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Sabías que… - 11. página

QUIEREN MARCHARSE

QUIEREN MARCHARSE

Existe un gran desmán entre cierto episcopado, principalmente alemán, que está autoexcomulgado, porque quien rompe la comunión con Pedro, se autoexcomulga.

Han montado un pollo, un desmadre-padre, contra la Madre Iglesia y el Santo Padre.

*DESMANDAR (des mandar): —“Revocar la manda o el mandato”. (Aquí, el Primer Mandamiento).

—“Desmandarse el rebaño, apartarse de la compañía”. (Aquí, la comunión papal y eclesial, además de la Comunión de los santos).

—“Desordenarse, Descomedirse, Propasarse en demasía, Cometer una tropelía”. (Aquí, sin despeinarse, contra la Jerarquía).

Para los amantes de la ecología, el “Desmán o Musaraña Elefante” (Desmana moschata), se alimenta de gusanos, construye galerías subterráneas y segrega un olor almizclado. Estos desmandados pretenden socavar la Iglesia y no despiden precisamente la fragancia exquisita del “bonus odor Christi”.

—“Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio”. (+/-)

—Qué apestosos los pies calzados de los que montan estos desaguisados.

Pasando del “desmande” al DESMADRE,

*DESMADRAR: “Separar de la madre las crías del ganado para que no mamen”. (Aquí, al desmadrarse o separarse de la Madre Iglesia, desmadran furtivamente a los hijos de la Iglesia, privándoles de la leche espiritual).

*DESMADRARSE: —“Conducirse sin respeto ni medida”. (Aquí, sin respeto a la Ley de Dios).

—“Exceso desmesurado en palabras y acciones”. (Aquí, basta ver los hechos y los “desechos” de sus propuestas).

Parecen haber perdido el temor de Dios y la lógica teológica, en aras a la pitanza; recemos por ellos, no perdamos la esperanza.

Es un grupo de obispos y purpurados desmadrados que no saben de la misa la mitad, ni del mismo Catecismo, destacan por su analfabetismo doctrinal, y su modus vivendi es el protestón modus incordiandi.

Deberían ser sal y luz, y están en plan tragaluz, queriendo ser el perejil de todas las salsas.

No son lobos con piel de oveja, pues visten piel de pastor, que es mucho peor.

El humo de Satanás ha entrado con furor en la Iglesia, ya que el Malvado, el turboventilador ha conectado, porque la viene rodado por los que han prevaricado; Satán está acomplejado, y hasta sufre de epilepsia, al constatar la incipiente primavera de la Iglesia (que se tome sales de magnesia). ¿Sabes que te digo? Aunque parezca que gana el enemigo, su higuera no da ni un higo.

Atentan impúdicamente contra la pureza doctrinal y tradicional, contra la santidad y la unidad de su Madre, la Iglesia Católica, la Esposa de Cristo; carecen de dignidad, de credibilidad y de infalibilidad, y van sobrados de vanidad, maldad e infidelidad.

Intentan cambiar, adulterándola, la doctrina de la Iglesia, que es la doctrina de Jesús, Dios. Si Dios es Perfecto, su doctrina es perfecta; y si es perfecta, ¿por qué quieren cambiarla? ¡Porque sirven al diablo! Les ciega la soberbia (volvemos al origen del mal), y los soberbios no tienen santo temor de Dios, temen a Dios —como el diablo—, temen la perfección de Dios, quisieran ser como Él.

La Iglesia siempre nos pide que oremos por la conversión de los infieles, también por los pastores infieles —aunque lleven dos pieles—, aunque celebren, o concelebren —que valen igual—, muchas misas. (“¡Ay de vosotros…, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!) (Mt, 23, 23).

Menos mal que no salvamos nuestras almas por estos desalmados, porque, gracias a Dios, quien salva es Dios. Oremos por su conversión y salvación, porque éstos sí saben lo que hacen. Es prudente y urgente, ofrecer muchas Misas, y celebrarlas sin prisas.

“Te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos”. (Mt 16, 19). Ese hato de soberbios indocumentados, ni ata ni desata, sólo mete la pata.

Los que pasan de Pedro, pasarán por la piedra.

A esta cuadrilla de iluminados que escandalizan a los fieles con sus monadas teológicas, pueden aplicarse las duras palabras de Jesús a Simón Pedro: “¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres”. (Mt 17, 25).

“El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”. (Jn 15, 5). Pueden hacer una de dos: Enmendarse, o Marcharse.

“¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6, 67). Parece que sí. Son libres para marcharse y para estrellarse. ¡Que se larguen! Sería peor para la Iglesia, que decidan quedarse y no retractarse, ya que han conseguido retratarse.

Que se marchen y monten su chiringuito protestatario (no vendrá de uno más, y se alegrará Satanás: “Divide y vencerás”).

Escarmentemos en cabeza ajena, vale la pena. Cumplamos con lo esencial: Mandamientos y confesión sacramental. No suframos de amnesia, como estos príncipes de la Iglesia (¿Cuánto ha que su alteza no confiesa?)

Prohibido desalentarse. ¡Arriba esa fe!, que el látigo de Dios siempre limpia la Casa del Padre; sólo caen las ramas secas del frondoso árbol de la Iglesia.

La Iglesia somos todos, y todos debemos velar por la unidad y santidad general y personal, especialmente por nuestra unidad de vida (con la unidad debida) y por nuestra santidad de vida (con la santidad debida).

