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Sabías que… - 18. página

Sabías que…

SABER BUSCAR

SABER BUSCAR

Saber buscar, es el secreto para triunfar, en todas las profesiones, en todas las  ocasiones y situaciones.

Todos queremos ser felices porque nuestra alma ansía la eterna felicidad, la “inmersión” en la Suma Felicidad, o el Sumo Bien, Dios, en Unidad trinitaria… pero nos puede pasar, que pasemos sin encontrar, que no podamos ser felices, teniendo la felicidad delante de nuestras narices.

¿No te pasó nunca, buscar las gafas, y resultar que las llevabas puestas; o buscar lejos algo, y tenerlo al lado?

El mercado nos vende agua “estancada”, embotellada; es más inteligente, ir a la fuente y beber agua corriente.

Dios es la Fuente de la Felicidad, “la fuente de agua viva, que salta hasta la vida eterna”.

Buscas a Dios por ahí, por allí, y está contigo, dentro de ti; siempre a tu lado, pero no te has enterado porque vives alelado.

Antes de inventar el buscapersonas, el teléfono u otra invención, fue inventada la oración, que es hablar con Dios, en conversación.

Así como una fuente hay que buscarla, sanearla y canalizarla, la oración hay que prepararla con la confesión penitente, para cambiar el agua putrefacta, en agua limpia y corriente, sin cloro, claro.

Debes ponerte “gafas de cerca” y “audífono” para entrar y frecuentar la onda de la Gracia, de la empatía divina.

Es más fácil, barato y fructífero, hablar con Dios, que por teléfono o por otros robatiempos internáuticos.

Se predica mucho el buscar a Dios en el hermano, bien, pero búscale primero en ti, que le tienes más a mano.

TU PADRE CELESTIAL ES TU DIRECTOR ESPIRITUAL

TU PADRE CELESTIAL ES TU DIRECTOR ESPIRITUAL

“Ama y haz lo que quieras”, equivale a “menos dirección y más oración”.

En la maravillosa escena de la Anunciación, María nos aclara el tema de la dirección. Ante el Anuncio del ángel, no preguntó a nadie qué debía hacer, porque estaba muy segura de su fe y tenía la firme voluntad de amar a Dios sobre todas las cosas y personas.

Debes tener, cómo María, una santa independencia para servir a Dios.

Cree, ama y obedece a tu Padre Dios, y Él dirigirá mejor que nadie tu vida. ¿Que cómo? Dejándote de cuentos y lamentos, y cumpliendo todos y cada uno de sus Mandamientos.

Dios te dirige con autoridad, para darte la santidad. Él nunca te abandona, pero permite que la vida te pruebe para que le ames libremente.

Sólo el gran Director, es quien comprende y perdona tu falta de amor, a través del confesor.

Te escucha y te guía con paciencia; pídele de su Amor y de su Ciencia. No creas en la casualidad ni en la coincidencia, cree en la divina Providencia.

Si Dios dirige tu vida, harás el bien a todos, por amor a Él, y vivirás alegrías inesperadas y cosas maravillosas.

Acude confiadamente al Director global de la gran “orquesta” universal. No relegues al olvido a Ese Gran Desconocido, ya que por Él has nacido.

No te abandones, pídele sus dones, que nada alimenta tanto, como los frutos del Espíritu Santo.

Pide ayuda a la Señora, que también es Directora (“Haced lo que Él os diga”).   

 QUÉ TE PARECE: Si quieres ser santo, no hables tanto, y escucha al Espíritu Santo.Impedir el presbiterado forma parte de la logística del Gran Condenado, para que no le expulsen a él los buenos sacerdotes (“…expulsad demonios, curad enfermos…”).

SATANÁS HACE NEGOCIO, ABORTANDO EL SACERDOCIO

SATANÁS HACE NEGOCIO, ABORTANDO EL SACERDOCIO

Impedir el presbiterado forma parte de la logística del Gran Condenado, para que no le expulsen a él los buenos sacerdotes (“…expulsad demonios, curad enfermos…”).

Por San José, pedimos por las vocaciones sacerdotales, pero nos quedamos cortos y no vamos a la raíz.

Achacamos la falta de sacerdotes a una sociedad “secularizada”. Aparte de que la sociedad siempre ha estado secularizada (“… los hijos de este siglo…”) porque empezó con la sociedad familiar de Adán y Eva, las raíces las tenemos delante de nuestras narices: faltan santos matrimonios.

Primero, hay que rezar y obrar en favor de que nazcan y sean bien educados en la fe, los futuros sacerdotes.

Segundo, hay que evangelizar con el ejemplo, especialmente clérigos y prelados, expandiendo personalmente el “buen aroma de Cristo”, que atraiga e ilusione a los candidatos. Si dieran más y mejor testimonio de la Verdad, se llenarían los seminarios.

