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Sabías que… - 15. página

JUNIO ES EL MES DEL AMOR

JUNIO ES EL MES DEL AMOR

El otro día, conecté el transistor… y qué horror, sonaba la canción: “Nadie te quiere ya, (bis), ¿qué vas a hacer, adónde irás?…”

No lancé el aparatejo por la ventana, por ser una falta de pobreza, por no darle a alguien en la cabeza, y porque no tengo ventana a mano, tengo un balcón.

¡Qué mentira en la canción, si Dios te quiere un montón!, y eso “mola mogollón”, como diría la afición, en su vulgar dicción.

El Amor se desdobla hasta el infinito y nos ama a cada cual, como al hijo chiquitito.

El pasado viernes, 8 de Junio, celebró la Iglesia una fiesta en honor al Amor, Dios, simbolizado en el divino Corazón de Jesús.

Ya es tradición, en este mes, cultivar la devoción al Sagrado Corazón, signo del infinito Amor (Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo).

De su Inmaculado, Ardiente y Sangrante Corazón, traspasado por el soldado, brotó su preciosa Sangre redentora, y agua purificadora; y aunque se llegó a parar, no ha dejado de amar.

Qué belleza espiritual emana esta devoción a su Sagrado Corazón. El corazón es paradigma de amor —“Te doy mi corazón”, “Te amo con todo mi corazón”, etc., se dicen los enamorados.

Jesús nos ama con todo su Corazón, con un amor tan grande, que dio la vida por sus amigos, nosotros, que muchas veces no damos higos.

De su Corazón amabilísimo, brotan su bondad y misericordia, y su Palabra afectuosa, recogida en los evangelios. Pero el auténtico amor, busca el bien del amado, y no es acaramelado, pegajoso, engañoso. Él es la VERDAD, y su amor es exigente. No tiene manga ancha, quiere nuestra felicidad eterna, de puerta estrecha.

Jesús nos llama amigos, “si hacéis lo que os mando”. Nos llama hermano, hermana, “si hacemos la voluntad de Dios”.

Dios nos ama tanto, que ama nuestra libertad, y quiere que libremente le sigamos, le obedezcamos, le entreguemos nuestro corazón. No “empuja” a nadie nunca. “Quien quiera seguirme, tome su cruz y me siga”.

No empuja a nadie a entrar en el Cielo, aunque lo desea ardientemente, como tampoco echa a nadie al Infierno; nos echamos libremente, tozudamente, con nuestro “NO es NO”, con nuestra vida impenitente.

Tanto nos ama el Corazón divino de Jesús, que es inmensamente misericordioso. Nos dejó, entre otros, el Sacramento de la Misericordia, para que, si rompemos la amistad, la recuperemos cuando nos confesemos.

Si vives en su Gracia, estás en su “Círculo de Amistades” (la Comunión de los Santos).

Si Dios es tu Amigo, llámale por su Nombre, Jesús. Los amigos se hablan, hacen confidencias, se dicen “nos vemos”… pues haz oración: Cuéntale tus cosas, pídele consejo, pídele ayuda, pídele milagros —tu mejor Amigo los hace, si tienes fe— y dale gracias; también la oración es para pedirle perdón y así preparar la confesión.

En el Evangelio, Jesús nos aconseja, nos muestra su misericordia y nos hace confidencias: “Si quieres ser perfecto…” le dice al joven ricachón. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” “Venid a mí todos los que andáis cansados y agobiados…” “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”. “¿Qué quieres que te haga?”. “Mi paz os dejo…”

—Ten una vida mejor, siendo amigo del Señor.

—Haz lo que quiere el Amor, es tu Dios y Salvador.

—Ponte en manos de Dios, abandónate en sus amorosos brazos paternales, y brotará de tu corazón un amor a raudales.

—Desempolva tu corazón, sácalo del congelador; conéctale un marcapasos —el amor— para seguir los pasos del Señor.

—Es fenomenal, no hay nada igual como amar a nuestro Padre Celestial.

—Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío, me alegra descansar en ti.

QUÉ TE PARECE:

Dios nos invita amigablemente a ir al Cielo; los gastos del viaje están pagados. Sólo nos falta coger el billete en la pila del Bautismo. No te preocupes si lo pierdes, porque cada sacerdote católico tiene un grueso talonario en el confesonario.

“OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES”

 «OBRAS SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES»

Somos obra del Amor, de Dios; es de fe.

“La fe sin obras, es una fe muerta” (St. 2,14); es pura boquilla, palabra que se lleva el viento; aunque te quedes tan contento, es puro cuento.

“Fe sin obras, factura que no cobras” (J. B.).

Somos lo que hacemos, no lo que pensamos, decimos, predicamos o queremos hacer. No basta la teoría, porque Jesús te juzgará por la práctica (de las obras de misericordia). “Haz aquello que quisieras haber hecho cuando mueras”, es un recorte que conservo de un  antiguo dietario.

Hablando de práctica, te defines como católico practicante, pero no sabes de memoria el horario de Misas de tu parroquia; entonces eres un practicante que prácticamente no practica.

Obras, sí, pero obras de amor, de bondad, de bien, imitando a Dios, Jesús, que todo lo hizo bien, y es el Amor, suma bondad. Obras y actos de amor, también actitudes, que no te faltan aptitudes (talentos).

Por tus obras, te salvarás o te condenarás, y también te conocerán. “… que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.” Seremos unos ladrones, unos estafadores, si robamos a Dios la gloria que le darían nuestras obras, hechas por su amor. “DEO OMNES GLORIA,” TODO POR LA GLORIA DE DIOS, y añadamos: QUE NUESTRO AMOR SEA FIEL Y DÉ FRUTO. Qué buena oración para emprender la acción, para empezar el día; qué hermoso ofrecimiento de obras.

Y, a propósito del FRUTO, hablemos de frutales, que a Jesús le gustaba mucho. Del evangelio, parábola de la vid verdadera, “… La gloria de mi Padre es que deis mucho fruto…”. “… el buen árbol da buenos frutos…”; “… no se cosechan higos de los espinos…”. Sé un buen árbol frutal, no seas alcornoque forestal.

Nuestras obras serán fructíferas, unidos a Cristo —como el sarmiento a la vid— y con la ayuda del “Maestro de obras”, el Espíritu Santo.

No importa que estés en paro espiritual o laboral, no importa, porque Jesús nos regaló la confesión sacramental.

No importa que seas obrero madrugador, de media tarde, de última hora, jubilado o mediopensionista. No importa que seas un reciente converso. Conversa con Dios, con verso o con prosa, cantando o bailando, riendo, llorando, sudando, pescando… siempre obrando por la gloria de Dios.

Tú que eres bautizado, y que Dios te ha contratado, no mires hacia otro lado, haciéndote el despistado y poniéndote a silbar; deja una vez de pecar.

Corrige tu actuación y sana tu corazón, acude a la confesión y cumple con tu misión.

María nos lava la cara, nos abraza, nos besa y nos anima a seguir a Cristo. Nos urge: tú puedes, tú debes, hacer las obras de amor que Él dice.

QUÉ TE PARECE:

No vivas estérilmente y pasa más de la gente. Deja la vida rastrera, como la de la frondosa higuera. Haz aquello que quisieras, haber hecho cuando mueras.

“HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA”

 «HAY QUE REENAMORARSE DE MARÍA»

Pronto entraremos en el mes de Mayo, que en Europa es el emblemático “mes de las flores”, tradicionalmente dedicado a la Virgen María. Ahora que, comercialmente, hemos inventado “el día de la madre”, propongo institucionalizar “el mes de la Madre”, porque a María hay que dedicarle más de un día, ya que además de ser tu Madre y la mía, lo es también de todos y cada uno de los habitantes del Planeta, aunque no lo sepan, no se lo crean o la rechacen.

En ese mes tan florido y precioso, deberíamos reenamorarnos de la Madre del Amor Hermoso. Ella es la más esplendorosa y fragante Flor de Dios que, por sí sola, hace primavera. Primavera en la Iglesia, de la que es Madre, y primavera en el corazón de cada uno de sus hijos.  

Del amor al Creador, sube esta marea de amor hacia tan excelsa Criatura, la Bella María, la Virgen más Santa y Pura.