Demos gracias a Dios por la infinidad de laicos, sacerdotes y obispos, fieles a la Iglesia y al Papa Francisco, que no montan ningún cisco y no son tan ariscos, que conducen al rebaño por entre los riscos y lo resguardan en el aprisco, para evitarle el mordisco del lobo con piel de obispo.

Demos gracias a Dios por esa multitud de buenos pastores que alimentan a sus ovejas con hierba fresca, y no con pienso adulterado, engañoso y ponzoñoso, del ganadero traidor y chapucero, que predica con la jeta del falso profeta. Estos pastores depredadores, tienen más finales que principios.

La Iglesia tiene las llaves del Reino de los Cielos, pero éstos, con sus deslices, se darán con la puerta en las narices.

“Pedid y se os dará…” Dios nos observa continuamente, con amor infinito, pero, respetando nuestra libertad, actúa si se lo pedimos. Nuestra libertad pone a Dios en movimiento, y no hay quien le pare (¿Quién como Dios?)

Pidámosle con fe, y por Jesucristo Nuestro Señor, por la Unidad y la Santidad de su Iglesia.

Roguemos también a Santa María, Madre de la Iglesia, que interceda por los sacerdotes, sus “hijos predilectos”, su “ejército de salvación”, y por todos los obispos (sus generales de División), y por el Santo Padre (que guíe su actuación).

QUÉ TE PARECE: ¿Qué es peor, la maldad del Autor del Mal, o la maldad episcopal, la frívola y delictuosa ensoñación de esta pandilla de filoprotestantes apalancados, que lanzan propuestas teofilantrópicas con palabras que carga el diablo?

¿Es lógico y “ecológico” que los que están prevaricando, sigan cobrando, que un pastor desertor que siembra cizaña en el Campo del Señor, cobre por el fruto del sudor de su frente, cuando trabaja para el Ángel malfaciente?

GAUDIUM CUM PACE

GAUDIUM CUM PACE

Significa gozo con paz. Pues, en este año que nace, te deseo “gaudium cum pace”, gozo y paz, ¿para qué quieres más?

Haré un esbozo del binomio PAZ y GOZO, porque el orden de los factores no afecta a estos “valores”, que son los mejores entre los mayores, y te dejo un frondoso bosquejo de consideraciones, a montones.

Siendo veraz, pensé en la paz que nos desea la Iglesia, el primero de Enero, festividad de la Maternidad divina de María.

*PAZ, “diccionariamente”, es: “Tranquilidad y sosiego del ánimo, en contraposición a la turbación y a las pasiones”. Es también: “Armonía y buena correspondencia de unos con otros”, “Pública tranquilidad de los Estados, en contraposición a la guerra”, etc.; y mi antigua enciclopedia —bendita ella— añade: “ES UNO DE LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO”.

Me pregunto si rezamos por la paz bélica, la enciclopédica, la evangélica, o por las tres.

Paz, no es la sensación del ambiente apacible del mar, el prado con vaca lechera, el bosque, el murmullo del viento, el sonido del agua mansa, ni tampoco el sosiego de la “dolce vita” o de “il dolce far niente” (lo dulce de no hacer nada) que, castizamente, se diría: el no pegar ni sello, o el no dar un palo al agua.

Paz, es la serenidad del alma, su equilibrio afectivo y efectivo, la serena alegría del espíritu.

Paz, es el resultado de la auténtica alegría, de la verdadera felicidad, que llamamos gozo, y nace de la filiación divina, de sentirse hijo amado de Dios, y del encuentro con Jesucristo. Paz, por confiar en el amor del Corazón de Jesús, que es infinito y eterno.

Paz interior, por la alegría del corazón contento y la conciencia tranquila (en paz), por la gracia de vivir en Gracia.

Tener paz interior es lo mejor de lo mejor. Tendrás paz después de rezar, de confesar, de comulgar… y así podrás evangelizar, porque “De la abundancia del corazón, habla la boca”. La paz en acción, se vuelve oración.

Esa paz, sólo te la quita el pecado, la mala conciencia, la ausencia del amor de Dios en tu interior.

Mira con los ojos del alma, y tendrás paz y más calma.

Que Jesús, María y José, nos den la paz y el bien de Belén.

¿De qué tipo de paz hablamos, qué paz nos deseamos?

La paz cristiana es la paz de Dios, que le dice a Jeremías: “Yo tengo pensamientos de paz…” (Jerem. 29, 11).

La paz cristiana es la de Cristo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo…” (Juan 14, 27). Aquí nos confirma Jesús, que la paz es fruto del Espíritu Santo, y, fruto de la paz de Cristo, es la alegría cristiana. Sin paz no hay alegría.

El gozo es la alegría plena, completa, total.

Queda claro que la PAZ (PAX), la paz de Dios, no es la paz social ni mundial, que es la que piensa el personal.

Cristo nos ha dejado su paz, y, por si la perdemos, también nos dejó la confesión, para que la recuperemos, para que la “reciclemos”.

El confesor es el mayor y mejor sembrador de paz y de alegría interior, ¡sí señor!

Y, ahora, “saltan todas las alarmas”, “se funden los fusibles”; desconcierto incomprensible. “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división…” (Lucas 12, 51). Dios no cambia de opinión, de versión, sólo nos da una lección: Que nos enteremos de qué paz queremos.

—Cristo Rey, es: “Rey de santidad y de gracia, rey de justicia, de amor y de paz”, reza la Iglesia.

—Cristo Rey, le respondió a Pilato: “Mi reino no es de este mundo…” (Juan 18, 36).

—“… El reino de los cielos está en medio de vosotros.” (Luc. 17, 21).