Deberían, muchos, imitar a Jesús en su predicación (que hablaba muy claro), sin miedo a herir susceptibilidades (ahora llaman “sensibilidades”), como buenos padres de familia, y no como padrazos condescendientes y poco exigentes. Hay que predicar un cristianismo con Cruz, sin eufemismos ni papanatismos, y no caer en la herejía (en auge) del humanitarianismo, que niega (u oculta) la naturaleza divina de Jesucristo.

Cristo arrastraba con su ejemplo, pero no arrastran a nadie los curas, que los hay, sosos y acomplejados, que actúan sin la alegría de una fe viva y vivida, como vulgares funcionarios de lo sagrado.

Y Tercero, recemos para que sean santos nuestros sacerdotes, los que hay en activo, que son muchos (menos había en los primeros tiempos, y cambiaron el mundo).

QUÉ TE PARECE: si rezas más por tus obispos y sacerdotes.

MARÍA IMPORTA, Y MUCHO

MARÍA IMPORTA, Y MUCHO

Quien no ama a María, no sabe lo que hace y no sabe lo que se pierde.

No sabe lo que hace, porque ofende a Dios, al menospreciar a su Madre.

No sabe lo que se pierde, porque renuncia a su amor de Madre, a sus caricias y a su poderosa intercesión, tan necesaria para la salvación… y adivino que se pierde la gran fiesta y el buen vino:

El vino de la alegría, no el de la orgía.

El vino de la fe verdadera, no el de la borrachera.

El vino de la Gracia, no el de la desgracia.

El vino de salvación, no de botellón.

María le dice a Dios, “no tienen vino”, y nos consigue todo bien divino.

Si María no hubiese intercedido, los invitados se habrían ido.

Si María no hubiera suplicado, la fiesta se habría acabado.

La Virgen no quiere “figurar”, Ella sólo quiere ayudar. Ella se adelanta, sabe lo que tu corazón necesita… pero tú, no metas tanto la patita. Ella nos quiere ayudar, Ella nos quiere salvar; dejemos de rebuznar y empecemos a rezar (el rosario) y a trabajar (“Haced lo que Él os diga”). Ayúdate, y Dios te ayudará.

Si tienes el corazón semiseco, por falta de alegría, acude a tu Madre, María. Ella te llevará a Dios, del que te has apartado, a que le pidas perdón, siempre y en toda ocasión, con sincera confesión.

Recuerda que no serás bienaventurado, mientras vivas en pecado.

Medita, de la mano de María, el Evangelio de la alegría; Ella, como muy bien dice la letanía, es “Causa de nuestra alegría”, porque trajo la Alegría al mundo, nos trajo a Jesús, Dios.

Pídele del buen vino, para seguir tu camino.

QUÉ TE PARECE: ¡VIVA TU MADRE!

MUCHAS OVEJAS COMEN LENTEJAS

MUCHAS OVEJAS COMEN LENTEJAS

Hay muchas ovejas extraviadas que comen lentejas estofadas.

Demasiados hacen el primo, y venden su primogenitura por un plato de lentejas.

Has nacido por Dios y para Dios; tu destino es el Cielo.

¿Vas a hipotecar la Casa del Padre por unos miserables bienes materiales?

¿Vas a firmarle la “cláusula-cielo” al vulgar diabluelo?

¿Eres tan miope que no ves la letra pequeña, y ni el Cielo a cuatro pasos? ¡Que esto se acaba en poco tiempo! Más corto lo pintaba la Santa de Ávila: “Una mala noche en una mala posada”. O aunque sea una noche en descampado, en un “hotel” muy estrellado.

Vivimos rodeados de alarmas y seguros, pues queremos asegurarnos nuestra felicidad, nuestros bienes, que perderemos para siempre cuando nos cierren los ojos… y nos ocupamos poco de asegurarnos la felicidad eterna y el Bien eterno.

Recuerda que el Sumo Bien, el Amor infinito, es Dios, nuestro Padre Dios, que nos espera al final de la carrera.

Dios es el único fiable, el único seguro de Felicidad, porque Él no cambia; no puede engañar, porque es la Verdad, y nos dio su Palabra: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Dios, Jesús, es también el Camino, y nos dio la Hoja de Ruta, con Diez “cláusulas-cielo”, sin letra pequeña, escritas con su dedo en tablas de piedra. ¿Qué más quieres, quieres más? ¡No me seas Barrabás!

“Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo?” Hch 1, 11. Eran los apóstoles, tras la Ascensión. Mira al cielo con pasión, con ilusión y devoción. ¡No me seas canelo, y mira más al cielo y menos al suelo! Te lucirá más el pelo.

QUÉ TE PARECE: No cambies la Luz eterna, por el brillo de una linterna.