exigente. No tiene manga ancha, quiere nuestra felicidad eterna, de puerta estrecha.

Jesús nos llama amigos, “si hacéis lo que os mando”. Nos llama hermano, hermana, “si hacemos la voluntad de Dios”.

Dios nos ama tanto, que ama nuestra libertad, y quiere que libremente le sigamos, le obedezcamos, le entreguemos nuestro corazón. No “empuja” a nadie nunca. “Quien quiera seguirme, tome su cruz y me siga”.

No empuja a nadie a entrar en el Cielo, aunque lo desea ardientemente, como tampoco echa a nadie al Infierno; nos echamos libremente, tozudamente, con nuestro “NO es NO”, con nuestra vida impenitente.

Tanto nos ama el Corazón divino de Jesús, que es inmensamente misericordioso. Nos dejó, entre otros, el Sacramento de la Misericordia, para que, si rompemos la amistad, la recuperemos cuando nos confesemos.

Si vives en su Gracia, estás en su “Círculo de Amistades” (la Comunión de los Santos).

Si Dios es tu Amigo, llámale por su Nombre, Jesús. Los amigos se hablan, hacen confidencias, se dicen “nos vemos”… pues haz oración: Cuéntale tus cosas, pídele consejo, pídele ayuda, pídele milagros —tu mejor Amigo los hace, si tienes fe— y dale gracias; también la oración es para pedirle perdón y así preparar la confesión.

En el Evangelio, Jesús nos aconseja, nos muestra su misericordia y nos hace confidencias: “Si quieres ser perfecto…” le dice al joven ricachón. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” “Venid a mí todos los que andáis cansados y agobiados…” “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”. “¿Qué quieres que te haga?”. “Mi paz os dejo…”

—Ten una vida mejor, siendo amigo del Señor.

—Haz lo que quiere el Amor, es tu Dios y Salvador.

—Ponte en manos de Dios, abandónate en sus amorosos brazos paternales, y brotará de tu corazón un amor a raudales.

—Desempolva tu corazón, sácalo del congelador; conéctale un marcapasos —el amor— para seguir los pasos del Señor.

—Es fenomenal, no hay nada igual como amar a nuestro Padre Celestial.

—Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío, me alegra descansar en ti.

QUÉ TE PARECE:

Dios nos invita amigablemente a ir al Cielo; los gastos del viaje están pagados. Sólo nos falta coger el billete en la pila del Bautismo. No te preocupes si lo pierdes, porque cada sacerdote católico tiene un grueso talonario en el confesonario.

“OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES”

 «OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES»

Somos obra del Amor, de Dios; es de fe.

“La fe sin obras, es una fe muerta” (St. 2,14); es pura boquilla, palabra que se lleva el viento; aunque te quedes tan contento, es puro cuento.

“Fe sin obras, factura que no cobras” (J. B.).

Somos lo que hacemos, no lo que pensamos, decimos, predicamos o queremos hacer. No basta la teoría, porque Jesús te juzgará por la práctica (de las obras de misericordia). “Haz aquello que quisieras haber hecho cuando mueras”, es un recorte que conservo de un  antiguo dietario.

Hablando de práctica, te defines como católico practicante, pero no sabes de memoria el horario de Misas de tu parroquia; entonces eres un practicante que prácticamente no practica.

Obras, sí, pero obras de amor, de bondad, de bien, imitando a Dios, Jesús, que todo lo hizo bien, y es el Amor, suma bondad. Obras y actos de amor, también actitudes, que no te faltan aptitudes (talentos).

Por tus obras, te salvarás o te condenarás, y también te conocerán. “… que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.” Seremos unos ladrones, unos estafadores, si robamos a Dios la gloria que le darían nuestras obras, hechas por su amor. “DEO OMNES GLORIA,” TODO POR LA GLORIA DE DIOS, y añadamos: QUE NUESTRO AMOR SEA FIEL Y DÉ FRUTO. Qué buena oración para emprender la acción, para empezar el día; qué hermoso ofrecimiento de obras.

Y, a propósito del FRUTO, hablemos de frutales, que a Jesús le gustaba mucho. Del evangelio, parábola de la vid verdadera, “… La gloria de mi Padre es que deis mucho fruto…”. “… el buen árbol da buenos frutos…”; “… no se cosechan higos de los espinos…”. Sé un buen árbol frutal, no seas alcornoque forestal.

Nuestras obras serán fructíferas, unidos a Cristo —como el sarmiento a la vid— y con la ayuda del “Maestro de obras”, el Espíritu Santo.

No importa que estés en paro espiritual o laboral, no importa, porque Jesús nos regaló la confesión sacramental.

No importa que seas obrero madrugador, de media tarde, de última hora, jubilado o mediopensionista. No importa que seas un reciente converso. Conversa con Dios, con verso o con prosa, cantando o bailando, riendo, llorando, sudando, pescando… siempre obrando por la gloria de Dios.

Tú que eres bautizado, y que Dios te ha contratado, no mires hacia otro lado, haciéndote el despistado y poniéndote a silbar; deja una vez de pecar.

Corrige tu actuación y sana tu corazón, acude a la confesión y cumple con tu misión.

María nos lava la cara, nos abraza, nos besa y nos anima a seguir a Cristo. Nos urge: tú puedes, tú debes, hacer las obras de amor que Él dice.

QUÉ TE PARECE:

No vivas estérilmente y pasa más de la gente. Deja la vida rastrera, como la de la frondosa higuera. Haz aquello que quisieras, haber hecho cuando mueras.

“HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA”

 «HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA»

Pronto entraremos en el mes de Mayo, que en Europa es el emblemático “mes de las flores”, tradicionalmente dedicado a la Virgen María. Ahora que, comercialmente, hemos inventado “el día de la madre”, propongo institucionalizar “el mes de la Madre”, porque a María hay que dedicarle más de un día, ya que además de ser tu Madre y la mía, lo es también de todos y cada uno de los habitantes del Planeta, aunque no lo sepan, no se lo crean o la rechacen.

En ese mes tan florido y precioso, deberíamos reenamorarnos de la Madre del Amor Hermoso. Ella es la más esplendorosa y fragante Flor de Dios que, por sí sola, hace primavera. Primavera en la Iglesia, de la que es Madre, y primavera en el corazón de cada uno de sus hijos.  

Del amor al Creador, sube esta marea de amor hacia tan excelsa Criatura, la Bella María, la Virgen más Santa y Pura.

Es muy natural que María sea nuestra Madre celestial, porque por su “Sí” a la voluntad divina, nos engendró a la vida sobrenatural, ya que si Jesús no hubiera nacido, aun seríamos unos muertos deambulantes, como eran los hombres antes, por culpa del pecado de Adán, y también de Eva (para no discriminar a las mujeres). Gracias al “Sí” de María, podrás ir al Cielo, en su día. ¡Salve, Madre del Amor, por ti nos vino el Salvador!

“Dios quiere que todos los hombres se salven…”, por eso nos dio a su Madre como corredentora, intercesora y mediadora. María es la clave del perdón de Dios. Jesús su Madre te ha dado, para que seas salvado, para sentirte tú amado. Si aún amas el pecado, es que no te has enterado, por ser un gran despistado.

¿No te da un vuelco el corazón, y baila de alegría, cuando ves una imagen de María? No seas lelo; cuando la veas, “no te cortes un pelo”, lánzale un piropo a tu Buena Madre del Cielo. A Ella le gusta que le digas que la quieres; también puedes decírselo con flores. Coge una estampa de tu Madre, y bésala; ponla en la cabecera, en la mesa de trabajo, o llévala en la cartera. Lleva su escapulario y reza el santo Rosario, que tiene un poder extraordinario.

En cada Rosario nos unimos a la perseverante súplica de nuestra Madre a Dios, por nosotros, pecadores. El santo Rosario es también una siembra de alabanzas y peticiones a Jesús y a María, que cosecha abundantes frutos de bendiciones divinas. Podrás rezar el Rosario, si lo incluyes en tu horario.

No entronices a María, sólo Reina por un día; hazla Reina del hogar, de tu vida familiar, Madre de tu iglesia doméstica.      Que reine en tu corazón y en más de una habitación, y podrás piropearla siempre en cualquier ocasión. Trata con todo tu amor a la Madre del Señor. Que tu devoción por María nazca de un amor racional, más que de un folklore regional.

Qué frío y triste es un templo que excluye de la nave central su figura maternal. Pierde el gozo y la alegría de la imagen de María.

Si de la Iglesia, María es Madre —la declaró un Santo Padre— un buen hijo de la Iglesia, es buen hijo de María. Si no eres de María, no eres de Dios, porque Él quiere que honres a su Madre. El amor a Dios es ilusorio, pura utopía, para quien no ama a María.  

No te llames cristiano si ignoras o rechazas a la Madre de Cristo. Vigila adonde entras, no vivas de ilusiones, porque sólo encontrarás a María en la Iglesia Católica, la única Iglesia verdadera.

María es Puerta del Cielo y también Virgen del Camino. Hazte niño y viaja en sus brazos de Madre: caminando hacia la montaña, yendo a Belén, huyendo a Egipto, en Caná, subiendo al Calvario, acompañando a Pedro… y “volando” al Cielo.

Si vivir sin Dios no es vida, vivir sin María es vivir sin alegría. Causa de nuestra fe, es María, y causa de nuestra alegría. Ábrele con alegría, tu corazón a María.

María es el “pararrayos” de la ira divina y, como buena Madre que es, avisa continuamente de los peligros del pecado a sus queridísimos —y atontadísimos– hijos. Repasa sus mensajes de Lourdes, Fátima, Garabandal, Medjurgorje… Ella sigue repitiéndonos: “Haced lo que Él os diga”, para que Dios nos bendiga. Imagino a María, junto al altar, durante el Santo Sacrificio, en cada Misa, como estaba al pie de la Cruz, porque Ella no se separa de su Hijo.

Acude a María, es tu Madre y la mía. Es nuestra Madre, y le gusta hacer de Madre. Te cuidará con el cariño con que cuidó de su Niño. Cuando acudes a María, tiembla el diablo y pierde su fiereza, porque tu Madre le aplasta la cabeza. Satanás pierde los papeles y coge un pánico extraordinario, cada vez que rezas el Rosario.

Llámale: ¡Madre, Madrecita, corre, ven, tu hijo te necesita! Tu Madre, Santa María, es segura protección, sea de noche o de día, si viene la tentación. Su mediación amorosa te resuelve cualquier cosa.

Si no sabes cómo hacer por cumplir tu deber, piensa en cómo Ella lo haría, tu buena Madre, María. Santa María, Madre de la Dulce Sonrisa, irradia amor, comprensión y compasión. Cuando hables con Ella, intenta imaginar su sonrisa.

Madre, Madre mía, mi alma en ti confía.

Madre del Amor Hermoso, dame un corazón limpio y generoso.

Corazón dulcísimo de María, cuídame noche y día.

Mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

Bendita seas, Madre mía, eres un Regalo de Dios; eres un mar de dulzura, bondad y misericordia; eres como agua de mayo.

María, Primavera de la Iglesia, ruega a Dios para que con el agua de la divina misericordia, ablande nuestros resecos y duros corazones, y fertilice este mundo tan árido y desertizado.

QUÉ TE PARECE:

Siempre al comenzar el día

salto alegre de la cama

sabiendo que Dios me ama,

también me ama María.