Visto lo visto, con paz y con calma, vemos que Cristo reina en el alma. Si en paz quieres estar, ve a confesar, déjale reinar, porque lo que impide su reinado, es el pecado, que a la paz, ha dinamitado.

El pecado venial es un “Bypass” de Satanás, el mundo o la carne, un rodeo bastante feo, un regate corto a la Gracia.

El pecado mortal es un “Bye-paz” letal, “mi gozo en un pozo”. El gozo es el saboreo de la alegría.

El gozo es la alegría del corazón (“… pero os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría.” Juan 16, 22).

La alegría evangélica fluye del interior, de saber la razón y el fin de la vida: que Dios nos ama, y que nos regala el Cielo; es, recíprocamente, fuente de paz, y es el auténtico gozo, en definitiva.

El gozo es el antídoto de la tristeza y de la depresión, porque es la plenitud de la alegría, y porque nace del santo abandono en la amorosa providencia divina: “Omnia in bonum” (Todo es para bien). Y, como se preveía, tocaré —sin instrumento musical— el “himno” a la alegría como tal.

La alegría de corazón, no es la de diversión, buena digestión, o la del cachorro juguetón, ni tampoco la alegría del premiado por la lotería.

“Aclamad al Señor la tierra entera; servid al Señor con alegría…” (Salmo 100).

Todos los cristianos somos beneficiarios de la alegría.

A los pastores, el ángel les dijo: “No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo; hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador…” (Lucas 2, 10-11).

Los Magos, “al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.” (Mateo 2, 10). Y la alegría de María: “… y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…” (Magnificat).

¡Madre mía, sé mi gozo y mi alegría, que mi alma en ti confía! ¡Qué vida tan triste sin María, “causa de nuestra alegría”!

Vive la alegría de tener buena vida, no la de darse a la buena vida.

Pongo el corazón en Dios y en María, y ¡viva la vida, que la dicha es mía!

Tendrás una alegría como nunca hubo dos, cuando vivas noche y día estando en gracia de Dios.

Vive con alegría la realidad, y alcanzarás la santidad.

“Dios ama al que da con alegría”, no con tacañería. Recuerda la mirada de amor del Señor hacia aquel joven rico (y borrico), que huyó triste de la presencia de Dios, porque optó por la tacañería, despreciando la alegría.

Si tienes aleRgia a la alegRía, ¿será porque no eres “de Letras”?

¡Qué amable compañía, la de alguien con alegría!, porque la alegría “engancha” y “lía”, mola por sí sola. Pues imagínate estar en el Cielo, en el Corazón de Dios, en el Jardín de la Eterna Alegría…

Si amas a Dios y a su Madre bendita, gozarás de esa alegría que nadie te quita.

Vive la fe sin temor, vívela con alegría, pues te ama el Creador, también te ama María. Abre con alegría tu corazón a María.

¿Vamos a Misa con alegría? “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor…”.

Te sugiero un buen propósito para este año tan redondo: servir al Señor con alegría, ya desde empezar el día. Como siempre se me ocurren “tonterías”, te diré que: la alegría es la “energía” del alma. Entonces, empieza el día, cargando la batería.

Que María, Reina de la Paz, nos la obtenga de su divino Hijo.

QUÉ TE PARECE: Es muy romántico el gesto de darse la paz, pero para darla, hay que poseerla (“Nadie da lo que no tiene”); me refiero a la paz de Dios —del alma en estado de gracia santificante—. ¿Qué te parece confesarte, para dar la paz “con más arte”?

VIENE EL SEÑOR JESÚS

VIENE EL SEÑOR JESÚS

Jesús viene, festivamente, en Navidad, pero efectivamente y REALMENTE, en cada comunión sacramental que haga el personal.

Por Navidad, revivimos, conmemoramos, la Primera Venida de Dios.

Por Comulgar, vivimos, gozamos, Cada Venida de Dios, cada Encuentro amoroso con el Amor, Jesús, Dios, caminando hacia su Venida definitiva.

¿Sabes que cada Encuentro con Dios-sacramento, al estilo Emaús, es por iniciativa divina —Él quiere venir a ti— para abrazarte, consolarte, escucharte, animarte, y alimentar tu alma, fortaleciéndola para el Camino?

¿Sabes que cada Comunión es —debería ser— un sublime acto de adoración, y no un banquete de juerga y diversión?

¿Sabes que adorar la Eucaristía es adorar a Dios?

¿Sabes el Primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Pues si sabes el primer mandamiento, sigue leyendo atento.

La adoración es una excelente combinación de Fe, Esperanza y Caridad.

Adorar es actuar con fe —obra de fe viva—, con fe activa, en el cumplimiento del Primer Mandamiento (“Adorarás al Señor…”)

Adorar es esperar, con fe, las Promesas divinas.

Adorar es amar, con fe y esperanza, a Dios, sobre todo. Dicen que “el amor estancado, se pudre”, por lo que debe ser activo, operativo —[“A quién no sabe amar, le tendrán que operar”, digo yo] — y adorativo, esperando el Adviento Definitivo. Es CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS.

Como queda claro que debemos adorar a Dios, debemos adorar a Jesús, que es Dios, ¿o tienes tus dudas, como Judas?

Nos debemos esmerar en adorar al comulgar. “Nadie come de esta Carne, sin antes adorarla […], pecaríamos si no la adoráramos”. (San Agustín, que se despacha “agusto”).

¿Eres consciente, fiel creyente, de que debes adorar a Jesús al comulgar, o eres de los que van a comulgar como quien va a pasear, influído por los buenistas y protestantistas, que persiguen agradar a los hombres antes que adorar a Dios, haciendo amigos, en su predicar sin incomodar?