Es muy natural que María sea nuestra Madre celestial, porque por su “Sí” a la voluntad divina, nos engendró a la vida sobrenatural, ya que si Jesús no hubiera nacido, aun seríamos unos muertos deambulantes, como eran los hombres antes, por culpa del pecado de Adán, y también de Eva (para no discriminar a las mujeres). Gracias al “Sí” de María, podrás ir al Cielo, en su día. ¡Salve, Madre del Amor, por ti nos vino el Salvador!

“Dios quiere que todos los hombres se salven…”, por eso nos dio a su Madre como corredentora, intercesora y mediadora. María es la clave del perdón de Dios. Jesús su Madre te ha dado, para que seas salvado, para sentirte tú amado. Si aún amas el pecado, es que no te has enterado, por ser un gran despistado.

¿No te da un vuelco el corazón, y baila de alegría, cuando ves una imagen de María? No seas lelo; cuando la veas, “no te cortes un pelo”, lánzale un piropo a tu Buena Madre del Cielo. A Ella le gusta que le digas que la quieres; también puedes decírselo con flores. Coge una estampa de tu Madre, y bésala; ponla en la cabecera, en la mesa de trabajo, o llévala en la cartera. Lleva su escapulario y reza el santo Rosario, que tiene un poder extraordinario.

En cada Rosario nos unimos a la perseverante súplica de nuestra Madre a Dios, por nosotros, pecadores. El santo Rosario es también una siembra de alabanzas y peticiones a Jesús y a María, que cosecha abundantes frutos de bendiciones divinas. Podrás rezar el Rosario, si lo incluyes en tu horario.

No entronices a María, sólo Reina por un día; hazla Reina del hogar, de tu vida familiar, Madre de tu iglesia doméstica.      Que reine en tu corazón y en más de una habitación, y podrás piropearla siempre en cualquier ocasión. Trata con todo tu amor a la Madre del Señor. Que tu devoción por María nazca de un amor racional, más que de un folklore regional.

Qué frío y triste es un templo que excluye de la nave central su figura maternal. Pierde el gozo y la alegría de la imagen de María.

Si de la Iglesia, María es Madre —la declaró un Santo Padre— un buen hijo de la Iglesia, es buen hijo de María. Si no eres de María, no eres de Dios, porque Él quiere que honres a su Madre. El amor a Dios es ilusorio, pura utopía, para quien no ama a María.  

No te llames cristiano si ignoras o rechazas a la Madre de Cristo. Vigila adonde entras, no vivas de ilusiones, porque sólo encontrarás a María en la Iglesia Católica, la única Iglesia verdadera.

María es Puerta del Cielo y también Virgen del Camino. Hazte niño y viaja en sus brazos de Madre: caminando hacia la montaña, yendo a Belén, huyendo a Egipto, en Caná, subiendo al Calvario, acompañando a Pedro… y “volando” al Cielo.

Si vivir sin Dios no es vida, vivir sin María es vivir sin alegría. Causa de nuestra fe, es María, y causa de nuestra alegría. Ábrele con alegría, tu corazón a María.

María es el “pararrayos” de la ira divina y, como buena Madre que es, avisa continuamente de los peligros del pecado a sus queridísimos —y atontadísimos– hijos. Repasa sus mensajes de Lourdes, Fátima, Garabandal, Medjurgorje… Ella sigue repitiéndonos: “Haced lo que Él os diga”, para que Dios nos bendiga. Imagino a María, junto al altar, durante el Santo Sacrificio, en cada Misa, como estaba al pie de la Cruz, porque Ella no se separa de su Hijo.

Acude a María, es tu Madre y la mía. Es nuestra Madre, y le gusta hacer de Madre. Te cuidará con el cariño con que cuidó de su Niño. Cuando acudes a María, tiembla el diablo y pierde su fiereza, porque tu Madre le aplasta la cabeza. Satanás pierde los papeles y coge un pánico extraordinario, cada vez que rezas el Rosario.

Llámale: ¡Madre, Madrecita, corre, ven, tu hijo te necesita! Tu Madre, Santa María, es segura protección, sea de noche o de día, si viene la tentación. Su mediación amorosa te resuelve cualquier cosa.