Aprende cómo se adora, que ya va siendo hora. A Dios se le adora con todo el ser, cuerpo y alma, y no según tu parecer, y por tanto, un creyente también adora corporalmente.

El gesto de adoración corporal “integral”, es la postración total, pero el más habitual, es el arrodillamiento ante Jesús-Sacramento.

La simple inclinación, es sólo gesto de veneración.

La adoración es también instrumento de evangelización.

La quasi-adoración es quasi-profanación.

Si no adoramos a Dios, nuestra fraternidad es pura falsedad.

Y por lo que a la adoración toca, “adoratio” alude a la boca, al beso, al gesto de amor.

Dicho esto, vemos frecuentes prácticas, al comulgar y al distribuir la Sagrada Comunión, que brillan por su falta de adoración, entre éstas:

—Comulgar de pie, que es, al pie de la letra, lo que hacen los protestantes.

—Comulgar en la mano, que fingen los arriba estantes.

(Quiero destacar que los protestantes fingen al comulgar, porque al no consagrar, sólo comen pan).

—Repartir la Comunión (en plan “de guasa”), el primero que pasa. Observa cómo San Juan Pablo Segundo los “repasa”, para que lo entienda todo el mundo: “Tocar el Santísimo Sacramento, es un privilegio de los ordenados”. (Carta “Dominicale Cenae”, 1980).

Para comulgar con dignidad, y adorando de verdad, hay que arrodillarse con humildad, y recibir en la boca al Señor, como gesto de confianza y amor.

Subrayo confianza, resaltando su “importanza”, porque la confianza total fluye de la infancia espiritual (“Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”, dice el Señor), la confianza del niño que abre la boca ante su madre para recibir el alimento.

Concluyendo que: —Comulgando en la mano, Dios ve nuestra desconfianza; ¿y vamos recitando, de manera aleatoria, la siguiente jaculatoria: “Corazón de Jesús, en Vos confío”? ¡Esto sí es un lío!

—Comulgando de pie, Dios ve nuestra indiferencia y nuestra injusticia (la de no adorarle). Dice la Palabra de Dios: “El justo florecerá como la palmera…”, pero no “se erguirá como la palmera”, (a ver si la gente se entera).

Así que, con el cóctel de desconfianza, injusticia e indiferencia, es normal que se dude, se obvie y se niegue su Presencia.

Está muy bien dolerse por los abusos sexuales clericales, que son meros pecados personales, no de la Iglesia, que es Santa, es la Esposa de Cristo, pero a Dios le duelen más, mucho más, los “abusos” sacramentales, para entendernos, porque afectan directamente a la gloria de Dios, implícita en los sacramentos, y en los tres primeros Mandamientos. Dios, con su dedo escribió sus mandatos en las tablas de piedra; lean el texto, y verán que el Primero es antes que el Sexto.

El maltrato eucarístico, entiéndase: ninguneo y cosificación de la Santa Eucaristía, fue planeado y programado, por los mismos que no reconocen a María.

En los primeros ocho siglos del cristianismo-catolicismo, se comulgaba generalmente, aunque no en todas partes, de pie y en la mano. Por algo, cambió la Madre Iglesia esta vieja costumbre, por el peligro de abusos sacramentales. En los Sínodos de Córdoba (839) y de Rúan (878), se prohibió, bajo excomunión, la comunión en la mano. ¡Atento, querido hermano!

Lo que después, durante más de mil años, se vino haciendo bien, “como Dios manda”, vinieron a manipularlo torticeramente, los “Deformadores” protestantes, artífices de la ingeniosa ingeniería teológica, esforzándose en reintroducir la comunión en la mano, “para que sus fieles no pensaran que Cristo estaba presente bajo la forma de pan”. Bien visto, les hacían un favor, porque les sacaban del error, ya que sólo había pan.

El afán de manosear la Eucaristía, lo avivó el Autor del Mal, dejando abierta la puerta del corral, y apareció un chapucero, al que llamaban Bucero, que en su taller teológico, como es lógico, había muchos “tornillos” por el suelo.

Pese a la oposición declarada de Pablo VI y de los papas sucesivos, la comunión en la mano se fue infiltrando sibilinamente como concesión o, digamos, como indulto, bajo la burda presión de algunos avispados obispados europeos. Cercado por el mogollón, Pablo VI cedió a la presión, pero dejó claros su disgusto y su postura, haciendo uso de la escritura.

Adjunto fragmentos del texto de Pablo Sexto, en el que instruye a estos indocumentados; de la Instrucción “Memoriale Domini” (1.967): “… la costumbre de entregar la Eucaristía en la mano, traía consigo el peligro de abusos…”, “… influyó la creciente reverencia al Sacramento, a que se diese más tarde la Sagrada Forma directamente en la boca…”, “… la comunión en la lengua, de ningún modo quita dignidad a quien comulga. Toda innovación puede llevar a la irreverencia y a la profanación de la Eucaristía, así como puede afectar gradualmente la correcta doctrina.” ¡Olé, qué profecía, viendo cómo se ha cosificado la Eucaristía! ¡Ah, para que lo sepa la gente: Memoriale Domini es actualmente, TOTALMENTE VIGENTE!

Cabe distinguir entre RECIBIR y RECOGER. Cuando comulgamos en la boca, Recibimos al Señor, pero si comulgamos en la mano, le Recogemos para llevarle a la boca.

Pensemos que una cosa es RECIBIR un regalo (en este caso, Dios), y otra muy distinta es RECOGER este regalo, que bien podría hacerlo otra persona.

Cuando rezamos: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi “casa”… le dices, “de recibirte” en mi casa, de entrar en mi boca; pero pasa que, si no le recibimos “en casa”, viene a nuestras manos, y le “recogemos”.

—A Dios se le recibe, no se le coge ni se le recoge.

—Dile: Jesús, te amo, te adoro y te recibo con decoro, en mi casa, en mi boca. Mi Dios, mi Amigo, mi Hermano, ven a mí, de primera mano.

Quiero recibir con dignidad, a tu Santa Humanidad, junto a tu Divinidad.

—Quienes comulgan sin adoración, comulgan sin devoción, porque no valoran el Encuentro, y son simples usuarios del Sacramento.

—Tu fe y tu amor están en mantillas, si no le recibes de rodillas.

—Mejor que comulgar, con “anestesia”, si puedes, cambia de iglesia.

—Urge propagar el amor en acción, la cultura de la adoración.

—Quien ejercita la paciencia al predicar, y la urgencia a la hora de comulgar, hágaselo mirar.

—Comulgar es acercarse, por amor, al Amor, y recibir amor.

—“Los santos, como los Magos, adoran a Dios, a Jesús, se arrodillan y se postran a sus pies. Y Dios está en Cuerpo y Alma en la Eucaristía, en la Sagrada Hostia. Si tú no adoras a Dios, si no te arrodillas ante Dios en adoración, no eres santo-ta. Los santos saben cómo tratar a Dios, no como a un igual, sino como al que Es, Dios.

Tal y como tú tratas a Dios, se ve de qué está lleno tu corazón, y todos lo ven también, para que no engañando a nadie, los santos no imiten a los falsos, a los fariseos de hoy, esos que no se arrodillan delante de Dios, el Mesías.

Los Magos adoraron a Dios, postrándose le adoraron. Y tú, ¿qué haces?… Por tus obras se ve tu fe, no por tus palabras, sino por tus palabras y obras.” (Meditación del P. Jesús del Evangelio del día 6 de enero de 2020).

—Permíteme añadir: “Que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los Cielos”.

Estamos a las puertas de la Navidad, y quiero hacerte esta consideración en torno a la Comunión: Si cuando te presentan una imagen del Niño, te inclinas y le besas con cariño, ¿cómo es que vas a recibirle en Persona (con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad), con esa frialdad, sin el menor gesto exterior de adoración? Piensa en la cuestión, haz meditación, y saca conclusión.

De esta Navidad podríamos sacar una firme decisión: comulgar con más amor y devoción (o sea, más fe, amor, humildad y devoción).

Aquí lo dejo, y te dejo con Dios, Padre amoroso de nosotros dos. ¡VEN SEÑOR JESÚS!

QUÉ TE PARECE: Como en el camino de Emaús, te sale al encuentro Jesús. Aprovecha la ocasión de una buena Comunión. Deja que Dios te abrace y tu corazón se abrase. Ve a la Cita preparado, como un buen enamorado, y estando bien confesado, porque vas a recibir a Jesús Sacramentado.

DEBEMOS EVANGELIZAR, SIN PARAR, SIN PROTESTAR, SIN DESERTAR

DEBEMOS EVANGELIZAR, SIN PARAR, SIN PROTESTAR, SIN DESERTAR

Evangelizar es imitar a Jesús, anunciar el Reino de Dios (tercer Misterio de Luz). Es vivir con fe activa el Padrenuestro (“Venga a nosotros tu Reino”).

Evangelizar es cumplir un mandato imperativo de Cristo: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura”. (Marcos 16, 15).

“… sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel… Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, expulsad a los demonios”. (Mateo 10, 6-8).

“… id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado”. (Mateo 28, 19-20).

Evangelizar es amar a Dios y al prójimo (primer Mandamiento, y “un mandamiento nuevo os doy, que os améis…”)

Evangelizar es servir a Dios, como hizo Jesucristo: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida…”

Evangelizar es glorificar a Dios (el Verbo, la Palabra): “… que la Palabra del Señor se propague por todas partes y sea glorificada como ha sido entre vosotros…” (Tesal., 2, 16 -3, 5).

Evangelizar (propagar el Evangelio de la fe) es una obra de fe, de justicia y de misericordia: “Enseñar al que no sabe”.

Los primeros evangelizadores son los “predicadores” (obispos y presbíteros), pero el mejor evangelizador es fray ejemplo.

La evangelización está encaminada a la salvación, y no a la solución de los problemas materiales (pobreza, inmigración, marginación…), manipulación de la Buena Nueva, “Porque todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.

Huyamos de los falsos profetas que van “evangelizando”, sofisticando el Evangelio.

¿Sabes que te digo? ¡Que menos predicar, y más dar trigo! Urge evangelizar usando del poder de Dios, que está en los suyos (obispos y sacerdotes), confesando, exorcizando, ungiendo a los enfermos, muy especialmente a los moribundos: “Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros, para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia”. (Mateo 10, 1). Y otro recordatorio: “Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad los demonios…” (Mateo 10, 8).

Y ahora te digo, amigo: ¿Qué pasa hoy, que no hay demonios? Muchos deberían hacérselo mirar o, posiblemente, mirarse al espejo. Ahí lo dejo.

¿Por qué pasan de puntillas sobre la Palabra? Te lo diré: falta fe, esperanza y caridad, y sobra mucha “fraternidad” y falsa humildad, o sea, mucha comodidad y frivolidad, frutos de la maldad.