Si no sabes cómo hacer por cumplir tu deber, piensa en cómo Ella lo haría, tu buena Madre, María. Santa María, Madre de la Dulce Sonrisa, irradia amor, comprensión y compasión. Cuando hables con Ella, intenta imaginar su sonrisa.

Madre, Madre mía, mi alma en ti confía.

Madre del Amor Hermoso, dame un corazón limpio y generoso.

Corazón dulcísimo de María, cuídame noche y día.

Mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

Bendita seas, Madre mía, eres un Regalo de Dios; eres un mar de dulzura, bondad y misericordia; eres como agua de mayo.

María, Primavera de la Iglesia, ruega a Dios para que con el agua de la divina misericordia, ablande nuestros resecos y duros corazones, y fertilice este mundo tan árido y desertizado.

QUÉ TE PARECE:

Siempre al comenzar el día

salto alegre de la cama

sabiendo que Dios me ama,

también me ama María.

“EL ENCUENTRO EN BELÉN”

 «EL ENCUENTRO EN BELÉN»

Se acerca el momento del divino encuentro, la Comunión ó “Común-unión” con Jesús. Procura llegar “a tiempo” a Misa, y mejor si llegas “con tiempo”, como corresponde al más importante acontecimiento sobre el Planeta, Dios contigo, sí, digo.

Ve contento pero con recogimiento, y vive la Consagración con la emoción de la fe y la adoración. Los Reyes Magos se postraron y le adoraron…, arrodíllate como mandan el nuevo y el antiguo misal; no, si tienes algún mal, o si te has tragado una escoba (en este caso, “desenfunda” y barre tu ignorancia o tu soberbia).

Ve a recibir a Jesús sacramentado, ilusionado, gozosamente, pero no “alegremente” (más pendiente de lo que hace la gente). Recíbele con amor humilde, reverente y penitente, y antes, reza de manera consciente: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo…”, y seguidamente, “Señor, yo no soy digno…”

Dices que no “sientes” nada especial al comulgar…, pues “siéntate”: que no es cuestión de sentimiento, sino de convencimiento y consentimiento. No confundas la gracia sacramental con la gracia sentimental. La felicidad del justo no consiste en estar bien ni en sentirse bien o sentirse a gusto, está en hacer lo bueno y lo mejor, en agradar al Señor.

Recibe agradecido, a Quien te quiere y te ha querido, tanto que por ti ha nacido, y por ti murió malherido.

Piensa que es maravilloso, recibir a Dios Todopoderoso, Creador, Redentor y Amor misericordioso.

Piensa que esta Comunión es la primera del resto de tu vida, y que pudiera ser la última.

Piensa y medita, cómo le recibiría su Madre Santísima, que vivió muchos años en la tierra.

Piensa que a tu corazón, Él vino, el Único Dios y Trino, con signos de Pan y Vino, con todo su Amor divino.

Piensa que acabas de recibir, a Quien por ti fue a morir, y has de tener el honor de tratarle con amor.

Ama al Rey del Amor y pídele con fervor, esperanza y alegría; dale gloria noche y día, como hacía María.

No te acostumbres a ser templo vivo del Dios vivo, no comulgues rutinariamente; procura que cada encuentro con Jesús, sea diferente, por el amor que pones, como hacen los enamorados, aunque se digan siempre lo mismo.

Aprovecha tu imaginación, en la buena dirección; por ejemplo, puedes imaginarte que coges en brazos a Jesús-Niño y te le “comes a besos”, mientras María te sonríe con cariño, y San José te hace un guiño.

Cuando tienes a Dios en tu interior, puedes establecer un diálogo amoroso con Él, es el mejor momento; esos minutos de Gloria, exprímelos para conversar con Jesús, que eso es la oración, pero si te cuesta reflexionar, deja el corazón volar…

Dile que le quieres, que por Él vives y mueres, si es preciso.

Dile que le amarás, que su Reino extenderás; que no serás más mundano y sabrás ir de su mano.

Dile, “no sé qué decirte, que no me acostumbre a recibirte”.

Puedes decirle, “háblame Jesús, mi Hermano, mi Amigo, ahora que estás conmigo”. “Aparta Señor de mí, lo que me aparte de Ti”.

Puedes decirle muchas otras cosas, de tu propia cosecha.