Pero ¿es que no hay enfermos del alma, muertos de alma por pecados mortales, leprosos de hedonismo, ni endemoniados? ¡Estamos apañados!

La dureza de corazón, paraliza toda evangelización.

Mucha es la mies, pero a los obreros hay que ponerles pies. “Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Nueva”. (Romanos 10, 15).

La liturgia también evangeliza, siempre que la acción litúrgica no sea letárgica.

Pobre evangelización la que no predica la confesión.

Afán de evangelización, sed de salvación.

Para ser un evangelizador diestro, debes imitar al Maestro.

Si no evangelizamos como hacía Jesús, a su estilo, cosemos con aguja sin hilo.

Si no evangelizamos con Él, vamos contra Él.

Jesús era claro, exigente, duro y radical, porque amaba y obedecía al Padre celestial. No se andaba con paños calientes, y le seguían las gentes, las arrastraba.

Si no arrastramos ni sabemos exigir, es porque nos arrastramos en nuestro vivir, en nuestro acaramelado buenismo, de perruno mundanismo, predicando para hacer amigos: la hermandad, la placidez y el espíritu navideño; falsificando la Palabra, o sea, pecando contra el Espíritu Santo.

Evangelizar es repicar la Palabra.

Si el movimiento se demuestra andando, el perfeccionamiento, evangelizando.

El Evangelio es corriente de agua viva que salta hasta la vida eterna; no cortes el grifo.

¡Hala!, evangelizando, que es gerundio.

¡Vamos, majo, evangeliza a destajo!

Transmite el Evangelio en su integridad, con exquisita fidelidad a la Verdad.

Autoevangelízate sin parar, si al Cielo quieres llegar. Conviene aclarar que “autoevangelizar”, no es predicar sobre cuatro ruedas.

Los soldados de Cristo (somos Iglesia militante) hemos de evangelizar sin desertar, que por cierto, no es predicar en el desierto.

No les compres la moto averiada a los que protestan por nada y venden una versión evangélica minimizada, mutilada, tergiversada, adulterada, subvertida, malversada o descontextualizada; (¡casi nada!)

No sigas a los buenistas oportunistas, fracasados ilusionistas, que practican la mudez compulsiva y delictiva, el ominoso y elocuente silencio de los “perros mudos” bíblicos, que nunca predican sobre pecado, Mandamiento, confesión, diablo, infierno, purgatorio, y un extenso repertorio. ¿Será que han hecho voto de silencio? ¿Será el misterio, su oculta vocación al monasterio, que sería la Cartuja, y están entrenando? Ese silencio clerical es un silencio sepulcral, de sepulcros blanqueados. ¡Menudos mendrugos! Han pasado de la adoración nocturna a la evangelización taciturna.

Dale tu sí al Señor, siendo evangelizador.

Evangelizad para que Cristo reine en la sociedad.

Sacerdote, para evangelizar, ponte a confesar.

Si quieres hacer felices a los demás, evangeliza como el que más.

Ama a Dios, sin renunciar a evangelizar, y sabrás qué es flipar.

QUÉ TE PARECE: “Propagad el Evangelio, porque esta Buena Nueva es la felicidad para el hombre, ya que no hay nada que haga más feliz al hombre, que ayudar a otro a encontrar a Dios y su amor”. (P. Jesús)

EL MATRIMONIO ES PRO-VIDA Y DE POR VIDA

EL MATRIMONIO ES PRO-VIDA Y DE POR VIDA

Una cuña cultural; significado de PRÓVIDO-DA: “Persona prudente, previsora, reflexiva, propicia, favorable, benévola, y quien es prevenido y diligente para acudir con lo necesario al logro de un fin”.

Como el fin primordial del matrimonio es la procreación y educación de la prole, seguida del amor mutuo, los esposos deben ser decididamente próvidos.

¿Sabes que la diligencia surge del amor? Pues, ¡para apoyar tu descendencia, súbete a la diligencia!

La falta de “providez”, empieza siendo “cutrez” y acaba en la pudridez.

Ejercer la paternidad es ejercer la libertad.

Ser pro-vida es ser pro-matrimonio.

Ser pro-vida es darle vidas a la vida.

“Ser o no ser, esa es la cuestión”, del santo, del campeón.

El mejor pro-vida es quién da más vida, y no quien la vive alegre y divertida.

ADVERTENCIA: Cada cual con su conciencia, porque muchos no pueden ni tener un sólo hijo. A éstos: ¿no sería mejor esperar a casarse hasta prosperar, para bien poder procrear? Hay quien tomando a San Pablo al pie de la letra, aconseja una boda precipitada (“ES MEJOR CASARSE QUE ABRASARSE”. S. Pablo), pero resulta que, en aquellos tiempos, los casados no “planificaban” las familias, porque no había planeadores (para irse por las nubes) ni monoplanos, ni “monoplanes” (de los que actúan como si viniesen del mono).

Para más abundar, la sociedad en que nos toca estar, no para de abrasar al personal, mediante la mediatización ambiental sexual (medio ambiente caliente), que paga el capital, y promueve el Autor del Mal, que incoa la gran BARBACOA.

Hemos pasado del “Homo sapiens” al “Homo ignorans”, p0rque muchos, bastantes, demasiados, incluso eclesiásticos, parecen ignorar el fin último del santo matrimonio sacramental. Afirmar que el Planeta está superpoblado —por eso están en la luna— o que lo ideal es tener un hijo y medio —hay mucho tonto sin remedio— para proteger el “0,5 ambiente”, es de un cómico que raya lo esperpéntico. Ignoran, o parecen ignorar, ignominiosamente, que la paternidad integral (natural y sobrenatural) es la única paternidad responsable y la única santificable.

Otros muchos, la mayoría, no saben que se casan para tener hijos…, se han casado y no se han enterado, porque NADIE les ha informado.

¿Cómo se afanan tanto en enseñar a evitar la descendencia? ¡Qué imprudencia, qué indecencia!

¿Por qué no enseñan a prosperar en la vida laboral para evitar esos “motivos graves” que castran la natalidad?

¿Por qué no enseñan los “métodos sobrenaturales” —siempre actuales— para santificarse en el matrimonio, viviendo la paternidad integral, que es ultra-orgánic-bio-eco-sostenible?

Te aconsejo que para mayor seguridad, y guardarte de los que falsifican la realidad, con total impunidad y aquiescencia de la autoridad, consigas un sencillo Catecismo, que aquellos han olvidado, y aprenderás la verdad del matrimonio y los “métodos” sobrenaturales para vivirlo feliz y santamente: tienes una gracia sacramental, que es fenomenal, sólo por estar bien casado (por la Iglesia); están las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), los Mandamientos y los otros Sacramentos, especialmente, la confesión frecuente, el Padrenuestro, la oración, el santo abandono en la amorosa providencia de tu Padre, Dios, y la devoción a María y a San José, que sacaron adelante la sagrada Familia de Nazaret. Acude a San José, pidiéndole vivienda y trabajo (NO FALLA NUNCA), y a tu Madre buena, Santa María, que te conseguirá de Dios, el pan y el buen vino de la alegría. ¡VIVA DIOS, VIVA LA VIDA!

Los ignorantes que cité antes, creen haber dado con la piedra filosofal del amor conyugal, cuando realmente han tropezado con la rueda asnal, porque la piedra angular —conviene recordar— es aceptar procrear por amor, sí señor.

No es igual la esterilidad conyugal (cuando es estéril un cónyuge) que la esterilidad matrimonial, de cónyuges que se niegan a dar frutos de su amor. Estos se presentarán ante Dios con las manos vacías, porque enterraron su talento (y, realmente, poco amor y poco talento tienen).

Han puesto de moda, los listillos de antes (solemnes ignorantes), el bodrio y la sandez de la “Planificación familiar”, una jugada sucia a la vida, una moral “cuántica”, de logística rastrera, que “pasa” de la lógica divina: “Creced y multiplicaos, y henchid la Tierra…”

Planificar la familia es como entrar en un búnker de resistencia ante los planes de Dios.

Los cónyuges, cuando abren vida a los rostros que Dios ama y desea, sirven a Dios y a la humanidad.

Los planes de Dios son su voluntad, que cumplimos cuando obramos con naturalidad: amándole sobre todo y todos, y amando a nuestros hijos como a nosotros mismos.

La voluntad de Dios, cuyo cumplimiento pedimos en el Padrenuestro, se nos comunica vía divina Providencia.

En el matrimonio, santidad y paternidad van de la mano, ya que ésta es deber de estado para todo casado.

Burlar la paternidad es, como mínimo, una falta de lealtad, y como no es lo natural, siempre acaba mal. La misma naturaleza, de manera burda, nos va a devolver la burla.

Burlar la paternidad es una mezquindad, una perversidad, aunque te lo aconseje un teólogo de Facultad. Cuando te venga algún Herodes disfrazado de director responsable, dile que no eres animal domesticable, y pon tierra de por medio; si fuere necesario, le regalas un breviario y un rosario.

Recuerda que siempre tienes “a mano” al mejor Director, es Jesucristo, el Señor.

Quien juega a esquivar su descendencia, bordea los límites de la moral y la decencia, y está en “la luna de Valencia”.

Quien sofoca abiertamente la natalidad, presenta “índices de criminalidad”.

El talento de la paternidad, lo tenemos “a precario” (“que sólo se posee como préstamo y a voluntad de su Dueño”, Dios).

No conviene “cocinar” el fin del matrimonio, porque estas decisiones cocinadas, dejan conciencias acochinadas.

No trafiques con el amor y sus consecuencias, escuchando a quien vive del tráfico de ocurrencias; con ése, ni a cobrar herencias.

El binomio “familia sostenible”, es una parida del mismo inventor de la memez sostenida, que desprende un inconfundible aroma satánico. O sea, si quieres estar bien informado, y no digamos formado, puedes esperar sentado (leyéndome, por ejemplo).

No olvides que quien más sabe de matrimonio, es el demonio, que en forma de serpiente, vendía manzanas “al dente”… Aconsejó a Eva, y espera que tú seas la próxima breva.

Quien no tiene hijos, por “hacer dinero”, pone su corazón en el estercolero, y convierte la moral matrimonial en moral patrimonial.

Pidamos al Cielo por la restauración de las familias católicas, que ya sabemos que, entre otras cosas, no acostumbran a ir “de restaurante”, especialmente las familias numerosas. Hay que recuperar la familia tradicional, la normal, no esta familia “de carnaval”.

Los hijos son el patrimonio (el tesoro) del matrimonio.

El mejor sí a la vida, el más afirmativo, es el sí procreativo.

Se respira amor de Dios en el ambiente de una familia numerosa, con naturalidad, como si tal cosa. Nadie puede dudar que Dios reina en aquel hogar.

Sé de una familia numerosa que, cuando algún hijo celebra su “cumple”, cumpliendo exquisitamente el Cuarto Mandamiento, muestra a sus padres agradecimiento por su nacimiento, por haber recibido la vida.