En esta magnífica ocasión de la Santa Comunión, procura evitar toda distracción, porque un corazón enamorado, no puede vivir despistado.

Ah, y no te olvides de darle gracias por la Misa y por la Comunión, ni tampoco olvides pedir por todas las personas que llevas en el corazón.

Acabo mi ilustración, esperando haberte dado muchas ideas, un montón.

Queda con Dios, y llévale en tu corazón.

QUÉ TE PARECE: El corazón de mi alma es un tesoro, que te ofrezco cuando te recibo y te adoro.

POR QUÉ Y PARA QUÉ IR A BELÉN

POR QUÉ Y PARA QUÉ IR A BELÉN

Porque “ir a Belén” se puede asimilar a ir a comulgar.

Porque Dios se lo merece y tú lo necesitas, tu amor crece.

Porque Dios es Bueno y es eterna su misericordia.

Porque es tu Creador, Salvador y Santificador, sí señor.

Porque sufrió y dio su vida por ti, y es de buen nacido, el ser agradecido.

Porque la mano amorosa de Jesús acaricia tu corazón, cada vez que le recibes en la Sagrada Comunión.

Porque es la única “formulación”, esta divina “invención”, para lograr la Bendita Común-unión.

Para Llegar, adorar y comulgar.

Para darle “alegrías” al Señor (“Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”).

Para cumplir su voluntad (“Tomad y comed…”).

Para alcanzar la vida eterna (“Quien come mi cuerpo…”).

¡Qué bueno es Dios! (1) Como ahora no podemos ir a estar con Él en su Reino, baja a la tierra para estar con nosotros, y abrazarnos en íntima comunión de amor. Cuando, en el padrenuestro, decimos: “Venga a nosotros tu Reino”, le estamos pidiendo también que venga a nosotros  en la Comunión y reine en nuestro corazón, que no es poco.

Prepara bien el encuentro, con el corazón contento (“Tengo el corazón contento, corazón contento, lleno de alegría…”, dice la canción). Prepara bien la ocasión y acude con devoción, al milagro de fusión, Corazón con corazón.

Cuida tu amor al Amor.  (Aprovecho la ocasión para citar otra canción: “El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide…”). Estas canciones, cántalas en tu interior, por favor, aumentarán tu fervor y no pagarás derechos de autor.

Prepara el vestido de fiesta grande. El vestido del alma es la gracia santificante, y debe estar limpio por detrás y por delante. Por detrás, significa limpieza de vida pasada, estar en gracia desde la última confesión. Por delante, propósito de enmienda y de no pecar, de ahora en adelante, y de no darle a Dios ningún “desplante”.

¿Recuerdas, en la parábola, el papel mojado que hizo el convidado, sin traje de bodas?

Te largo dos perlas, de cultivo propio: No seas tan desgraciado, de comulgar en pecado. No seas tan animal, de ir en pecado mortal. En pecado grave, la Comunión es sacrilegio (2), y pura ilusión, porque no se recibe a Dios. Él desaparece, y del Pan, te quedas con los “accidentes”; o sea, que has pecado, no has comulgado, y estás accidentado.

Y ¿por qué desaparece Jesús? Porque el Sumo Bien no puede convivir con el Mal, y el pecado mortal forma parte del mal. Por eso, Dios no puede estar en el infierno, ni el diablo en el cielo. Por eso, no recibes a Jesucristo.

¿SOLUCIÓN? > ¡¡¡CONFESIÓN!!!, PREVIA A LA COMUNIÓN (aquí no pongo ninguna canción, aunque se me ocurre alguna).

Al comulgar, nuestra alma, que es “parte” de Dios, se une a Dios en un breve episodio celestial. Pienso que por esto es tan rebueno comulgar, porque dicen que “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Resumiendo: Comulgar para amar, orar, adorar, y poderse salvar. Comulgar sin pecar y para no pecar.

QUÉ TE PARECE: Si está cerrado el mesón, ábrele tu corazón y besa en sus mejillas al Dios de las maravillas, que vive y se deleita siempre en las almas sencillas.

NOTA:

(1) Me emociona oír a algunas personas mayores, llamarle “el Buen Dios”. 

 (2) Si no sabes qué es sacrilegio, porque ahora no se enseña en el colegio, es pecado muy grave, por profanación…