No basta con tener la mentalidad de padres de familia numerosa, hay que tener la fecundidad de padres de familia numerosa.

Si debemos imitar a Cristo, bien podemos “jugarnos la vida” por cumplir la voluntad del Padre —familia extensa, para los casados— algo que no representa ningún riesgo añadido, habida cuenta que todos los vivos pertenecemos a un “grupo de riesgo”, de muerte; ahí quiere Dios verte.

Vive responsablemente la paternidad, no por heroicidad sino por afán de santidad.

Si el trabajo, ofrecido a Dios, es oración, la mejor oración para el casado es cumplir con su sagrado deber de estado, la procreación, que tiene de Dios la bendición, y, hablando claro y fino, es un trabajo divino, porque cada hijo nuestro y de Dios, es una obra maestra de fe y amor. Está mal, muy mal, la huelga “laboral” matrimonial.

Los problemas que tenemos, siempre nos los merecemos, o sea, no nos quejemos; si falta natalidad, es por falta de santidad, por mal uso de nuestra libertad.

Si, como se dice, “cada hijo trae un pan bajo el brazo”, una familia numerosa, de las que escasean hoy en día, no gasta en panadería.

Dios dijo a nuestros primeros “megaretatarabuelos”, Adán y Eva, “Creced y multiplicaos, y henchid la Tierra…”. Para henchir la Tierra, hay que multiplicarse incesantemente, no “responsablemente”, como algunos tienen en mente.

Ahora te vuelvo a hablar de la “Planificación familiar”… Es Dios quien decide y planifica su familia, la familia de los hijos de Dios.

“No quieras para los demás, lo que no quieras para ti”, eso dicen, y lo oí. Pues, tú, que no decidiste tener vida, venir al mundo de los vivos, ¿cómo te atreves a decidir sobre la vida de tus hijos?

Los hijos hay que “encargarlos”, aunque sean una “carga”, hay que desearlos, “rezarlos” y amarlos, sin retrasar bautizarlos; también debes educarlos, aunque no se llamen Carlos ni Eduardo.

Lo mejor de lo mejor: Tener hijos por amor.

Canción: “Dicen que del amor, nació la vida…”, ¡Sí, nace la vida, si se ama a los demás (los hijos) como a uno mismo!

Quien no sabe amar, no quiere procrear.

Difícilmente pueden bien amarse, los cónyuges que no quieren multiplicarse.

La fecundidad aumenta la fidelidad entre los esposos, así como la fidelidad aumenta la fecundidad. Digo: “Fidel con Fidela, aumentan la parentela”.

Ejemplaricemos un rotundo sí a la vida, con todas sus consecuencias, y que, más allá de las apariencias, renueva las conciencias.

Sólo el catolicismo, puede ser el seísmo que sacuda el egoísmo, el hedonismo y el antinatalismo. ¡Empieza a moverte, ya mismo!

Dice Jesús, Dios: “El que recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe…”. Y el comentario del Padre Jesús a esta cita evangélica, dice: “¿Cuántos no reciben a Dios porque no reciben a sus hijos, no les dan vida? Sí, sé que hay crisis económica mundial, sé que no hay trabajo para muchos y tampoco dinero, pero ¿no ocurría eso mismo en otros tiempos, y nacían hijos de las familias católicas? Sin hijos, sin dinero, ¿cuántos matrimonios católicos se mantendrán unidos por la fe?…, y siempre hemos leído y leemos y leeremos en la Sagrada Biblia, que cuando Dios bendecía, lo hacía dándole muchos hijos.”

¿Por qué rehúyes la bendición de Dios?

“Si quieres tener el amor de Dios y su bendición, da vida”. (P. Jesús).

Si has sido un “buen ladrón” de hijos de Dios, pídele perdón en confesión, contrito de corazón, y pon en marcha la restitución, fomentando la procreación.

QUÉ TE PARECE: (SOBRE PATERNIDAD RESPONSABLE Y PROBIDAD)

Una paternidad realmente responsable, exige mucha PROBIDAD (“Bondad, Rectitud, Integridad”), y excluye toda IMPROBIDAD (Perversidad, Iniquidad”).

NO es una paternidad “DE PRUEBA”, para probar nuestra resistencia a la voluntad de Dios, sin aportar pruebas (motivos graves).

La probidad no consiste en convertir el lecho conyugal (que “ES COMO UN ALTAR”; San Josemaría) en un banco “DE PRUEBAS”.

Los hijos son la “PRUEBA” de fuego del amor a Dios.

Un santo matrimonio ha de ser “A PRUEBA” de hedonismos, mundanismos y frivolidades, que apruebe el Examen Final, para obtener la divina aprobación en la PRUEBA DEFINITIVA.

Hablando de pruebas, los llamados “métodos naturales” son, naturalmente, burdas maniobras para manipular el amor conyugal, que no resisten “LA PRUEBA DEL NUEVE” y, frecuentemente, van seguidos de NUEVE meses de embarazo. (¡Qué situación tan embarazosa!, dicen los malos católicos que, gracias a Dios, no deciden desembarazarse de la criatura).

RESUMIENDO: No se trata de PROBAR sino de APROBAR la voluntad de Dios.

Pondrás a prueba tu probidad, según vivas la paternidad.

La probidad te llevará a ser un próvido pro-vida.

Aún estamos en Octubre, el día 2, celebramos la bendita Fiesta de los Santos Ángeles Custodios; recuerda que cada hijo tiene su ángel, que lucha contra los diablos. ¡Ángeles y bendiciones, necesitan las naciones!